lunes, 28 de junio de 2010

México SA


¿Qué beneficio social sin tenencia?

Siempre aumentan, nunca bajan precios de gasolinas

Carlos Fernández-Vega

Más allá del evidente cuan desesperado refrito electorero de promesas de campaña protagonizado días atrás por el inquilino de Los Pinos, y la ácida reacción que sobre el particular tuvieron los partidos políticos (el PAN no se considera como tal, por ser instrumento personal de Felipe Calderón) a escasos días de los comicios en 12 entidades de la República, en las que se elegirá gobernador, la cuestión es: ¿qué beneficio concreto conlleva la eliminación gradual” del impuesto federal de la tenencia por el uso de automóviles?, porque sólo aplica a vehículos nuevos (con sus matices), aunque deja abierta la puerta de par en par para que las arcas estatales lo cobren a partir del primero de enero de 2012. ¿Cuál sería, entonces, el beneficio social?
Si bien el objetivo de tal disposición es ayudar a la industria automotriz trasnacional que opera en México y no a las “familias mexicanas”, el abajo firmante del decreto electorero que “elimina gradual- mente” la tenencia, asegura que con tal disposición “impulsa los cambios que demanda un futuro de bienestar y de progreso para México y para todos los mexicanos”. ¿Todos?, porque en el mejor de los casos relativamente se beneficiaría a 0.9 por ciento del padrón de contribuyentes, que serían subsidiados por el resto de los contribuyentes, de los que las arcas federales se nutren. No cabe duda que al susodicho le encantan los excesos verbales.
Algún priísta, perenne becario del presupuesto nacional, consideró que si Calderón “realmente quisiera ayudar a la economía de los mexicanos, que autorice ya detener el alza de los precios de la gasolina”, independientemente de que el asunto de la tenencia de años atrás lo aterrizó el Legislativo, y de ello da cuenta el Diario Oficial de la Federación, en su edición del 21 de diciembre de 2007 (Reformas que derogan y adicionan diversas disposiciones de la Ley de coordinación fiscal, de la Ley del impuesto sobre tenencia o uso de vehículos).
Entonces, el “beneficio” social del más reciente anuncio del inquilino de Los Pinos es, pues, inexistente. Pero, ¿en qué y a quiénes ayudaría cancelar el alza permanente a los precios de las gasolinas y el diesel, como propone el susodicho becario? Un análisis de la Cámara de Diputados señala que el cancelado subsidio al consumo de la gasolina y el diesel registraba un carácter regresivo, puesto que beneficiaba a los hogares con los ingresos más altos, los que concentraban 19 por ciento del consumo. Por el contrario, a los hogares con menos ingresos correspondió el 2.8 por ciento. Hasta allí todo bien, aparentemente. El efecto negativo en el plano social comienza con el impacto que tiene el permanente aumento de precios de los combustibles, pues repercute, con furia, en toda la cadena productiva y genera incrementos por doquier en proporciones mucho mayores a los registrados en los propios combustibles, lo que afecta de inmediato y fundamentalmente a los sectores más empobrecidos del país, que al final de cuentas son el grueso de la población, reduciendo aún más su de por sí famélico poder adquisitivo y deteriorando al extremo su precaria condición de vida.
El citado análisis lo sintetiza así: el circuito aumento-congelamiento-aumento de los precios de las gasolinas y el diesel en México ha provocado que durante el periodo 2007-2010 los mexicanos enfrenten un ciclo de subsidio-carga tributaria-subsidio por el consumo de estos petrolíferos, lo que significa que cuando el país está en la fase del ciclo de subsidios se impacta negativamente las finanzas públicas, porque se reduce la recaudación de los ingresos tributarios, del impuesto especial sobre producción y servicios, es decir, existe una transferencia de recursos públicos a favor de los consumidores mexicanos. Por el contrario, cuando el subsidio es eliminado o los precios de estos petrolíferos son más altos en México que en Estados Unidos, la recaudación del impuesto especial se fortalece, en detrimento de los bolsillos de los consumidores.
El consumidor estadunidense, al estar sometido a un modelo flexible de precios, cuando compra dichos petrolíferos se beneficia de periodos de abaratamiento de las gasolinas y el diesel medido en dólares por litro; por el contrario, en México, dado el sistema rígido de precios que impera, los consumidores sufren incrementos o congelamiento en moneda nacional, aún cuando los precios internacionales de los hidrocarburos, de las gasolinas y el diesel estén a la baja. En México siempre hay aumento, nunca reducción de precio, con el consecuente “empuje” al alza en los demás precios de la cadena productiva, excepto el salario.
México y Estados Unidos mantienen mecanismos diametralmente opuestos para la determinación del precio al consumo final de las gasolinas y el diesel. En México se emplea un modelo basado en precios administrados. Una de sus características es que ante incrementos en el precio internacional de los hidrocarburos, los precios a los consumidores finales de las gasolinas y diesel no se ajustan automáticamente, lo hacen con más lentitud, generalmente mediante decretos emitidos por el gobierno federal. Por el contrario, en Estados Unidos se emplea un mecanismo de precios liberados que funcionan bajo un esquema de libre competencia, son altamente elásticos a los movimientos de los precios internacionales de los hidrocarburos, de tal manera que los precios de las gasolinas y el diesel se ajustan automáticamente a la evolución del mercado petrolero mundial (alza o descenso).
Una de las ventajas de mantener un sistema de libre competencia (que no es el caso mexicano), es que el precio de las gasolinas y el diesel reflejan sus costos de producción y, como consecuencia, bajan cuando el precio de los hidrocarburos, principal materia prima utilizada para la producción de petrolíferos, se reduce, y viceversa; por el contrario, bajo un esquema de precios administrados (el de México), independientemente de la tendencia del mercado petrolero, los precios de las gasolinas y el diesel generalmente se fijan al alza.
Las rebanadas del pastel
Ayer, muy temprano por la mañana, Ernesto Cordero, secretario calderonista de Hacienda, se animó a divulgar en público dos pronósticos: a) “no hay ninguna duda, (la selección de) México va a ganar, va a ser un partido (contra la de Argentina) muy sufrido, pero vamos a ganar”; b) la economía mexicana muestra “una recuperación muy sólida”. Ni por aproximación atinó el primero, porque el “sueño mundialista” acabó en pesadilla, como siempre, y el segundo, con 50 por ciento de la población en la pobreza y el país sostenido con alfileres, parece que tampoco.
cfvmexico_sa@hotmail.commexicosa@infinitum.com.mx

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