César Moheno
C
uando las noticias del levantamiento de Miguel Hidalgo y Costilla llegaron a la parroquia de Carácuaro en octubre de 1810, su cura párroco, José María Morelos y Pavón, era considerado un hombre pleno de energía y buen humor. Al haber ejercido la arriería en su primera juventud, conocía los caminos, los pueblos y el estado de pobreza en el que vivían las mujeres y los hombres de casi todos los rincones de la Nueva España.
Quizá por ello siempre decía que mi carácter es servir al hombre de bien, levantar al caído, pagar por el que no tiene con qué y favorecer con cuanto puedo de mis arbitrios al que lo necesita, sea quien fuere. Este espíritu humanista lo había compartido en el Colegio de San Nicolás de Valladolid mientras recibió la formación sacerdotal. Allí mostró disciplina, aprovechamiento, recto proceder y capacidad de liderazgo, dotes que no pasaron desapercibidas para sus compañeros, maestros y, sobre todo, para el rector del Colegio, Miguel Hidalgo.
Así, cuando pudo confirmar las noticias del levantamiento del cura de Dolores, montó un caballo para buscar a la columna independentista camino a la capital del virreinato. Era el 20 de octubre de 1810 cuando los alcanzó en Charo. La leyenda popular de la región cuenta que después de saludarse con gusto se mantuvieron cabalgando juntos, conversando. Así llegaron hasta Indaparapeo donde comieron sin dejar de hablar. Allí, el nombramiento que recibe Morelos de Hidalgo solo dice: Por el presente comisiono en toda forma a mi lugarteniente el bachiller don José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en la costa del sur levante tropas, procediendo con arreglo a las instrucciones verbales que le he comunicado.
Morelos de inmediato puso manos a la obra y muy pronto corrió por toda la región del sur y el occidente de la Nueva España su bien ganada fama de avezado genio militar. Acapulco, Cuautla y Oaxaca lo encumbraron en el éxito de la guerra de independencia. El reconocimiento de la población, de los oficiales realistas y de los líderes insurgentes lo convirtieron, a la muerte de Hidalgo, en la figura de referencia del movimiento de independencia.
Pero José María Morelos buscaba mucho más que victorias militares. Ellas eran sólo un medio para colmar el espíritu de libertad que ya irradiaba en casi todos los rumbos del territorio virreinal. A través de los años de lecturas, de experiencias cotidianas con la desigualdad, de vivencias contra el poder despótico, y el contacto directo con las desesperanzas de indios, mestizos, negros, mulatos, trabajadores de minas y labriegos, había madurado ideas que habrían de sentar las bases de una nueva Nación en la que el pueblo sería la raíz de la legitimidad del poder.
Por tal motivo propuso la celebración de un Congreso popular, representante de la soberanía, centro del gobierno y depositario de la suprema autoridad independiente. La fe en el pueblo y la esperanza en la riqueza de sus posibilidades llevaron a Morelos a proclamar, con toda conciencia y decisión, la independencia de la Nación mexicana.
En Chilpancingo, hace 200 años, se reunió el histórico Congreso y con solemnidad abrió sus sesiones el 13 de septiembre de 1813. Era el anhelo de que se convirtiese en el medio de fundar el país independiente con un gobierno representativo del pueblo. La propuesta que hizo Morelos define su tarea para la expedición de un decreto declaratorio de la independencia de esta América… sin apellidarla con el nombre de alguna monarquía, y establece la división de poderes en ejecutivo, legislativo y judicial. La conciencia de la Nación reunida en la ciudad hacía vibrar a los miembros del Congreso de Chilpancinco, todos ellos luchadores de tiempo por la liberación y la independencia. Ante ellos, el 14 de septiembre de 1813, en su discurso de apertura, Morelos expresó: ajustemos nuestra conducta a los principios más sanos del honor y de la política.
Inmediatamente después, José María Morelos dio a conocer sus Sentimientos de la Nación en el que expresa sus ideas políticas. Adelantándose a su tiempo, en él siembra la semilla de la organización de un gobierno basado en la justicia y la equidad entre los hombres.
En sus Sentimientos de la Nación, Morelos aboga por la absoluta independencia de la patria; refrenda la idea de que la soberanía dimana del pueblo, quien la deposita en el Supremo Congreso; señala que el pueblo no debe pagar más obvenciones a la iglesia que las de su devoción y ofrenda; proclama la igualdad para todos los hombres suprimiendo las castas y la esclavitud; exige que se quiten la infinidad de tributos existentes; convoca a que se solemnice el 16 de septiembre de todos los años, como el día en que se levantó la voz de la independencia y de nuestra santa libertad.
Hace exactamente dos siglos, desde Chilpancingo, José María Morelos infundió en el espíritu de su época el compromiso con el humanismo, la justicia y la libertad. Su ejemplo nos debe impulsar, como nunca antes, a consolidar los caminos de la equidad, del diálogo, la crítica y la tolerancia como forma superior de la convivencia social. Hoy más que nunca, los sentimientos de Chilpancingo, y los de todo Guerrero, han de ser los Sentimientos de la Nación.
Twitter: cesar_moheno
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