miércoles, 28 de febrero de 2018

México SA

¿Y las propuestas?
Candidatos omisos
TLCAN: ¿cereza?
Carlos Fernández-Vega
D
icen los candidatos presidenciales que esperan el arranque formal de sus respectivas campañas (el 30 de marzo será el banderazo de salida) para divulgar sus sesudos programas de gobierno –si en realidad los tienen– y así captar el voto ciudadano. Cuando menos ese es el pretexto oficial ante la ostentosa ausencia de propuestas tangibles, pero los electores se preguntan qué saben hacer los ungidos además de lanzar boñiga por doquier con cargo al erario.
El sexenio peñanietista finaliza con un avanzado grado de descomposición, que sólo confirma la inviabilidad del modelo económico impuesto tres décadas y media atrás, con un altísimo costo social para los mexicanos, y el insoportable hedor de la clase política, en el entendido de que el país no soporta otro sexenio de más de lo mismo.
Se supone que en algún momento –de aquí al día de los comicios– los candidatos harán públicos sus proyectos (en su mayoría simples refritos de ejercicios anteriores) para que los electores sepan de qué se tratan sus respectivas ofertas, porque hasta ahora nada de nada.
Ante tal ausencia, algunos organismos especializados –e interesados en dejar atrás décadas de estancamiento, corrupción y deterioro social– comienzan a presentar propuestas en aras de que el país por fin deje de dar vueltas a la noria. Uno de ellos es el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico, y de su Agenda Mínima por México: 12 Desafíos Económicos se toman los siguientes pasajes.
En 2018 México deberá encontrar el mecanismo político-económico-social que le permita superar las restricciones que inhiben el desarrollo nacional, la creación de una sociedad de bienestar y el incremento sostenido de la actividad productiva. Para lograrlo, los candidatos presidenciales deberán presentar un programa estratégico que enfrente exitosamente los desafíos de la nación. Algunos de los aspectos mínimos esenciales, sin que sean excluyentes de otros problemas estructurales, a resolver son:
La precarización del mercado laboral. Las cifras son contundentes,y el problema en México no es la falta de oportunidades, sino su baja calidad. Cincuenta y siete por ciento de la población ocupada está en la informalidad. De un total de 52.4 millones de personas ocupadas, sólo uno por ciento obtiene ingresos superiores a 10 salarios mínimos. El número de mexicanos que no recibe ingresos es 6.5 veces más grande que el de quienes ganan más de 10 miningresos.
Reducir la pobreza e insuficiencia de la producción nacional de alimentos. Uno de los rezagos básicos que México enfrenta es el de la alimentación; urge eliminar la carencia alimentaria (hambre) que padecen 24.6 millones de connacionales. La inferencia es contundente: la historia económica y productiva de México no ha bastado para resolver un aspecto esencial para cualquier persona: comer.
¿Cuál es su meta de crecimiento y cómo lo lograrán? La única solución a la precarización del empleo, pobreza e informalidad es el crecimiento económico: transitar de un sistema productivo de bajo valor agregado a otro transformador, impulsado por la innovación tecnológica, el fortalecimiento globalmente productivo y competitivo del mercado interno y un sistema educativo de calidad.
Los candidatos presidenciales deben comprometerse con el crecimiento económico: se requiere un mínimo de 5 por ciento sostenido, enmarcado en la rápida formalización de la actividad productiva y sustentado en preceptos como productividad, competitividad, mayores encadenamientos productivos, recuperación del papel de la banca de desarrollo, mayor eficacia y transparencia del gasto público e incremento de la inversión pública, entre otros.
Revertir la baja eficacia del gasto público y los crecientes costos del endeudamiento. La crisis de la década de los 80 fue una lección no asimilada. Para 1994, la economía mexicana había acumulado nuevamente pasivos con el extranjero que hacían insostenible la posición financiera tanto del sector público como del privado. A partir de 2009 el país volvió a entrar en un profundo proceso de endeudamiento, que en 2018 generará un costo financiero superior a 650 mil millones de pesos.
Mayor inversión pública y privada sin desequilibrar las finanzas públicas. La inversión productiva debe representar 35 por ciento del PIB (ahora sólo es de 21 por ciento). Paralelamente, hay que incrementar la productividad y competitividad de la economía nacional. Sin productividad no hay crecimiento económico.
Urge un plan de desarrollo industrial para enfrentar la competencia global e incrementar la capacidad productiva nacional. Una verdadera política industrial implica entrelazar los esfuerzos de política económica, las estrategias del sector privado y de la academia (educación, salud, inversión, producción, capacitación, infraestructura, innovación, seguridad pública y financiamiento convergen en ella).
El próximo gobierno federal heredará una política comercial contradictoria, un rompecabezas que no será fácil de armar. La renegociación del TLCAN comenzó porque Trump prometió cambios que desde su punto de vista permitirán recuperar la inversión y el empleo perdido por la migración de sus empresas manufactureras a otros países. Para lograrlo quiere elevar el contenido nacional y el regional en los procesos manufactureros.
Debe eliminarse la inflación en energéticos y sus derivados. Entre enero de 2012 y el primer mes de 2018, el incremento en los precios al consumidor fue de 26.1 por ciento. No obstante, en el caso de la gasolina (70 por ciento), energéticos (casi 50 por ciento) y tarifas autorizadas por el gobierno (31 por ciento), la variación fue superior.
Revertir la mala calidad en educación que inhibe el desarrollo. En años recientes México no ha logrado elevar su posición en las pruebas internacionales. ¿Cómo se puede competir a escala internacional en la parte productiva cuando la educación no genera los fundamentos de aprendizaje científico y tecnológico?
Combate frontal a la corrupción, inseguridad y falta de transparencia. De acuerdo con Transparencia Internacional y su índice de percepción de la corrupción 2017, México ocupó el lugar 135 de 180 países. Si bien es complejo estimarlo, el costo de la corrupción fluctúa entre 9 y 10 por ciento del PIB.
Las rebanadas del pastel
El fin del TLCAN sería la cereza del desastroso pastel peñanietista. Pero, ¿qué esperaba el inquilino de Los Pinos del esquizoide de la Casa Blanca? ¿En serio creyó que Trump haría algo por su vecino del sur y fortalecería la relación bilateral?
Twitter: @cafevega

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