Bernardo Bátiz V.
E
l 22 de septiembre llegaron a la ciudad de México miles de mexicanos de toda la República y aquí los esperábamos otros miles más; había, como lo hicieron notar algunos medios de comunicación que se pasaron de perspicaces, muchos autobuses en los que llegaron, cientos de camiones, claro, no podían llegar en tren, ya no hay ferrocarriles de pasajeros, y el avión es muy caro.
Paseo de la Reforma, desde el Auditorio Nacional hasta la Glorieta de Cristóbal Colón, estaba lleno de gente; los deportistas que los domingos recorren la avenida en bicicleta tuvieron que buscar otros derroteros. Los medios de comunicación, algunos a regañadientes, no pudieron menos que reconocer la gran afluencia de ciudadanos que clamaban en defensa de
nuestro(entre comillas y con orgullo) petróleo y tachaban de traidores a la Patria a quienes lo quieren entregar a poderosas empresas extranjeras. Y los manifestantes tienen razón, la explotación del petróleo, junto con la energía eléctrica, son industrias que la Constitución define como parte del área estratégica de la economía nacional. Y ¿cómo se le llama a quien entrega al enemigo un punto estratégico, en una batalla por ejemplo?
En el mitin, al final de la marcha, hablaron conocedores del tema, Claudia Sheinbaum entre ellos, quienes dieron argumentos y razones, después López Obrador fijó las estrategias para continuar la defensa de lo que es nuestro y que, con ceguera política extrema, se pretende entregar a la codicia del libre mercado; una parte de la gente, muchos jóvenes, algunos mayores, pedían acciones más drásticas, reclamaban un paro nacional y comentaban que sí no hay una acción más fuerte, los pillos, los inconcientes, se saldrán con la suya.
El dirigente explicó que tenemos que ser más y estar más organizados, pero se vislumbra ya que se requieren nuevas formas de exigencia; en el gobierno no saben o no les gusta contar personas, sólo las toman en cuenta cuando se plantan con firmeza y valor civil, así lo han hecho los maestros, en otra época los médicos, siempre los estudiantes, en su momento las adelitas, los que se opusieron al desafuero y los electricistas.
Los medios, en su mayoría, olvidaron la obligación de informar, pasaron sobre la noticia como sobre ascuas, ocultaron la magnitud de la manifestación y no detallaron lo que dijeron los oradores, lo que se gritó en la marcha y lo que se expresó en los carteles; a pesar de ello, corre la voz, se saben las cosas, se conoce el impacto de la manifestación popular.
Después, como era domingo, muchos fueron a misa; después de la caminata estuve en mi parroquia y para mi asombro, las lecturas que forman parte de la liturgia, nos daban la razón.
Transcribo la primera, tomada del profeta Amós, pastor de ovejas y recolector de higos:
Escuchen esto los que buscan al pobre sólo para arruinarlo y andan diciendo cuando parará el descanso del primer día del mes para vender nuestro trigo y el descanso del sábado para reabrir nuestros graneros. Disminuyen las medidas, aumentan los precios, alteran las balanzas, obligan a los pobres a venderse; por un par de sandalias los compran y hasta venden el salvado como trigo.
Después, en el evangelio escrito por San Lucas, médico judío de cultura griega, leímos y escuchamos:
No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro; en resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero.
Sí se hubiera planeado, no habría sido tanta la coincidencia con lo que se exigía en la marcha, la defensa de los pobres frente a la amenaza de altos impuestos y la defensa del patrimonio de todos frente a la ambición de unos pocos; estos que ofrecen el petróleo en venta, por más palabras alambicadas que usen, por más vueltas que le den al asunto, demuestran lo que son, ven en todo el signo de pesos y cierran sus oídos a la voz del pueblo, que es como dice una vieja tradición, la voz de Dios.
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