Pedro Miguel
E
n las postrimerías del sexenio foxista, y en el contexto de la ofensiva neoliberal para el saqueo de los territorios y en contra de toda forma de organización social autónoma, el entonces secretario general del Sindicato de Mineros y Metalúrgicos (el nombre completo está contenido en la abreviatura SNTMMSSRM) fue sometido a una intensa campaña de acoso judicial y de difamación mediática que se recrudeció a raíz de la tragedia de Pasta de Conchos, de la que ayer se cumplieron 12 años, y de la actitud beligerante que adoptó la organización sindical en defensa de los derechos de sus agremiados. Con la complicidad del entonces secretario del Trabajo, Francisco Javier Salazar, el Grupo México (GM), propiedad de Germán Larrea y concesionario de Pasta de Conchos, negó la toma de nota al secretario general del sindicato, Napoleón Gómez Urrutia, el cual ya había sido acusado el año anterior de malversar 55 millones de dólares que correspondían al acuerdo de privatización de las empresas Cananea y Nacozari en 1990 y que habrían debido ser entregados a la organización gremial por GM. Pero la compañía de Larrea evadió el pago por medio de demandas civiles y a la postre endosó la responsabilidad al líder sindical. Fue una torcedura de la justicia característica de los gobiernos panistas, similar al juicio de desafuero fabricado por el foxismo para impedir que Andrés Manuel López Obrador apareciera en las boletas electorales de 2006. Al mismo tiempo, el corporativo, que cada año obtiene miles de millones de dólares del saqueo de los yacimientos del país, organizó un sindicato blanco para desvirtuar y dispersar las luchas de los mineros en defensa de sus derechos.
El acoso judicial fue continuado y aumentado por Javier Lozano, el siguiente titular de la Secretaría del Trabajo, hasta el grado de que Gómez Urrutia se vio forzado a abandonar el país y buscar asilo en Canadá, ante cuyas autoridades demostró la persecución política de que era víctima. Desde entonces, el líder sindical ha residido en ese país y desde allí ha seguido dirigiendo al SNTMMSSRM, uno de los pocos sindicatos combativos que quedan en el país. Mientras Fox y Calderón repartían concesiones mineras como si fueran dulces de piñata, el exiliado dirigente sindical mantuvo una lucha consistente para articular su organización con otras del extranjero, un importante trabajo teórico que se ha traducido en varios libros y prosiguió su defensa legal para desvirtuar las acusaciones fabricadas. Esta segunda tarea también dio frutos en agosto de 2014, cuando un tribunal colegiado determinó la inconstitucionalidad de las órdenes de aprehensión que se mantenían vigentes en su contra.
Ciertamente, aunque Gómez Urrutia tiene una carrera propia como economista que lo llevó a presidir la Casa de Moneda durante 12 años, posee también raíces en la historia del sindicalismo oficial mexicano: su padre, Napoleón Gómez Sada, fallecido en 2001, presidió el SNTMMSSRM de manera vitalicia y llegó a encabezar el Congreso del Trabajo. Los Gómez, padre e hijo, han conformado en esa organización gremial una sucesión dinástica y permanente, de la que sus detractores se valen para caracterizar al segundo como charro, sin tomar en cuenta que el charrismo ha sido, fundamentalmente, un instrumento del poder priísta para controlar a los trabajadores, y que sin el respaldo presidencial un dirigente sindical de esas características no puede sostenerse, como lo muestran los casos de Carlos Jonguitud Barrios, Joaquín Hernández Galicia, La Quina, y Elba Esther Gordillo. En contraparte, la sumisión al presidente (priísta o panista) de los líderes sindicales petroleros les ha permitido mantener una corrupción monumental e impune. Así pues, Gómez Urrutia ha de ser visto como un caso singular que si bien proviene del charrismo clásico, ha sostenido una confrontación de décadas en contra del régimen y en defensa de los derechos laborales ante las mineras depredadoras, empezando por las canadienses. Si alguien desea constatarlo, puede hacerlo en la página de la organización:www.sindicatominero.org.mx/.
En esas circunstancias, el único factor que permite explicar su persistencia en la dirigencia es el respaldo de sus bases. Los mineros y metalúrgicos del país lo apoyan abrumadoramente y sus razones tendrán.
La postulación de Gómez Urrutia para un cargo senatorial por Morena desató un avispero de críticas. Sorprende el que, a estas alturas, tanta gente (incluso algunas personas progresistas y de izquierda) siga creyendo las mentiras urdidas en torno a la figura del dirigente sindical por el trángulo Presidencia/Grupo México/Televisa. Son los daños colaterales de la guerra sucia emprendida desde 2005.
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