Compra de votos
Connivencia oficial
Ejemplos citadinos
Miguel Ángel Velázquez
P
ara el Instituto Electoral de la Ciudad de México, como para todos los órganos oficiales o civiles de la capital del país, la compra de votos, por el método que sea, debería estar entre sus principales preocupaciones, desde luego más allá de las declaraciones absurdas y poco creíbles con las que suponen se podrá engañar a la gente.
Iztacalco y Coyoacán son los ejemplos más sobresalientes de la impunidad con que se practica la compra de votos, y no sólo eso, ahora resulta que hasta en la Gaceta Oficial del gobierno se anuncia que algunos de los programas sociales se podrán ejercer siempre y cuando los beneficiarios se apunten en una lista que promete ser una especie de padrón de electores que deberán cumplir con las condiciones que impongan los
benefactorespara recibir, después de la elección, los beneficios que promete la misma lista.
Es comprensible que las autoridades electorales agachen la cabeza frente a las atrocidades que se cometen en tiempos electorales, y parece que mientras más descaro hay por parte de funcionarios públicos, más agachados se hallan quienes deben vigilar las elecciones.
Claro, no faltaba más. Las declaraciones van y vienen. Las promesas de sanción, de fuertes reprimendas que los partidos políticos se pasan por el arco del triunfo, no preocupan en lo más mínimo a las organizaciones partidistas. Se viola la ley, se paga la multa, se paga la multa y se viola ley, y así hasta el fin de la historia.
La elección que se aproxima podría ser una de las más importantes para la ciudad y para el país, pero eso no parece tener con cuidado a los vigilantes de las leyes, que más bien dan por descontado el fraude o la compra de votos, y suponen que la gente habrá de acostumbrarse a ir a las contiendas electorales con la clara conciencia de que el ganador será el que pueda comprar más voluntades.
Así, el huevo de la serpiente, como diría Ingmar Bergman, crece día con día sin que nadie, pese a la amenaza que representa, quiera hacer algo para evitar que se consume la desgracia que está a la vista de todos. Tal vez por ello es que muchas organizaciones no gubernamentales están elaborando planes de vigilancia para la jornada electoral, porque, además, la idea de que sea la Asamblea Legislativa la que vigile a sus miembros, los que van a competir y los delegados de sus partidos, parece una necedad.
Entonces, o los organismos como el Instituto Electoral de la Ciudad de México despiertan y van más allá de la declaración, convertida en rezo electoral, en lugar común, o la prostitución del voto será otro de los calificativos que deberán sumarse a nuestra gloriosa democracia.
De pasadita
El nombramiento de José Ramón Amieva en la Secretaría de Gobierno y la posibilidad de que más adelante se convierta –luego de la cada vez menos probable renuncia de Miguel Ángel Mancera– en jefe de Gobierno, ha ido creando una reacción de animadversión hacia el funcionario que ya preocupa. Hace rato que se habla de renuncias, hace rato que crece el descontento.
Y dicen quienes están muy cerca de todos estos problemas que Mancera ya empezó a mirar hacia otro lado, aunque nadie lo ha convencido, según nos cuentan, de cambiar de parecer sobre la seguridad que para él representa su actual secretario de Gobierno, aunque hay otros que juran fidelidad eterna a quien tiene las riendas de las cosas de la ciudad. Aguas, que el problema de gobierno se puede complicar, sobre todo si, como se asegura, Miguel Ángel Mancera ya soltó esas riendas.
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