jueves, 22 de febrero de 2018

México SA

Corrupción galopante
México en caída libre
Pepe Meade: qué noble
Carlos Fernández-Vega
E
l matorral resultó altamente productivo: el gobierno peñanietista yasociados cosechan más y más logros y premios, que no sólo cuentan mucho, aunque no los cuenten, sino que exacerban lo que el inquilino de Los Pinos alegremente denomina irritación social, especialmente en tiempos electorales.
Desde 1995 la organización Transparencia Internacional elabora y divulga su Índice de Percepción de la Corrupción, y año tras año México destaca en la comunidad de naciones, pero por ser un país cada vez más corrupto y hundido en este cáncer social.
La citada organización divulgó ayer su informe correspondiente a 2018 (con información al cierre de 2017) y su resultado, aunque previsible, no deja de alarmar: México acelera su caída libre en materia de combate a la corrupción (comprometido por todos los gobiernos, e incumplido por todos los gobiernos), y se ubica como el peor entre las naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Grupo de los 20 (G-20).
Además, en la escalera mundial, México cerró 2017 en el peldaño 135 (o lo que es lo mismo, seis escalones abajo con respecto a 2016, cuando se ubicó en el 129), con lo que en materia de corrupción nuestro país aparece entre Laos y Papúa Nueva Guinea.
Además, su puntaje cayó de 30 a 29, en el entendido de que cero es igual a muy corrupto y 100 a muy transparente, de acuerdo con la medición de Transparencia Internacional. De hecho, quedó muy por debajo de la media mundial, que fue de 43 puntos.
Si bien el gobierno de Enrique Peña Nieto incrementó sustancialmente elmedallero mexicano en materia de corrupción, también cierto es que no es el único, aunque aparezca como alumno adelantado. Desde 1995 Transparencia Internacional elabora y divulga el Índice de Percepción de la Corrupción, y para el caso nacional desde entonces la constante ha sido –sexenio tras sexenio– el hundimiento.
En el primero de ellos (1994-1995, final del sexenio salinista y comienzo del zedillista) México ocupó el escalón número 32 (en esa ocasión el inventario de naciones supervisadas sumó 41), ubicándose entre Colombia e Italia. Y de allí para el real. Al cierre de su administración, Ernesto Zedillo –que prometió combatir la corrupción– provocó que México cayera al peldaño número 59 de 90 posibles (27 sitios por debajo del cierre de su predecesor), una posición similar a la reportada para Zambia, Colombia, Etiopía y Tailandia.
En el balance, la llegada del cambio no cambió absolutamente. Por el contrario, consolidó los logros priístas y aceleró la corrupción. Vicente Fox y Martita Sahagún hundieron aún más al país: del peldaño 59 que heredó Zedillo, México cayó al escalón 70, del tal suerte que la corrupción en nuestro país se equiparaba a la reportada en naciones como Egipto, Ghana, India, Perú, Arabia Saudita y Senegal.
Llegó Felipe Calderón y todavía fue peor. La parejita presidencial heredó el peldaño número 70 y el ahora marido de la candidata independiente, Margarita Zavala, provocó que en el citado índice México se desplomara al sitio 105 (de 174 naciones consideradas en el estudio), con lo que la corrupción imperante en nuestro país se equiparaba con la de Gambia, Kosovo, Malí y Filipinas.
Pero en Los Pinos se instaló Enrique Peña Nieto, cuyo gobierno registra escándalo tras escándalo asociados, siempre, a la corrupción. En 2012, de Felipe Calderón heredó el peldaño número 105 en lo que a corrupción internacional se refiere, y en 2017 (quinto año de su administración”) el país se desplomó al escalón 135, de 180 posibles. Y aún falta la evaluación de 2018.
Parece un concurso: en el sexenio de Ernesto Zedillo México se desplomó 27 escalones en el ranking internacional de la corrupción; en el de Vicente Fox se hundió 11; en el de Felipe Calderón 35 y en el de Peña Nieto 30 (falta el registro del cierre de gobierno). En los 22 años, la caída libre del país ha sido de 103 escalones, y contando, con una corrupción galopante.
Así, con base en el inventario citado, en materia de corrupción Felipe Calderón obtiene la medalla de oro; Enrique Peña Nieto la de plata (insisto: falta el registro de 2018) y Ernesto Zedillo la de bronce. El ranchero no cantó mal, pero se quedó con la cuarta posición. Y todos ellos, junto con asociados, se retiraron del gobierno hinchados de dinero y con un grueso portafolios de negocios (todos ellos a costillas de la nación) para retirarse en la justa medianía.
Y como la mata sigue dando, allí están los informes de la Auditoría Superior de la Federación, organismo que donde aprieta sale boñiga. Ayer reveló que la administración de la Cámara de Diputados no logró acreditar el uso y destino de mil 616 millones 214 mil pesos en el ejercicio presupuestal de 2016, y dio cuenta de que a través del ramo Subvenciones y otros conceptos, relacionados con actividades legislativas, significaron un mar de opacidad en el ejercicio de los recursos públicos: subsiste una limitada rendición de cuentas de los recursos ejercidos en subvenciones y otros conceptos, que en 2016 ascendieron a mil 616 millones 214 mil pesos, y por tanto no se contó con la información que permitiera evaluar la racionabilidad del gasto, o bien, comprobar que los recursos se ejercieron para llevar a cabo los trabajos legislativos (La Jornada, Enrique Méndez y Roberto Garduño).
No es el único caso, desde luego. Con Rosario Robles al frente de la Sedatu, esa dependencia provocó un quebranto de 3 mil 855 millones de pesos, al desviarlos de recursos del Programa de Infraestructura al pago de convenios con universidades, programas sectoriales y cuentas bancarias aún sin identificar, reveló la Auditoría Superior de la Federación. El ente revisor del gasto gubernamental descalificó el ejercicio de los recursos públicos en dicha secretaría. El análisis de la gestión financiera y operativa ahí, arroja que de 6 mil 231 millones de pesos ejercidos en el capítulo 4000 del Programa de Infraestructura, la Sedatu ejerció 3 mil 855 millones en conceptos de gastos distintos a los autorizados.
Y la Chayo Robles asegura: quienes me atacan son misóginos. Sí, chucha.
Las rebanadas del pastel
Una vez más José Antonio Meade rechaza ser el padre del gasolinazo. Entonces, como en los culebrones de Televisa, al pobre candidato le dejaron al chamaco en el quicio de su puerta, con una cartita en el cesto que decía: No tengo con qué mantenerlo; por favor dale legitimidad. Y él, noblemente, lo hizo.
Twitter: @cafevega

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