jueves, 28 de febrero de 2019

Pasta de Conchos no se olvida

Napoleón Gómez Urrutia
P
obreza, necesidades extremas, amargura y dolor han tenido que superar las familias de los compañeros mineros fallecidos en la mina de Pasta de Conchos, Coahuila. El sufrimiento y la carga emocional de los deudos han sido inmensos. Difícil de soportar no haberle dado el derecho a las familias de una digna sepultura a sus seres queridos, no poder acudir a rezar, a llorar, a llevarle flores al esposo, al padre, al hermano o al amigo que perdió la vida en la fatídica explosión de la mina 8 de San Juan de Sabinas, aquel 19 de febrero de 2006.
Este hecho fue un oprobioso homicidio industrial que el ex presidente Vicente Fox Quesada utilizó como botín político, económico y persecutorio contra el Sindicato Nacional de Mineros y contra mí para proteger a su amigo y cómplice Germán Feliciano Larrea Mota Velasco.
Este ruin –y totalmente falto de valores– empresario intentó ocultar su responsabilidad en este homicidio industrial, así como la complicidad que le prestó el gobierno del señalado Fox Quesada.
Han pasado 13 largos años desde el estallido en Pasta de Conchos, tiempo en que los trabajadores mineros, metalúrgicos y siderúrgicos hemos luchado por tres puntos fundamentales, que hoy volvemos a revivir: primero, el rescate de los cuerpos de los compañeros caídos en Pasta de Conchos; segundo, la indemnización justa y digna para todas y cada una de las familias afectadas por este homicidio industrial, y tercero, que se reabra una investigación para averiguar las causas que motivaron esta tragedia y se sancione con rigor a los responsables de la negligencia criminal cometida en esta mina.
En esos 13 años, tanto los tres sucesivos presidentes de México –Fox, Calderón y Peña Nieto–, como los directivos del consorcio Grupo México, han hecho oídos sordos a la demanda de rescate de los cuerpos de los compañeros mineros. Esto ha mantenido en tensión absoluta las relaciones de dicha empresa con sus trabajadores, y con el Sindicato Minero en particular, que en protesta ya se ha desligado de toda relación contractual con dicha empresa.
En la actualidad se respiran aires de esperanza. El 19 de febrero pasado el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que no descarta la opción de pedir que se haga una excavación para recuperar los cuerpos de los mineros fallecidos en Pasta de Conchos, Coahuila. Declaró nuestro Presidente que “todo lo que signifique hacer justicia y dejar en libertad los procedimientos para que las autoridades competentes resuelvan, lo vamos a hacer… que no se descarte, incluso que mediante una decisión voluntaria, concertada, la empresa lleve a cabo una exploración para sacar los restos de los que quedaron atrapados en la mina en aquella fecha fatídica”.
“Creo que eso ayudaría mucho en la reconciliación entre las partes… que especialistas del mundo puedan opinar para que se hagan, si es posible, las excavaciones y se rescaten los restos de los fallecidos. Es curar heridas, todo lo que hagamos en ese sentido, estamos dispuestos a plantearlo a la empresa”, indicó López Obrador. En los pasados 13 años los directivos de Grupo México han querido ocultar su responsabilidad, así como su despreciable esencia, corrompiendo a abogados, a políticos, a jueces, a periodistas y medios de comunicación, a despachos de especialistas, así como muchas otras organizaciones y personas, para que esta tragedia quedara sepultada, para que no se supiera más de ella y que no se volviera a mencionar.
Esta vil empresa ha querido desviar la atención de su responsabilidad en Pasta de Conchos, así como en el peor desastre ambiental que ha visto esta nación, ocurrido en Sonora en 2014, tratando de dar una imagen de ser socialmente responsables, cuando ya las mexicanas y los mexicanos claramente se han percatado de su perversidad.
Las palabras de nuestro Presidente son de gran alivio y esperanza para los deudos de los 65 compañeros mineros fallecidos ese infame 19 de febrero de 2006. Son un gran impulso hacia la justicia y hacia lo que humanamente se puede lograr para aminorar los efectos negativos de esta irreparable pérdida.
Nuestro más ferviente deseo es que no vuelvan a ocurrir estas tragedias. Que no vuelvan a suceder estos abusos, estas violaciones a los derechos laborales, todo por tener ganancias a costa de lo que sea, incluso de la vida y de la salud de los trabajadores. Resulta inexorable que se haga justicia en Pasta de Conchos, y de eso habremos de estar muy pendientes.

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