Bernardo Bátiz V.
T
uve oportunidad de estar en el Polyforum, obra del artista David Alfaro Siqueiros, recinto cubierto de pinturas de gran formato, propio para actos cívicos y políticos, con motivo del informe que rindió el presidente de la Comisión de Gobierno del Distrito Federal, diputado Manuel Granados, al cumplirse el primer año de trabajos de la legislatura de la que forma parte. Fui invitado en lo personal, pero también el ex jefe de Gobierno Andrés Manuel López Obrador, de viaje con motivo de trabajos de Morena, me pidió lo representara en la concurrida ceremonia, a la que fueron requeridos, según entiendo, anteriores jefes de Gobierno. Estuvo presente y presidió el acto, a un lado del diputado Granados, el doctor Miguel Ángel Mancera.
Hablaron en la ceremonia, en primer lugar, el magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia del DF, en seguida el legislador informante y cerró el jefe de Gobierno capitalino, con un discurso que constituyó una respuesta al informe rendido.
Por lo que toca a lo positivo de la ceremonia política, a la que con gusto asistí, destaco en esta breve crónica que se pudo apreciar el poder de convocatoria de los participantes principales; estuvieron presentes representantes de los tres poderes locales, funcionarios públicos, dirigentes sindicales, partidistas, empresarios y ciudadanos en general, toda la gama de la sociedad capitalina.
Otro dato: los representantes de los partidos políticos con grupos parlamentarios en la Asamblea coincidieron en elogiar la labor del anfitrión, como un líder conciliador, capaz de lograr consensos y con disposición al diálogo y a la búsqueda de decisiones por medio de reuniones y acuerdos entre los grupos parlamentarios. Pienso que lo propio de un congreso es debatir, argumentar en la tribuna y votar para aprobar o rechazar los proyectos; la práctica actual consiste en negociar, tomar acuerdos en comisiones o entre coordinadores, que después serán formalizadas en el pleno, fórmula que no es de mi agrado, no me parece parlamentaria, pero es práctica y forma ya parte de las maneras actuales de hacer política.
Se resaltó el trabajo legislativo con algunos datos duros, especialmente el número de iniciativas dictaminadas y acuerdos tomados por consenso en este primer año de trabajos legislativos; nada menos que 222 leyes o modificaciones aprobadas y cerca de 100 comparecencias en el pleno o en comisiones.
Otro punto importante, mencionado por los dos oradores principales, fue el relativo a la inminente reforma política del Distrito Federal, que permitirá a nuestra entidad alcanzar su mayoría de edad política y contar con su propia Constitución. La decisión corresponde al poder revisor de la Constitución y no a la Asamblea, pero es bien sabido el papel preponderante que el jefe de Gobierno y el mismo cuerpo colegiado han tenido para impulsar este paso.
Sin duda será muy importante que la capital de la República tenga su ley suprema aprobada por un congreso constituyente elegido por los capitalinos, para salir de lacapitis diminutio en que estamos y lograr la plenitud de los derechos cívicos en esta entidad que será, a partir de que se logre la modificación constitucional, una entidad mas de la Federación, con derechos plenos.
No todo, lo lamento, me pareció de lo mejor; hubo
notas de color, como dicen los reporteros, que a mi modo de ver carecieron de la sobriedad republicana que un acto político de informe de labores debe tener, pues se trata nada menos que del trabajo de uno de los tres poderes locales, por medio de los cuales el pueblo ejerce su soberanía.
Contribuyó a esta percepción, sin duda subjetiva, la presencia de porras a veces inoportunas y gritos más propios de un concierto de Justin Bieber, lleno de adolescentes que expresan su emoción en el tono musical más agudo y destemplado posible. Por momentos parecía un viejo acto del viejo PRI.
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