lunes, 21 de junio de 2010

Astillero


¡Por Monsi, bohemios!

Documentar el pesimismo

Pudor en la farándula

Ciudadanos remisos

Julio Hernández López


Los cronistas del horror documentan nuestro pesimismo: un pequeño asomo justiciero de la
omisión Nacional de los Derechos Humanos es aplastado mediática y políticamente por el aparato policiaco-militar que penosamente administra a nuestro país. Fernando Gómez-Mont, cumbre y síntesis del analfabetismo social de los funcionarios calderonistas sobrados de rollo teórico y pretensiones de fofa pedagogía comunal, justifica y absuelve a los hombres de verde olivo que el pasado abril habrían acribillado en Tamaulipas a dos niños, según insistente e invariada denuncia de sus padres, presentes en los hechos, que la CNDH –ya no soberanista– ha confirmado sin sombra de duda. El secretario de Gobernación suple las faltas de los alegatos defensivos castrenses y condena de antemano a las víctimas a asumirse como culpables necesarios para el buen funcionamiento hipócrita y delictivo de las instituciones. Desde un flanco presuntamente civil y político, el diputado Ardelio Vargas critica sombríamente a la misma CNDH ahora presidida por Raúl Plascencia, para demostrar que el poder militar no permitirá ser tocado ni por el pétalo de una crítica o acusación de la defensoría oficial de los derechos humanos en México. No es poca cosa, aunque tantos distractores actuando sobre el mismo foro apenas permiten aquilatar el hecho. De ahora en delante ni el ombudsman oficial será tolerado en cuanto a denuncias contra la militarización y su diario saldo de agravios. Si así le va al titular de un órgano creado y financiado por el propio Estado para dar salida a tensiones sociales a causa de abusos del poder, ¿qué les puede esperar a los organismos no gubernamentales y a los ciudadanos que se atreven a hacer denuncias individuales?
Escenas de pudor y liviandad en la farándula partidista: sumamente celoso de su honra política, el impoluto Peña Nieto se queja de espionajes políticos y feas maniobras en su contra (guerra sucia, dice), mientras algunos avispados chicuelos de la cuadra, como el senador beltronista Navarrete, denuncian la existencia de un cártel de gobernadores priístas dedicados al tráfico electoral. En otro casillero, el jefe del gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, anuncia que en 2011 continuarán las alianzas entre PRD y PAN, en ese año para presentar candidato compartido contra el actual mandatario del estado de México. No lo dice el carnal Marcelo porque no lo puede plantear así, pero con esa prematura justificación de posteriores alianzas perreánicas (sin siquiera tomar en cuenta los resultados electorales del próximo mes) está pavimentando más kilómetros de pragmatismo rumbo a un eventual pacto del agua blanquiazul y el aceite negro y amarillo para presentar un aspirante presidencial conjunto, de preferencia a alguien que pueda enhebrar una casa común en el mar en celo.
Nuevo catecismo para ciudadanos remisos: a dos años del News Divine no hay justicia verdadera, impunes los verdaderos culpables, subsistentes las mismas políticas de represión a los jóvenes y de negación de espacios y actividades para su recreación. Pero aquella capitalina estampa dolorosa apenas fue un ensayo de los desastres por venir, convertida hoy la nación en espeluznante nota roja sostenida, como si la única literatura masivamente posible fuera la de la famosa revista Alarma! Ayer, por ejemplo, en una gesta simple de gratitudes empistoladas, el Día del Padre fue convertido por narcotraficantes de buenos sentimientos en oportunidad de recuerdos emocionados y coronas de flores con mensajes adjuntos: El Grande dice haber querido como un padre a Arturo Beltrán Leyva, El jefe de jefes, ya difunto, y en aras de esas fidelidades sostiene estar dispuesto a exterminar al traidor apodado La Barbie.
¡Por Monsi, bohemios! Voces lúcidas, cargadas a la izquierda, han ido callando. El gran Carlos Montemayor, desde luego. Y apenas este fin de semana ha terminado su tecleo en Lanzarote el joven entusiasta que bajo físico envejecido tejía historias luego firmadas por José Saramago. Este sábado ha tocado el turno de descanso a Carlos Monsiváis, la conciencia crítica de nuestros tiempos, el escritor incansable, múltiple y lúcido, que supo de manera perseverante deshacer los mitos del poder, promover la cultura popular, explicar los nudos, roturas y desamarres de lo social entendido como un todo que luego se comunica y revela desde flancos específicos que pueden estar junto a uno sin que seamos capaces de entender esos universos a partir de las gotas de agua frente a nuestros ojos.
La muerte de Monsiváis llega justamente cuando más se necesitan su oficio y su insistencia. Un México desangrado, que fluctúa dolorosamente entre la ridiculez de sus funcionarios intelectualmente enanos y la tragedia de las decisiones infames que van tomando, requiere de voces claras, fuertes, incorruptibles, inmanejables, que den testimonio, hagan luz y mantengan la esperanza. ¡Buen viaje, Carlos!
Astillas
Los Pinos está echando mano de sus fierros para tratar de descarrilar, enturbiar o cuando menos manosear las elecciones estatales donde las mañas priístas auguran triunfos al clásico estilo del haiga sido como haiga sido. En esas reyertas de callejón oscuro, Calderón está renunciando al ejercicio mínimo de la condición de eje equilibrador de la política nacional que teóricamente debería desempeñar el ocupante de la residencia presidencial. Además del golpeteo político, más o menos entendible, como el desatado contra el indefendible mapache veracruzano captado en conversaciones telefónicas interceptadas, la marioneta del calderonismo en el manejo del PAN, César Nava, ha comenzado a insistir en que el Ejército y la Policía Federal entren en acción durante los días claves de los procesos electorales estatales para suplir, complementar o confrontar lo que hagan las policías locales por mando de los gobernadores…
Y, mientras el góber precioso, Mario Marín, vuelve a estar involucrado en asuntos de índole sexual con jóvenes botellas de coñac, ¡hasta mañana!
Fax: 5605-2099 •
juliohdz@jornada.com.mx

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