El turbio aire de la alianza
Ahued: nada entre tiburones
La indignación de
los tres marranitos
Miguel Ángel Velázquez
H
asta ahora Miguel Ángel Mancera ha soportado las muy altas facturas que le ha cobrado Acción Nacional para consentir la alianza, pero la situación se complica cada vez más. Entre acomodos y reacomodos, mientras los azules han colocado a su gente en las listas de políticos con destino a alguna de las cámaras del Poder Legislativo, los amarillos no hallan dónde meter a los suyos.
De las pérdidas que más llaman la atención, las de los hermanos Serna advierten una extrema debilidad del PRD, por más que ni Luis ni Julio formen parte de la militancia amarilla, pues ellos, particularmente, han trabajado con esa organización política desde adentro, y antes de la alianza ya se les proponía ser parte del cuerpo legislativo.
Donde hay más focos rojos es del lado de Luis, que parece haber quedado flotando en el turbio aire de la alianza. Los azules lo vetaron, eso es cierto, pero el PRD podría haber jugado alguna carta importante para que este Serna figurara en las listas para la Cámara de Diputados. Su hermano, nos aseguran, corrió mejor suerte. Julio se hará cargo de los asuntos de Mancera en el Senado de República, muy probablemente a la cabeza de los asesores que requiere un miembro de esa representación.
Y luego, como aviso de que nadie se puede sentir seguro en esto de la grilla, el ex delegado en Venustiano Carranza, tal vez la única delegación segura para los amarillos, Julio César Moreno, que trabajó para lograr una curul por la delegación a la que le ha dedicado todos sus esfuerzos, buenos y malos, parece que alcanzó un pedazo de poder como diputado por algún distrito de la parte oriente del estado de México, puesto que está muy lejos de aquella senaduría a la que aspiraba.
Todo indicaba que el Nenuco, como le conocen en Venustiano Carranza, entraría sin dificultades a la lista del PRD, aunque en algún momento del proceso político actual hubiera renegado de los chuchos, que sottovoce también lo ignoraron en eso de dar la batalla frente a los azules.
Resulta inexplicable que el doctor Armando Ahued, uno de los funcionarios más importante del sexenio que acaba, esté fuera de las listas de quienes van a hacer las leyes para la ciudad. Ahued, de lealtad manifiesta y probada eficiencia nadó entre tiburones en un mar que no es el suyo, pero compitió, entre otras cosas para demostrar que en el PRD la competencia interna estaba por encima de cualquier otra consideración democrática. Lo malo es que Ahued no conocía al sol azteca, nunca ha tenido partido, y ahora, de seguro está espantado de tal cosa.
Ahued, además, llevó a efecto el único, o el mayor atisbo de izquierda que tuvo este gobierno: el programa Médico en tu casa, que habló de Ciudad de México en muchos países de todo el mundo, pero que, sobre todo, hizo renacer el sentido de la solidaridad entre muchos médicos –la profesión hoy se ha deshumanizado y mercantilizado–. Ahora Ahued tendrá claro que su dolor en la espalda no es una contractura.
De Pasadita
Vaya, vaya, así que los tres marranitos –un grado mayor que el de cerditos– en la ALDF se indignaron porque una iniciativa del jefe de Gobierno les quitó el bocado de las fauces, y subieron a tribuna a defender su integridad política. Leonel Luna parecía arrepentido; Mauricio Toledo, sin recato y con cinismo, habló o quiso hablar de honestidad y, mientras esgrimía con inigualable desfachatez sus argumentos, entre los sillones del pleno se oían risas y comentarios en alusión a la desvergüenza del ex delegado en Coyoacán. Pero quien sí se despeinó y se lanzó como cordero inocente al cadalso fue el panista Jorge Romero, y no por eso resentía el ramalazo. Su berrinche, capturado por las videocámaras de seguro, será una pieza de estudio de estos tiempos de la desvergüenza, hija putativa de la era del mercado, razón de ser del panismo. Ni modo.
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