Y con ustedes, el 1% del PIB
Goliza en ciencia y tecnología
México, último de la OCDE
Carlos Fernández-Vega
E
levar al uno por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) la inversión en ciencia y tecnología en el país ha sido otra de las muchísimas promesas (incumplidas, desde luego) de los últimos cinco sexenios, pero especialmente de los que dieron cuerpo a la segunda docena trágica mexicana (la panista, con Fox y Calderón en Los Pinos). A estas alturas del partido, y en el mejor de los casos, tal proporción a duras penas se aproxima a 0.43 por ciento del PIB (último lugar en la OCDE), y debieron transcurrir más de dos décadas para que se alcanzara tal nivel (en 1990 era de 0.33 por ciento).
Toca el turno al sexto de la temporada. El pasado jueves, al tomar la protesta de ley al nuevo director general del Conacyt, el inquilino de Los Pinos subrayó que una de las prioridades de su estancia en la residencia oficial es la ciencia y la tecnología, y pasó a explicar (con su muy peculiar sintaxis) de qué se trata:
Quiero darles algunos datos que acreditan, con toda puntualidad, el que esto empiece a materializarse. Son pasos, primeros pasos, pero, estoy seguro, que a través de las reformas, algunas estructurales que habremos de impulsar, algunos ajustes que estaremos haciendo en el camino, va a permitirnos lograr el objetivo que tiene este gobierno, de que la inversión en ciencia y tecnología, al menos, alcance el uno por ciento del Producto Interno Bruto.
Por si hubiera dudas, Peña Nieto abundó (sic, con correcciones aritméticas): “Que no obstante que no se han logrado (…), no se han logrado los objetivos ni las metas ambicionadas, sin duda, se ha trazado con toda puntualidad la ruta que debe de seguirse. Y con enorme pragmatismo recuerdo una última reunión en el periodo de transición, lo que fue una propuesta que ahora queremos materializar a lo largo de esta gestión. Me decía él entonces, el señor rector entonces, decía: Mire. Muy fácil, señor presidente. Si hoy invertimos 0.4 por ciento PIB, si dedicamos o nos ocupamos de que cada año por lo menos crezca un punto (una décima de punto, en realidad; el apunte es de México SA), uno más, al término de la administración lograremos el objetivo que la ley prevé y que hoy no se cumple, de tener el uno por ciento de inversión en ciencia y tecnología. Así de simple, a la vez complejo, pero vamos a trabajar porque así sea, señor rector (se refería al doctor José Narro). Llegar al uno por ciento al término de esta administración y triplicarlo sería llegar al 1.2 por ciento, y creo que esto es posible lograrlo en los próximos ocho o 10 años (cabe recordar que su gobierno concluye en 2018, no en 2020 ni mucho menos en 2022), si tenemos una ruta crítica que debamos seguir y observar puntualmente”.
¿Y por qué es estratégica la inversión en ciencia y tecnología? Si usted, lector, no lo sabe, Enrique Peña Nieto le da la respuesta (sic, una vez más):
Porque va a abrir mayores oportunidades de desarrollo individual a más mexicanos; que en lugar de tener o dedicarse, eventualmente, a alguna actividad ilegal o ilícita, tengan cabida dentro de algún espacio de desarrollo individual, donde aporten conocimiento a partir de una adecuada educación que, también, tiene que ver con esto. ¿Alguna duda?
Pero más allá de la bella cuan bien estructurada oratoria del inquilino de Los Pinos, lo cierto es que desde los tiempos de Miguel de la Madrid el anuncio de invertir en el renglón descrito el equivalente al uno por ciento del PIB no pasó de ser un
compromisode saliva o una muestra de calenturienta imaginación, pero en los correspondientes a Vicente Fox y Felipe Calderón ya no fue una simple promesa incumplida, sino una abierta violación a la Ley de Ciencia y Tecnología, en cuyo artículo 9 bis queda claramente establecida la obligación de que “el monto anual que el Estado –Federación, entidades federativas y municipios– destinen a las actividades de investigación científica y desarrollo tecnológico deberá ser tal que el gasto nacional en este rubro no podrá ser menor al uno por ciento del Producto Interno Bruto del país mediante los apoyos, mecanismos e instrumentos previstos en la presente Ley”.
Para que no quedara duda sobre el particular, la propia legislación adicionó un par de artículos transitorios, el segundo de los cuales establecía que “para dar cabal cumplimiento a esta disposición, y en atención al principio de subsidiariedad, los presupuestos de Ingresos y Egresos del Estado –Federación, entidades federativas y municipios– contemplarán un incremento gradual anual, a fin de alcanzar en el año 2006, recursos equivalentes al uno por ciento del Producto Interno Bruto que considera el presente decreto”. ¿Y quién adicionó los citados artículos a la legislación referida? Nada más y nada menos que Vicente Fox, en decreto publicado el primer día de septiembre de 2004 en el Diario Oficial de la Federación, es decir, quien como inquilino de Los Pinos abiertamente violó la ley por él promulgada, toda vez que al cierre de su gobierno la inversión en ciencia y tecnología apenas equivalió a 0.38 por ciento del PIB.
Ahora, Enrique Peña Nieto lamenta que
no se han logrado los objetivos ni las metas ambicionadasen lo que se refiere a inversión en ciencia y tecnología en el país. Pero el problema no es de
objetivoso
metas ambicionadas, sino de una clara violación a la ley que se comenta líneas arriba. Entonces, invertir el equivalente a uno por ciento del PIB no es una graciosa ocurrencia del nuevo inquilino de Los Pinos, o una certera recomendación del rector Narro, sino una obligación legal del Estado mexicano.
Esperemos que Peña Nieto no imite a Fox y Calderón, quienes violaron la Ley de Ciencia y Tecnología, pero no sólo eso, pues una buena tajada de recursos públicos que para ese rubro debieron asignarse a instituciones como la UNAM, el IPN y las universidades públicas de los estados, terminaron en las grandes empresas privadas. En la docena trágica panista, de las arcas públicas salieron alrededor de 30 mil millones de pesos para financiar, vía fiscal, la investigación y el desarrollo de tecnología de consorcios nacionales y extranjeros, todos con elevadísimas utilidades.
Como tiempo atrás se documentó en este espacio, entre los beneficiados aparecen Bachoco, Banco Azteca, Bimbo, Televisa, Pepsico, General Motors, Daimler-Chrysler, Arca (embotellador de Coca-Cola en México), Cadbury Adams, Laboratorios AstraZeneca, Bayer, Bombardier, Du Pont, Grupo Posadas (el de Mexicana de Aviación) y Femsa (que no pagó un centavo de impuestos de los más de 7 mil millones de dólares que en 2010 recibió por la venta de su división cervecera a la trasnacional Heineken).
Las rebanadas del pastel:
Y después se preguntan: ¿por qué nunca se llega al uno por ciento del PIB?
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