Napoleón Gómez Urrutia
A
partir de la última declaración de Andrés Manuel López Obrador en la cual se comprometió a luchar contra la corrupción de manera fuerte y sostenida, eliminar la desigualdad y la pobreza crecientes en México y a terminar con la persecución política contra los líderes sindicales y dar paso a la libertad de asociación, muy en particular en el caso de mi persona para otorgarme las garantías necesarias para mi regreso seguro a México con respeto a mi integridad, los medios de comunicación reaccionaron en forma amplia, nerviosa, insegura y preocupante para quienes han vivido en la comodidad de la explotación de las riquezas del país, sin ningún decoro, decencia o valor moral.
En varias ocasiones públicamente AMLO ya lo había manifestado. Sin embargo, esta última vez, durante el cierre de su precampaña en Zacatecas, tuvo un impacto y una difusión mucho mayores, con una culpable angustia para los enemigos del cambio y del progreso de nuestro país. Muy probablemente por su intranquilidad mental, los que han acumulado demasiada riqueza no de manera muy transparente u honesta, fueron los que se asustaron, o bien por la probabilidad de que Morena triunfe en las elecciones federales, ya que las encuestas han favorecido por un amplio margen a López Obrador a lo largo de los últimos meses de actividad política, difusión de ideas, planes y programas de gobierno.
Por otro lado, apenas se anunció el domingo pasado la lista de los candidatos a senadores y diputados de Morena, se generó una reacción en cadena, más parecida a una jauría desatada sin control, tanto por el dinero pagado a algunos medios de comunicación y a comentaristas seleccionados, como para que se erigieran en una especie de tribunal oscuro, tipo Santa Inquisición, encapuchado, ignorante y corrupto, para iniciar ataques en mi contra muy en lo personal, conforme se los ordenaron los mismos empresarios y políticos amafiados que tienen miedo –y diría que pavor– a mi regreso, pero sobre todo a que Andrés Manuel pueda triunfar y dirigir los próximos años el destino de México y frenar la avaricia y voracidad indecente y desmedida de esos mismos personajes.
Y eso es así porque los Germán Larrea, Alberto Bailleres, Alonso Ancira y Julio Villarreal Guajardo, entre algunos más, tienen miedo al cambio. Quieren influir de manera negativa en mucha gente más al asustarla con el tema de AMLO, quien por cierto ha hecho un llamado inteligente a la reconciliación, y por supuesto que se niegan a salir de su posición de comodidad, con la que se han beneficiado demasiado a partir del tráfico de influencias, concesiones y privilegios obtenidos por su cercanía a los políticos corruptos y al poder. Con ello han acumulado enormes fortunas sobre la explotación de la mano de obra barata y el saqueo de los recursos naturales del país.
Por eso algunos de ellos están en la lista de los más ricos de México y del mundo, lo cual han alcanzado apenas durante los últimos 10 o 15 años, cosa que en ninguna otra nación se hacen esas fortunas de manera tan rápida, salvo cuando lo han hecho, como en el caso de México, por sus complicidades y cercanías a las mafias del poder. Para que haya corruptos, tiene que haber corruptores y estos últimos no han tenido límite en sus ambiciones personales.
Los ataques recientes contra la aprobación por unanimidad de Morena para una candidatura mía son parte de esos miedos. La perspectiva de que yo ocupe un escaño por la vía plurinominal en el Senado de la República los tiene molestos, sorprendidos, inseguros y en no pocos casos empavorecidos, ya que durante los últimos 12 años se acostumbraron a utilizar a los políticos, estrategas de medios, hasta sicólogos, publicistas, mercadólogos, abogados mercantilistas y traidores sindicales para engañar y confundir a la población. No tienen vergüenza, porque además utilizan a perros de presa y porros como Javier Lozano Alarcón, que no sólo ha sido gato de Larrea, como éste lo llamó, sino que jamás explicó dónde quedaron los 205 millones de dólares que obligaron al chino Zhen Li Yegon a guardar en su casa bajo amenaza de muerte ( coopelas o cuello) y bajo el patrocinio de Felipe Calderón y su ambiciosa y corrupta esposa, la señora Margarita Zavala.
Esos mismos empresarios tienen contratados extranjeros expertos en campañas sucias y a periodistas nacionales sin escrúpulos ni ética profesional. Ambos al servicio del poder y del dinero, todos colgados de los regalos, cochupos y embutes otorgados por el gobierno y las empresas. No conozco si alguno ha contribuido con publicaciones u obras que se hayan convertido en best sellers (más vendidos) de The New York Times, como lo ha sido con mucho orgullo mi libro El colapso de la dignidad, pero eso sí, se han dedicado a calumniar y desprestigiar sin ninguna ética y menos veracidad, como Raymundo Riva Palacio y Joaquín López Dóriga, entre otros.
Todos han cuestionado o pretendido desconocer las resoluciones del más alto tribunal de la justicia en la nación, la Suprema Corte, que resolvió desde el 28 de agosto de 2014 mi exoneración absoluta, unánime, firme, definitiva e inapelable de todos los ilegales y falsos cargos que inventaron esos mismos nefastos empresarios en mi contra. Fueron 11 acusaciones repetidas por los mismos hechos, con lo cual el propio gobierno violó la Constitución las mismas veces. En un país de primer mundo todos los involucrados estarían en la cárcel, políticos corruptos, traidores sindicales y empresarios juntos. Por eso México tiene que cambiar, porque un país que no respeta el Estado de derecho va al fracaso, al precipicio y al derrumbe total.
Hoy es tiempo de ver hacia el futuro, con la cara y la frente muy en alto. López Obrador no se asusta ni se intimida ante los retos, ya que tiene muy claro quiénes son sus enemigos, los caciques y corruptos, así como sus voceros en los medios de comunicación, y de esto hay registros en sus variados libros. Él sabe muy bien quiénes son los responsables de la destrucción del país y lo que se necesita para reconstruirlo sobre bases de igualdad, democracia y justicia para todos, y no como hasta hora, para unos cuantos.
En esa tarea, en esos objetivos y en esa carrera para lograr un mundo mejor, tiene con él, a su lado, a la mayoría de la clase trabajadora decente, a los académicos e intelectuales, a los jóvenes y las mujeres, y al pueblo de México. Los mexicanos estamos cansados de tantos abusos, de la arrogancia y la impunidad que prevalecen en nuestro país y queremos un cambio. Así es que ahora viene el momento histórico de la transformación democrática y pacífica para que toda la gente de bien, unidos, lo podamos lograr. No desaprovechemos esta oportunidad que nos brinda la historia
No hay comentarios:
Publicar un comentario