Silvia Ribeiro*
E
l tema del hambre y las necesidades alimentarias frente a la creciente población mundial es crucial, pero está atravesado de supuestos equivocados que urge terminar.
Casi todos los gobiernos y la comunidad internacional que se ocupa del tema alimentario parten de la premisa que necesitamos la cadena industrial y sus tecnologías para alimentarnos, tanto en el presente como para enfrentar los desafíos futuros. Los campesinos y otros pequeños productores de alimentos son vistos como algo casi folclórico: existen, pero son marginales y no juegan un papel importante en la alimentación. Es también la consigna de transnacionales y científicos que son financiadas por ellas: sin semillas industriales y transgénicas, sin monocultivos industriales, maquinarias y gran cantidad de insumos y agrotóxicos, el mundo pasará aún más hambre ante el aumento de población y el caos climático.
Sin embargo, los datos duros muestran una realidad inversa: es justamente la cadena industrial, las trasnacionales y sus tecnologías, las que exacerban las crisis y producen más hambre, mientras que las redes campesinas y otros
pequeñosson quienes alimentan a la mayoría.
Frente a las contradicciones entre datos reales y supuestos equivocados que son base de políticas nacionales e internacionales, en el Grupo ETC, que seguimos el tema agrícola y alimentario y sus configuraciones empresariales desde la década de los setenta, decidimos compilar investigaciones de varias décadas y contrastar en un solo documento las realidades de la cadena industrial alimentaria y las redes campesinas. Lo sintetizamos en un poster de 6 láminas, que compara ambas realidades contestando 20 preguntas comenzando por ¿quién nos alimenta hoy? y ¿quién nos alimentará en el 2030?
El mercado mundial de la alimentación, desde las semillas y la agricultura hasta los supermercados, es desde 2009 el mayor mercado mundial, superando a los energéticos. Siendo además un rubro esencial para la supervivencia, no sorprende que las transnacionales se hayan lanzado agresivamente a controlarlo. El proceso no tomó mucho tiempo: en tecnología unos cincuenta años, con la llamada
Revolución verde, en nuevas regulaciones para favorecer los oligopolios de mercado, apenas un par de décadas. De Monsanto a Walmart, una veintena de transnacionales controlan ahora la mayor parte de este lucrativo mercado.
Que las transnacionales dominen la cadena industrial de producción de alimentos no significa que alimentan a la mayoría. Aunque controlan cerca del 70 por ciento de los recursos agrícolas globales (tierra, agua, insumos), lo que producen solo llega a un 30 por ciento de la población mundial. La mayor parte de los alimentos sigue viniendo de manos campesinas, indígenas, pescadores artesanales, recolectores, huertas barriales y urbanas y otros/otras pequeños, que con apenas 30 por ciento de los recursos agrícolas, alimentan al 70 por ciento de la humanidad.
La cadena industrial desperdicia dos terceras partes de su producción de alimentos, devasta suelos y ecosistemas, ocasiona enorme daños a la salud y el ambiente, y pro ella 3 mil 400 millones de personas, la mitad de la población mundial, está mal alimentada: hambrienta, desnutrida u obesa. La red campesina y de pequeños proveedores de alimentos tiene un nivel mínimo de desperdicio, usa y cuida una enorme diversidad de alimentos con mucho mayor contenido nutricional, más saludables y con un impacto ambiental bajo o inexistente. Incluso negativo, porque contrarrestan la devastación causada por la cadena, como en el caso del cambio climático. Esto, aún tomando en cuenta que buena parte de los campesinos usan algún agroquímico.
Para proveer ese 30 por ciento de los alimentos, la cadena industrial usa el 70-80 por ciento de la tierra arable, el 80 por ciento de los combustibles fósiles y el 70 por ciento del agua destinados para uso agrícola. Además causa el 44 a 57 por ciento de los gases de efecto invernadero, deforesta 13 millones de hectáreas de bosques y destruye 75 millones de toneladas de cubierta vegetal cada año.
La red campesina cosecha el 60-70 por ciento de cultivos alimentarios con 20-30 por ciento de la tierra arable, utiliza menos del 20 por ciento de los combustibles fósiles y el 30 por ciento del agua destinados al uso agrícola, usa y nutre la biodiversidad y es responsable por la mayor parte del 85 por ciento de los alimentos que se producen dentro de fronteras nacionales. Es el proveedor principal, y muchas veces el único, de los alimentos que llegan a los dos mil millones de personas que sufren hambre y desnutrición.
A estos datos se suman muchos otros sobre volumen de producción por hectárea, puestos de trabajo, tierra, agua, pesca, bosques, diversidad de semillas y microbiana, polinizadores, investigación agrícola, patentes y monopolios, producción animal e impactos derivados, impactos en salud y ambiente, que muestran realidades parecidas y a menudo desconocidas no sólo para los gobiernos, también para muchos de nosotros.
El documento, titulado
¿Quién nos alimentará? La cadena industrial o la red campesina, parte de más de un centenar de fuentes, la mayoría de organismos de Naciones Unidas como FAO, PNUMA, PNUD, UNCTAD. El resto es de instituciones académicas o de investigación de la sociedad civil, citando reportes que a su vez están basados en otros cientos de fuentes, como los producidos por Grain y Oxfam. Se puede descargar en www.etcgroup.org/es/content/quién-nos-alimentará
*Investigadora del Grupo ETC
No hay comentarios:
Publicar un comentario