lunes, 14 de septiembre de 2020

México SA


¿BID: democracia a la gringa // Gobiernos agachones la avalan

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ara nadie es un secreto que el salvaje de la Casa Blanca por el arco del triunfo se pasa todo tipo de acuerdos, convenios, consensos, tradiciones (léase pactos entre países o bloques de naciones) y conexos, y es usual que Donald Trump agarre vuelo y actúe como chivo en cristalería, tope donde tope. De ello ha dejado abundante constancia desde los tiempos electorales estadunidenses de 2016, algo en lo que, por si hubiera duda, ahora insiste ante sus ansias releccionistas.

Una de las más recientes tradiciones violentadas por el mandatario de EU es el nombramiento del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el cual –por medio de un acuerdo político fundacional– corresponde a las naciones latinoamericanas que conforman dicha institución financiera. Así había sido desde su fundación, en 1959. Desde entonces, cuatro fueron las cabezas visibles del BID: un chileno (Felipe Herrera), un mexicano (Antonio Ortiz Mena), un uruguayo (Enrique Iglesias) y un colombiano (Luis Alberto Moreno).

Pero a Trump las tradiciones y los acuerdos le valen y en la más reciente elección del presidente del BID (sábado pasado) impuso a otro energúmeno como candidato único, el ultraderechista Mauricio Claver-Carone, quien hasta días atrás fungió como director del Consejo Nacional de Seguridad para el hemisferio occidental en la Casa Blanca, es decir, como el sicario oficial contra Cuba, Venezuela y todo aquel país que ose llevarle la contraria. Algo así como un Oliver North sin uniforme militar, aunque con las mismas prácticas execrables. Y la mayoría de los agachones gobiernos regionales votaron a favor.

Entre otras gracias, Claver-Carone fue, también por imposición de Trump, director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional, y durante su paso por esa institución financiera fue uno de los responsables de otorgar un mega crédito al gobierno de Mauricio Macri (alrededor de 60 mil millones de dólares), con la intención de lograr la relección del miserable empresario, pero lo único que consiguieron fue hundir económicamente al país austral y una derrota aparatosa en las urnas.

El problema en el BID, como en el FMI y el Banco Mundial, es la democracia institucional –impuesta por Estados Unidos, desde luego–, pues el poder de voto de los países participantes depende de los aportes financieros.

En ese caso, Estados Unidos tiene el mayor poder de voto (aunque sin derecho a obtener préstamos de la institución), con 30 por ciento del total. De acuerdo con las cifras publicadas, Claver-Carone obtuvo 66.8 por ciento de la votación. Lo que ha trascendido es que las representaciones de México, Argentina, Costa Rica, Chile (sorpresivamente, porque Sebastián Piñera es uno de los gatos de Trump) y la Unión Europea se pronunciaron en contra del candidato gringo.

En conjunto, esas cuatro naciones latinoamericanas tienen un poder de voto de 22.23 por ciento del total (Argentina, 11.35; México, 7.3; Chile, 3.12, y Costa Rica, 0.46). A ello se suma 10 por ciento de la Unión Europea. Otra nación regional con cierto grado de influencia es Brasil, con 11.35 por ciento, pero otro salvaje, Jair Bolsonaro (que va de la mano de Trump) se pronunció a favor de Claver-Carone.

Así, el candidato impuesto logró la victoria con la aportación del resto de las naciones latinoamericanas y caribeñas, con proporciones muy reducidas (decimales, mayoritariamente) en cuanto a poder de voto, por lo cual obtendrán migajas, como siempre.

Es la misma práctica prevaleciente en las instituciones financieras surgidas de los acuerdos de Bretton Woods (que no es el caso del BID), es decir, el FMI y el Banco Mundial, en donde el poder de voto también depende de las aportaciones de cada nación, aunque el acuerdo –hasta ahora respetado– es que sus directivos los nombran europeos y gringos, respectivamente.

He allí, pues, una muestra de la democracia impuesta por Estados Unidos.

Las rebanadas del pastel

El jalisciense Enrique Alfaro resulta muy bravo en lo virtual, pero un despreciable lamebotas en lo presencial.

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