Víctor Flores Olea
| lunes, 26 mar 2018 08:33
Ciudad de México. El pasado miércoles 21 de marzo, en entrevista con seis periodistas de Milenio (Carlos Marin, Carlos Puig, Juan Pablo Becerra Acosta, Héctor Aguilar Camín, Azucena Uresti, salvo Jesús Silva Márquez, que escribe en Reforma), el candidato a la Presidencia de la República por Morena, Andrés Manuel López Obrador, conmocionó a los canales de TV y a las redes sociales, con una entrevista que rompió desde luego los ratings de ese canal y a las redes sociales del país, hasta convertirse en virales varias de las frases del aspirante que competirá en la elección por el Ejecutivo el próximo 1° de julio, principalmente con los candidatos José Antonio Meade, del PRI, y Ricardo Anaya, del PAN-PRD.
Fueron varias las sorpresas que produjo la entrevista: en primer lugar, todo lo indica, porque al día siguiente fue retirada la versión completa de la misma y sólo permanecieran las frases o expresiones más importantes de López Obrador.
Aún cuando parece ser que horas más tarde, el mismo día siguiente, ya se encontraba completa la versión filmada e incluso la transcripción también completa de lo dicho en la entrevista por unos y otros. El hecho es que a las pocas horas de su transmisión por el canal de Milenio TV, mucha gente solicitaba entre sus conocidos la copia de la versión íntegra, y esto hizo que numerosos fragmentos de la entrevista, en versión filmada o de la transcripción, se convirtieran en virales en la red.
Por mi parte, al escuchar los intentos de chacota, por ejemplo de Brozo, encontré que más bien parecía una muestra de admiración semi oculta por López Obrador, de suerte que en ese caso, y en muchos otros, el tiro salió por la culata, y que los distintos intentos, inclusive de contradecirla, resultaron más bien propaganda adicional de la misma.
Lo cual no fue extraño, porque para quienes escucharon con atención la entrevista, inclusive fuertemente crítica, salieron a relucir aspectos de la personalidad de López Obrador que para muchos no habían sido tan evidentes en ocasiones anteriores. Hablaré en primer lugar de la firmeza y la coherencia de la exposición de López Obrador, mostrando -como digo- un razonamiento firme y una muy buena secuencia lógica en sus dichos, que en ocasiones resultaron excepcionales.
Por supuesto, ni el hecho de la difusión masiva en la red ni la cara de sorpresa de los interlocutores son ajenas a estos rasgos, diría, de carácter y de inteligencia que mostró López Obrador en la entrevista. La cara de sorpresa de los interlocutores: en realidad para los televidentes este fue uno de los atractivos mayores de la entrevista. La sorpresa de encontrarse ante un hombre al que de antemano habían descalificado por débil y hasta titubeante en la exposición, con un conocedor del país (y también de la historia del país) que no se esperaban, y con una habilidad en la discusión política fuera de lo común.
Fue tal su éxito que. seguramente entre los organizadores, surgió de inmediato la idea del retiro de la entrevista de las redes sociales. Desde luego, no parece que entre los participantes se esperaban esa fortaleza e incluso brillantez de López Obrador.
Naturalmente, como resultado de la calidad de la entrevista seguramente muchas decenas de miles de televidentes fueron ganados por la presencia de López Obrador como candidato de Morena a la Presidencia de la República. De allí las extremas precauciones y el cuidado porque su presencia no siguiera difundiéndose más de la cuenta. El problema es que, también en este caso, la mínima sospecha de censura o de ocultación estimula la búsqueda de la cosa prohibida y acrecienta su difusión.
Uno de loa aspectos que más subrayó López Obrador en su entrevista fue su idea de la democracia como consenso, como auscultación amplia y frecuente de la opinión ciudadana, vale decir la vocación de escuchar y tomar en cuenta la opinión general de la sociedad, precisamente como no lo hizo Peña Nieto sobre las llamadas reformas estructurales como la desnacionalización de la industria petrolera, la reforma educativa en su forma actual, o la construcción o no del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México, que ya ha arrancado con el actual presidente.
En todo caso, López Obrador indica que las decisiones no sólo se tomarán en el ejecutivo, en las altas esferas del poder político y legal, sino que en cada caso habrá una consulta y si es posible un consenso que guíe el criterio presidencial.
En realidad, aquí López Obrador formula una cuestión extraordinariamente importante para la democracia: no sólo la rendición de cuentas y la amplia información, sino el saber escuchar la sustancia de la voluntad popular, el criterio amplio de los gobernados.
Por definición, la democracia ha de ser un gobierno de abajo hacia arriba, que caracteriza a los regímenes democráticos, y no de lo alto hacia abajo, que significa imposición y dominio, autoritarismo, oligarquía y al final de cuentas tiranía o dictadura. Tal es uno de los conceptos más ricos desarrollados por López Obrador en este ya famoso encuentro suyo con la plana mayor de Milenio.
Por ejemplo, la prensa de este fin de semana anunció que López Obrador invitó al Consejo Coordinador Empresarial, cúpula directiva del empresariado, a formar una mesa redonda para analizar la conveniencia o no de construir el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Tales decisiones, por supuesto, disminuyen la desconfianza de un gobierno eventualmente presidido por AMLO.
Se recomienda vivamente que los lectores encuentren todavía la versión completa de la mesa redonda, en el diario Milenio por Internet.
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