Gulp, bang, smack
Nueva realidad
Tiempos violentos
ABC, Oaxaca, Atenco
Julio Hernández López
TOQUE DE SILENCIO. El secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, encabezó en el Centro de Alto Mando de la Policía Federal la ceremonia luctuosa en honor de 15 agentes que han muerto en diferentes enfrentamientos ocurridos en Michoacán y Chihuahua. El titular de la Secretaría de Seguridad Publica federal, Genaro García Luna, también estuvo presente, así como amigos y familiares de los uniformados que recibieron el homenaje de cuerpo presente Foto Luis Carbayo/Cuartoscuro
Es una especie de estabilidad volátil, de calma presagiosa, de continuidad alerta. Podría decirse que las líneas básicas del libreto público se cumplen con aplicación gélida: lo esencial transcurre, lo tradicional se cumple. Pero hay en todo el país una corriente de aires imprecisos que trastoca papeles, remueve certidumbres y adelanta tiempos aún más difíciles. Esa nueva realidad, en negativa evolución constante, aún no es aceptada conscientemente por la mayoría de los ciudadanos ni es procesada y añadida a sus formas de expresión política y social. Pareciera que se está aún en los tramos de un mismo proceso conocido que, por tanto, deberá tener resoluciones y desenlaces conforme a los métodos y sistemas ya antes experimentados. Muchos son los que siguen a la espera de que termine la mala racha, que se reinstale sobre las vías sabidas el tren temporalmente descarrilado, que amaine la tormenta circunstancial, que se compongan las cosas.
Pero este México ya no es el México del ayer reciente. No el de 2006, ni siquiera el de la segunda mitad de 2009. Hoy se está viviendo en nuestro país un proceso de desmantelamiento apresurado del escaparate muchas veces sólo vigente en términos visuales, pero a fin de cuentas existente, “disponible”, de un conjunto de derechos y obligaciones sociales derivadas del pacto popular que emergió de la llamada Revolución Mexicana y que el priísmo, para sus fines de control electoral y enriquecimiento de elites, mantuvo “en existencia” durante décadas, hasta que el panismo impulsado por Estados Unidos y empresarios mexicanos deseosos de sostener su estatus privilegiado mediante cambios gatopardistas, impulsaron una presunta transición democrática que apenas llegó a alternancia de partidos en el poder.
Lo que hoy sucede en el país no es, como una lectura apresurada pudiese sugerir, una tragicómica sucesión de errores motivada por un gobierno de mediocres y antipatriotas que son capaces de cometer las peores tonterías del mundo. El “tonto” Fox y el “torpe” Calderón han cambiado drásticamente la realidad nacional, consolidando la rapacería como criterio de ejercicio del poder público, abriendo contractualmente las puertas a los intereses trasnacionales como nunca antes, implantando el miedo como método de control, concentrando la riqueza nacional en las manos de unos cuantos que se pelean entre ellos por márgenes de ganancia y generosidad de concesiones, pero no por diferencias sustanciales, disolviendo el espíritu cívico, la noción de la competencia electoral, la esperanza colectiva y disminuyendo notablemente la altura y profundidad de la estantería de derechos y obligaciones sociales: un México intencionalmente desfondado, una patria convenientemente desesperanzada, una ciudadanía cultivadamente dividida y confrontada.
Allí están, por ejemplo, las sapientísimas discusiones en la Suprema Corte que a fin de cuentas acaban demostrando que no hay justicia en la nación, pues de nada sirven los montajes indagatorios respecto a hechos altamente sensibles si a fin de cuentas todo queda en señalamientos vagos, no individualizados, mero ejercicio de desahogo documental y oratorio entre togas. Ya antes fue Oaxaca el ejemplo de que nada trascendente se logra en esas instituciones blanqueadas (Ulises sigue como si nada, a pesar de todo lo criminalmente hecho contra ciudadanos opositores a su tiranía que ahora pretende mantener mediante elecciones “democráticas”). Ahora es el caso de la guardería ABC, que se irá igualmente por el caño de las buenas intenciones expresadas en propuestas como la del ministro Zaldivar que fueron votadas negativamente por la mayoría de sus colegas. Y allí sigue pendiente el expediente de los presos de Atenco, catálogo contundente de violaciones a la legalidad y uso faccioso de la institucionalidad para castigar disidencias.
Menos pretenciosas, pero allí están las declaraciones y decisiones del folclórico gobernador de Nayarit, Ney González, al adelantar el cierre de cursos escolares porque prevé enfrentamientos que podrían dañar a los estudiantes, pero no sólo a ellos, pues el mandatario porcentualmente constructor del Nuevo Vallarta estima que vienen días violentos en Tepic, a causa de “operaciones de carácter quirúrgico; ir a extirpar lo que tenemos que extirpar en los lugares que sabemos”.
Belicismo médico que contrasta con las destilaciones alegres del siempre desconcertante Felipe Calderón que pone buena cara a la desgracia y anuncia desde Baja California Sur una nueva fase de su teoría de las percepciones sociales: hay que promover la imagen de México, exhorta, pero no piensa en ajusticiados, decapitados o balaceras urbanas, ni en pirámides y playas, sino ¡oh! en “un proyecto integral de publicidad, sí, pero principalmente de relaciones públicas, en la que estamos contratando a las mejores agencias del mundo para promover integralmente la imagen de México. Sí, para explicar los problemas que tenemos, pero también cómo los enfrentamos; pero, sobre todo, para mostrar lo que nuestro país tiene que ofrecer, y que es mucho, a cualquier visitante del mundo”. ¡Gulp que al ser pronunciado suena a Bang pero la publicidad y las relaciones públicas convertirán en Smack!
Astillas:
Hay una avidez de discusión sobre el presente y futuro de la izquierda en México que, por fortuna, supera con amplitud las expresiones de fanatismo e intolerancia. Es necesario abrir los armarios, revisar la caducidad de lo almacenado, replantear modos y formas a la luz de los tiempos corrientes, y repeler las provocaciones y las expresiones “ultra” que históricamente acaban sirviendo a los intereses contrarios y que con frecuencia provienen de infiltraciones. 2010 no será una redición compensatoria de 2006, y las opciones electorales de “cambio” se encaminan a esa cita, hasta ahora, en condiciones de fabricada desventaja respecto al proceso en que López Obrador buscó por primera vez la Presidencia de la República... Y, mientras esta columna ya no alcanzaba a comentar el mensaje por cadena nacional de FC, ¡hasta mañana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
Pero este México ya no es el México del ayer reciente. No el de 2006, ni siquiera el de la segunda mitad de 2009. Hoy se está viviendo en nuestro país un proceso de desmantelamiento apresurado del escaparate muchas veces sólo vigente en términos visuales, pero a fin de cuentas existente, “disponible”, de un conjunto de derechos y obligaciones sociales derivadas del pacto popular que emergió de la llamada Revolución Mexicana y que el priísmo, para sus fines de control electoral y enriquecimiento de elites, mantuvo “en existencia” durante décadas, hasta que el panismo impulsado por Estados Unidos y empresarios mexicanos deseosos de sostener su estatus privilegiado mediante cambios gatopardistas, impulsaron una presunta transición democrática que apenas llegó a alternancia de partidos en el poder.
Lo que hoy sucede en el país no es, como una lectura apresurada pudiese sugerir, una tragicómica sucesión de errores motivada por un gobierno de mediocres y antipatriotas que son capaces de cometer las peores tonterías del mundo. El “tonto” Fox y el “torpe” Calderón han cambiado drásticamente la realidad nacional, consolidando la rapacería como criterio de ejercicio del poder público, abriendo contractualmente las puertas a los intereses trasnacionales como nunca antes, implantando el miedo como método de control, concentrando la riqueza nacional en las manos de unos cuantos que se pelean entre ellos por márgenes de ganancia y generosidad de concesiones, pero no por diferencias sustanciales, disolviendo el espíritu cívico, la noción de la competencia electoral, la esperanza colectiva y disminuyendo notablemente la altura y profundidad de la estantería de derechos y obligaciones sociales: un México intencionalmente desfondado, una patria convenientemente desesperanzada, una ciudadanía cultivadamente dividida y confrontada.
Allí están, por ejemplo, las sapientísimas discusiones en la Suprema Corte que a fin de cuentas acaban demostrando que no hay justicia en la nación, pues de nada sirven los montajes indagatorios respecto a hechos altamente sensibles si a fin de cuentas todo queda en señalamientos vagos, no individualizados, mero ejercicio de desahogo documental y oratorio entre togas. Ya antes fue Oaxaca el ejemplo de que nada trascendente se logra en esas instituciones blanqueadas (Ulises sigue como si nada, a pesar de todo lo criminalmente hecho contra ciudadanos opositores a su tiranía que ahora pretende mantener mediante elecciones “democráticas”). Ahora es el caso de la guardería ABC, que se irá igualmente por el caño de las buenas intenciones expresadas en propuestas como la del ministro Zaldivar que fueron votadas negativamente por la mayoría de sus colegas. Y allí sigue pendiente el expediente de los presos de Atenco, catálogo contundente de violaciones a la legalidad y uso faccioso de la institucionalidad para castigar disidencias.
Menos pretenciosas, pero allí están las declaraciones y decisiones del folclórico gobernador de Nayarit, Ney González, al adelantar el cierre de cursos escolares porque prevé enfrentamientos que podrían dañar a los estudiantes, pero no sólo a ellos, pues el mandatario porcentualmente constructor del Nuevo Vallarta estima que vienen días violentos en Tepic, a causa de “operaciones de carácter quirúrgico; ir a extirpar lo que tenemos que extirpar en los lugares que sabemos”.
Belicismo médico que contrasta con las destilaciones alegres del siempre desconcertante Felipe Calderón que pone buena cara a la desgracia y anuncia desde Baja California Sur una nueva fase de su teoría de las percepciones sociales: hay que promover la imagen de México, exhorta, pero no piensa en ajusticiados, decapitados o balaceras urbanas, ni en pirámides y playas, sino ¡oh! en “un proyecto integral de publicidad, sí, pero principalmente de relaciones públicas, en la que estamos contratando a las mejores agencias del mundo para promover integralmente la imagen de México. Sí, para explicar los problemas que tenemos, pero también cómo los enfrentamos; pero, sobre todo, para mostrar lo que nuestro país tiene que ofrecer, y que es mucho, a cualquier visitante del mundo”. ¡Gulp que al ser pronunciado suena a Bang pero la publicidad y las relaciones públicas convertirán en Smack!
Astillas:
Hay una avidez de discusión sobre el presente y futuro de la izquierda en México que, por fortuna, supera con amplitud las expresiones de fanatismo e intolerancia. Es necesario abrir los armarios, revisar la caducidad de lo almacenado, replantear modos y formas a la luz de los tiempos corrientes, y repeler las provocaciones y las expresiones “ultra” que históricamente acaban sirviendo a los intereses contrarios y que con frecuencia provienen de infiltraciones. 2010 no será una redición compensatoria de 2006, y las opciones electorales de “cambio” se encaminan a esa cita, hasta ahora, en condiciones de fabricada desventaja respecto al proceso en que López Obrador buscó por primera vez la Presidencia de la República... Y, mientras esta columna ya no alcanzaba a comentar el mensaje por cadena nacional de FC, ¡hasta mañana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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