jueves, 17 de marzo de 2016

Ciudad Perdida

Muy mala calidad del aire
Peor, el ambiente político
Hubo omisiones y hay responsables
Miguel Ángel Velázquez
S
eguramente en breve los vientos se llevarán el ozono que hoy contamina nuestro aire, pero lo que habrá de quedar, sin duda, es el mal ambiente que se ha generado entre el gobernador del estado de México, Eruviel Ávila, y el mandatario de esta ciudad capital, Miguel Ángel Mancera.
Y pensar que todo esto, el lío político y la contingencia ambiental, tiene como origen una de las muchas ocurrencias del Partido Acción Nacional, lo cual ya no sorprende casi a nadie. Cosa de recordar que allá por los primeros días de agosto de 2014, los azules iniciaron una campaña para señalar que la medida que impedía la circulación de autos viejos no servía.
La campaña tuvo éxito; triunfó el liberalismo individualista, en sentido pleno, que impide que se mire hacia el aire que todos respiramos, para garantizar el disfrute individual de quienes querían hacer circular sus vehículos, aunque fueran altamente contaminantes.
Y con ese sentido tan comunitario de los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, tan reconocidos por todos, en los primeros días de julio de 2015 se echaron para atrás las restricciones de la medida, que según los panistas no servía de nada para evitar los altos índices de contaminación en el valle de México.
Ese parece que fue el principio azul del este conflicto, del que hoy se culpa al Gobierno de la Ciudad de México y a su jefe político, Miguel Ángel Mancera, cuya queja por el muy poco trabajo que en los estados de México, Hidalgo, Morelos y Tlaxcala se hace en favor de un aire limpio se interpretó como un ataque personal, cuando la idea era conseguir una respuesta solidaria de esos gobierno frente al problema.
No se trata, de ninguna manera, de evitar los errores que en esta ciudad se han cometido. Insistimos en que los amplios carriles dedicados a los ciclistas, que circulan por banquetas y camellones, han alterado la circulación de los autos de motores de combustión, que ahora queman hasta el doble de la gasolina que antes utilizaban, y eso se traduce, se quiera o no, en gases contaminantes.
Pero eso no es el pecado mayor en el episodio que hoy se vive por tercer día consecutivo. La falta de controles efectivos del gobierno de Eruviel Ávila en el transporte público privado que llega a la Ciudad de México es uno de los factores que más han colaborado para que los días de aire sucio se multipliquen en todo el valle de México.
Y no sólo eso: a escala nacional, por ejemplo, las normas de emisión de contaminantes se actualizan cada cinco años, pero en este país hace diez, cuando menos, que no se hace; así que no se puede tener una medición correcta de qué tan contaminantes pueden ser, o son, los nuevos automóviles, por decir lo menos, y eso le corresponde al gobierno federal.
No se trata tampoco de repartir culpas, pero tampoco de cerrar los ojos ante la evidencia. Las autoridades informan que las nuevas medidas en contra de la contaminación se podrán imponer hasta el próximo año; eso, debido a que la comisión encargada de los asuntos del medio ambiente en la zona metropolitana del valle de México estaba echada en su hamaca y ninguna de las recomendaciones, ni siquiera la realidad, la habían hecho moverse.
Hoy tendría que reunirse la comisión del transporte que tiene que encargarse de poner en orden lo que sucede en toda la zona afectada, pero después de los líos, aparentemente políticos, que se suscitaron, al parecer las autoridades del estado de México cancelaron la reunión en algo que parece berrinche, pero que sin duda es falta de compromiso con los habitantes de la zona metropolitana del valle de México.
Así pues, es necesario reconocer, para ser justos, que ésta, la historia de la contaminación más fuerte, cuando menos en los pasados tres lustros, tiene muchos actores, no sólo el gobierno de la capital.
De pasadita
Vaya cinismo. El presidente de la Coparmex en la Ciudad de México, José Luis Beato, advirtió que la constitución de la Ciudad de México no debe convertirse en una plataforma política de algún partido. Seguramente lo que este directivo quiere decir es que la nueva Carta Magna tenga de remate: Sociedad Anónima con Fines de Lucro. ¡Aguas!

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