José Cueli
E
sencia del espíritu azteca en las pirámides de Teotihuacán al llegar la primavera y cargar hijos de energía libidinal. Tiempos y espacios fantásticos que no son tangibles ni concretos, son la Pirámide del Sol, la Luna y la Calzada de los Muertos que vive en otra distancia de la lógica mediterránea.
La ilógica-lógica indígena presente de los que luchan por desaire del fuero y yugo que representa la
otra cultura, ignorante de los ritos y voces silenciosas del hondo y rancio sabor campero. Silencios que transmiten dolor pesado que se siente. Hechizo mágico al ofrendar la vida entre gritos, ayes, hambre. Cambio de camino en el manifestarse y caminar a partir de tiempo y espacio diferentes, singulares.
Caminantes sabedores que todos lo somos de un viaje sin regreso a un quién sabe
más alláarmónico, voluptuoso y pleno, que implica simplemente ser, perderse, como mirar al mar, al fuego o un árbol, desprenderse de sí, alejarse de lo sensible, e integrarse al mundo interno en dirección contraria. Descubrir otros mundos, formas de vivir, donde dramas y tragedias; la muerte, sólo significan caminos diferentes en el viajar.
Viajes que suben a los aires. A la monumental pirámide en busca de resignación ante los golpes, vestidos con ropas blancas, acompañadas por los tambores de metal agrio y agudo, mexicano y bravío, expresión del hambre indígena de siglos. Este año –compulsión a la repetición–, en medio de aglomeración, aperturas y confusión, ofrecerán vidas como sacrificio indígena que se repite una y otra vez.
Auténtica fiesta mexicana, religión y muerte, trotando por caminos entre las pirámides monumentales, esperando la muerte en caminar triste y cansado. Trotecillo imperceptible que sale de la espesura y busca la muerte.
Teotihuacán triste y callado, brava silueta que corta y se asoma, cuando los caminantes de la muerte, registran
el paso a la otra vidapolvo de la tristeza, viento de cansancio, botín de hojas en los árboles, sombra esclava de la amargura de la raza.
Caminantes llenos de fe y emociones interiores, viajes que son preparación interior que florece lentamente que busca libertad, anula el tiempo cronométrico, reduce el espacio mesurable al encontrar en el interior tiempos y espacios que duren y duren. Misticismo primitivo no influido por la razón, donde no existen días y noches sucesivas, ni personas ni lugares, se anula la presencia del cuerpo.
Comunicación con seres, prolongación del pasado, el presente y el futuro, lo opuesto a lo sistematizado, la electrónica, la lógica, la omnipotencia y al delirio de grandeza…
Raza azteca laberinto de la fantasía de antiguos templos ceremoniales pletóricos de fantasmas y sombras evocadoras de leyendas que ignoran de dónde se viene y adónde se va, sin pasado ni porvenir, sabedor de qué hay más allá de esas pirámides imantadas y mágicas que limitan el horizonte de su espacio cargado de perfumes y notas de armonías lejanas.
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