Bernardo Bátiz V.
H
ay una antigua oración que se va olvidando, que pedía que nunca nos falte
casa, vestido y sustento, Don José González Torres, quien fue candidato del antiguo PAN a la Presidencia en contra de Díaz Ordaz, agregaba
y educación. Se pedía por lo elemental: en donde vivir, qué comer, ropa para cubrirnos; hoy, con la errática reforma fiscal, el Ejecutivo manda al Congreso la propuesta de nuevos impuestos, que dejan libre de cargas fiscales a los alimentos y las medicinas, pero que pretenden cargarle la mano a la vivienda, con IVA a pago de rentas, a los abonos de las hipotecas y a los gastos en educación.
No es un caso aislado de ambigüedad en la intención presidencial; en general, no hay una línea cierta en acciones oficiales y algunas que pudieron haber sido bien vistas por la gente, no lo son por falta de sinceridad y por incongruencia; un ejemplo lo tenemos en el asunto de la dirigente del sindicato de maestros, Elba Esther Gordillo, quien fue consignada y se encuentra recluida; la acción, que levantó revuelo y podría haber sido bien vista por muchos, resultó en el fondo un acto fallido, al conservar tanto la estructura perversa y mafiosa que la profesora tejió durante años y al mantenerse como dirigente, a quien fue su colaborador de confianza y cómplice.
Antes de que la atención pública se centrara en los desastres naturales agravados por la corrupción que sale a flote en la construcción de puentes y carreteras, Peña Nieto anunció con bombo y platillo que no habrá IVA en alimentos y medicinas, parecía algo bueno, así, el pueblo no verá encarecida su vida en lo que toca al sustento, pero, no mucho después, cuando se van conociendo las entretelas de la reforma fiscal, se descubre que la propuesta incluye impuestos en el pago de rentas de vivienda, en el pago de hipotecas y en el de colegiaturas.
Esto es una burla a la gente, se detiene un tributo odioso y rechazado por una amplia opinión y se inventan otros impuestos peores. Equivale a decirle a la gente, podrás seguir comiendo mal, pero no te cobraré impuestos por lo que comas, pero la renta que pagas, tu casa y la educación de tus hijos sí serán gravados con cargas fiscales.
La costumbre entre caseros de clase media y entre dueños de casas de alquiler, es subir anualmente la renta en un cuatro o cinco por ciento, que casi siempre es proporcional o un poco menor a la inflación y les cuesta a los arrendadores convencer a los arrendatarios (hay que
terapiarlos, me dijo la administradora de un pequeño edificio). Ahora, de golpe, un aumento al pago de la vivienda causa inquietud, golpea al sector más necesitado que es el que alquila por no contar con casa propia y a la clase media que hace un esfuerzo por adquirir una vivienda de interés social o poco más.
A ellos, pobres y clases medias, se les castiga con un incremento fiscal que producirá como efecto en cascada, primero, desajustes en los presupuestos familiares, con ese motivo, mora en los pagos y finalmente demandas a granel y tragedias personales como hemos visto recientemente que sucede en España.
De la decisión de no gravar alimentos y medicinas, debió seguir la determinación de disminuir el gasto público y ahorrar en renglones que permitan al gobierno funcionar, pero que signifiquen una disminución real del presupuesto para suplir la disminución de ingresos y un ahorro real para todos. En vez de exprimir más al pueblo, reducir un poco o mucho, lo que sea prudente, los gastos suntuarios, los viajes por el mundo sin razón ni utilidad, los suelos faraónicos, los vehículos de lujo, las comitivas inútiles y el gasto exagerado en uniformes, vehículos, arreos, botas, rodilleras, espinilleras, pectorales, macanas, escudos y lanzagranadas de policías, soldados y marinos.
Otro ejemplo que hiere vivamente a la sociedad, es la llamada en forma mentirosa
reforma educativa; en vez de mejorar los sueldos de los profesores de las comunidades más pobres y apartadas del país, con lo que sin duda se mejorará la educación, por que un maestro sin apuros económicos enseñará con más gusto y mejor, crean nuevos organismos burocráticos para calificar a quienes ya fueron calificados en sus escuelas normales o en sus universidades y que ahora, con las reformas que impugnan, tendrán que seguir trabajando con pocos ingresos y con la angustia de la amenaza de despido.
No hay lógica en las decisiones gubernamentales, aparentan que van en una dirección y un poco después cae en oropel y se descubre que van en otra muy distinta; con falta de veracidad y de sinceridad, con inexperiencia y poca reflexión, empujan al país a la división, a la sujeción al exterior y al aumento de la pobreza. Por eso, para detener las acciones erráticas y antinacionales, se mantiene la esperanza y el esfuerzo de las movilizaciones.
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