La pugna por Morena // El fallo del TEPJF
Miguel Angel Velázquez
P
ara bien o para mal, las autoridades electorales decidieron cancelar la elección interna en Morena, pero esa decisión en poco o en nada resuelve los problemas del organismo que se empieza a ahogar entre intereses de grupo que nada tienen que ver con un proyecto de país que busca sacudirse años y años de corrupción e impunidad.
Poco antes de que se tomara la decisión en el Tribunal Electoral de Poder Judicial de la Federación, un grupo de militantes de Morena entregaron a la Presidencia de la República una carta en la que ponen en duda la honestidad de Gabriel García, coordinador general de Programas para el Desarrollo, y de la señora María Guadalupe Roldán, responsable de los programas en Nezahualcóyotl, a quienes acusan de haber manipulado los mismos programas para evitar que se efectuaran las asambleas que había programado Morena para caminar hacia la elección de un nuevo dirigente en ese partido.
La lucha en el organismo plantea, de momento, dos opciones: la elección por la militancia en asambleas y urnas, y la encuesta. Como ya es costumbre, la autoridad electoral empeora las cosas; su decisión, que probablemente pretendía castigar los escándalos y el desorden en ese partido, lo que ha hecho es alentarlos, porque la medida anuncia que la militancia es ingobernable, que entre ellos no es posible llegar a acuerdos y que están dispuestos a no respetar ninguna regla para hacer triunfar sus intereses, y por tanto, antes que aceptar una ruta democrática prefieren ir por una encuesta en la que se pueda medir, por ejemplo, el poder económico de cada grupo.
Es muy probable que la militancia sepa y tenga en cuenta cuál es el proyecto que presenta cada uno de los aspirantes, pero a decir verdad, fuera del partido –si es que dentro se conoce– nadie sabe qué es lo que se propone para Morena y la gente que en él milita. ¿Para dónde apuntan los que quieren dirigir el partido?¿Qué tanto deberán acompañar las decisiones del gobierno sin contradecir principios?
No hay muchos datos que puedan explicarnos qué cosa es Morena. Hasta ahora el liderazgo en el organismo no ha hecho mucho para darle una identidad ideológica a ese partido, y por tanto la guerra desatada no es por el rumbo que pueda tomar, sino por los intereses que se protegen desde un lado y otro. Se entiende que la falta de una ruta clara sirve para que el organismo se vaya acomodando a los requerimientos del país, pero parece que no hay banderas en Morena, es decir, su idea, su identidad. Pero eso, a la gente que pelea la dirección del partido nada le importa.
De pasadita
Como se verá, la crisis va más allá de los muros de Morena. En el Congreso de la ciudad los problemas entre tribus han puesto veneno a la Cuarta Transformación. Una nueva corriente nacida de los tropiezos y los caprichos de las tribus que dirigen Valentina Batres, por un lado, y José Luis Rodríguez, por otro, han puesto en riesgo el trabajo legislativo, que en la ciudad depende, casi en su totalidad, de Morena. El PAN sólo vocifera, el PRI sobrevive con dificultad y el PRD jala aire de donde sea, pero se le ha olvidado respirar.
Para entender qué tan profunda es la división debemos poner en claro que la nueva corriente buscará impedir que caprichos e intereses se impongan sobre las urgencia de la ciudad y los proyectos con los que el gobierno piensa cambiar el rostro de la capital del país, cuando menos en lo que a honestidad se refiere. La diferencia será un asunto en el que insistiremos.
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