Magdalena Gómez
H
acía falta la presencia política pública y pacífica del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y ésta ocurre con toda la carga simbólica que la ha caracterizado: si en 1994 se cubrieron el rostro para ser vistos, el pasado 21 de diciembre reaparecieron masiva y silenciosamente para ser escuchados. Y, en efecto, sus comunicados del penúltimo día de 2012 han sido leídos dentro y fuera del país y las reacciones polarizadas ante su contenido aún no logran sintonía. Desde el más amplio espectro de la izquierda ya se apuntan respuestas airadas de sectores del PRD y también conciliadoras mediante la promoción de un punto de acuerdo genérico en favor del diálogo en el Senado, mientras algunas voces del PRIAN ya expresan que los acuerdos de San Andrés se cumplieron en 2001, y desde el panismo, desde sus restos, nos encontramos con los gritos flamígeros y solitarios en defensa de Luis H. Alvárez con la amenaza de que la Ley para el Diálogo, la Negociación y la Paz Digna en Chiapas debe abrogarse, una suerte de
condena a la hoguera en leña verdepara el zapatismo, pues bien sabemos que jurídicamente dicha ley y la existencia de un diálogo en suspensión añeja, pero no roto formalmente, es el mecanismo de contención para los afanes criminalizadores. En este brevísimo recuento destaca la evidencia de que para el Congreso de la Unión no es prioritaria la que fuera histórica Comisión de Concordia y Pacificación, por lo que a la fecha no ha sido integrada. Habrá que ver quiénes le entran ahora que se planteó el desafío zapatista para que se cumplan los acuerdos de San Andrés si en el plano federal se quiere mostrar la llamada
voluntad política; sólo el joven gobernador chiapaneco repite en coro, sí, que se cumplan, que se cumplan. ¿Los conocerá a fondo? ¿Sabe que tienen un capítulo chiapaneco también incumplido? ¿Es sólo políticamente correcto su afable discurso?
Desde las voces de análisis en diversos medios, algunos antizapatistas, llama la atención que ninguna se ha atrevido a decir que ya se cumplieron los acuerdos de San Andrés, y más aún sorprende que Alan Arias, activo asesor en la redacción de la contrarreforma indígena de 2001, reconozca y enliste temas que, según su opinión actual, no la de entonces, son
tres de los nudos político-conceptuales del debate contemporáneo relativo a los derechos indígenas: primero, el derecho de los pueblos y comunidades indígenas a territorios propios, como constitutivos de su identidad, y no sólo a modalidades colectivas de tenencia de la tierra; segundo, la conformación constitucional de las comunidades indígenas como entidades de derecho público (un cuarto orden de gobierno amén del federal, estatal y municipal) y no sólo como de interés público, y tercero, reconocimiento constitucional de la libre determinación de los pueblos indígenas (como si sujetos del derecho internacional) y no solamente de la autonomía de pueblos y comunidades, tamizadas por reconocimientos de orden subnacional de los estados de la Federación(Milenio, 6/1/2013). Habría que ver, de nueva cuenta, si esos
nudosson los que dice que son y si son
desatablessin una transformación verdadera, ¿Quién recuerda a estas alturas la insistencia plasmada en los acuerdos en el sentido de que éstos se cumplirían en el marco de una profunda reforma del Estado?
Será por los días festivos, pero un vacío muy evidente en las reacciones al EZLN, aparte de Morena, es el de las voces del movimiento social y el movimiento indígena. Habrá que esperar las iniciativas del EZLN respecto del planteamiento de que
reafirmaremos y consolidaremos nuestra pertenencia al Congreso Nacional Indígena, espacio de encuentro con los pueblos originarios de nuestro país. El movimiento indígena continúa en resistencia activa y está muy diversificado. Sería prudente aplicar también el criterio que se anotó para los movimientos sociales de
construir los puentes necesarios no para dirigir o suplantar, sino para aprender de ellos de su historia, de sus caminos y destinos. Hay sin duda coincidencia plena con el zapatismo, pero habrá que ubicar en su contexto los nuevos liderazgos y las estrategias regionales de resistencia y defensa de territorios frente a los megaproyectos, concesiones mineras y embate de la llamada guerra contra el narcotráfico, entre otras situaciones, sin hablar del vaciamiento de los pueblos que se ha provocado en algunas regiones.
Como vemos, el desafío tiene múltiples destinatarios, sin excluir al propio EZLN; los de abajo ya lo escucharon, pero falta que el círculo se cierre con la escucha mutua y el diálogo. De parte del Ejecutivo federal la frase trivial del secretario de Gobernación de que
todavía no nos conocenle resultó como a aquel que fue por lana y salió trasquilado con la contundente respuesta zapatista. Anticipo que explica el silencio de Enrique Peña Nieto y, sin embargo, no hay que confiarse.
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