Calderón y el discurso del empleo
La otra cara del mercado laboral
Franco y la Caperucita Azul
Carlos Fernández-Vega
Andaba muy contento el inquilino de Los Pinos presume que te presume la mayor generación de empleo formal” en el país, cuando, ¡zas!, que el Inegi se vio en la penosa necesidad de recordarle la otra cara de la moneda laboral, los números que el de la residencia oficial abomina y siempre deja a un lado a la hora de los discursos y las celebraciones, la estadística que tanto le disgusta y enardece, y de paso encabrita a Lozano y asociados, acostumbrados a sumar, nunca a restar a la usanza foxista.
Resulta que en el primer trimestre de 2010 (que forma parte de “la mayor generación de empleo formal” en el país), por cada empleo formal registrado se reportaron 1.15 empleos informales; que en tal lapso, la tasa oficial de desocupación abierta en el país fue mayor a la reportada en enero-marzo de 2009 y la más elevada para un periodo igual desde 2005, cuando menos; que por lo mismo, más de 170 mil mexicanos pasaron al desempleo entre un año y otro, para sumar casi 2.5 millones en esa condición al cierre de marzo pasado; que de las plazas formales reconocidas, las eventuales representaron 52 por ciento; y que, en fin, no hay que buscarle mucho para saber que si algo ha crecido en el país es la ocupación informal y el desempleo.
De acuerdo con el Inegi (que incluye la estadística del IMSS, es decir, la misma que avala la Secretaría del Trabajo), el balance de resultados entre el primer trimestre de 2009 e igual periodo de 2010 es el siguiente: se crearon 718 mil 144 puestos de trabajo, de los que 53.4 por ciento corresponde a ocupación informal, sector que agrupa a casi 12.5 millones de mexicanos carentes de cualquier tipo de prestación; de las plazas registradas en el IMSS, las formales, 52 por ciento de ellas resultaron eventuales; la tasa oficial de desempleo abierto en el país creció de 5.1 a 5.3 por ciento; oficialmente, la población económicamente activa se incrementó en 888 mil 186 personas, de las que alrededor de 20 por ciento no logró emplearse; y 64.3 por ciento de los trabajadores no tuvo acceso a las instituciones de salud (todo lo anterior sin considerar a los mexicanos que cruzaron la frontera en busca de empleo y mejores condiciones de vida).
El problema se agudiza, pues resulta obvio que el panorama (con crisis y sin crisis) no se limita al primer trimestre de 2010. De hecho, los resultados anotados líneas arriba son norma, no excepción, durante el inquilinaje calderonista en Los Pinos. Por ejemplo, de acuerdo con las cifras del Inegi-IMSS-Secretaría del Trabajo, un millón 645 mil 428 de mexicanos se incorporaron a la población económicamente activa entre el último trimestre de 2006 y el primero de 2010 (el resto cruzó la frontera); de ese total, sólo 47.86 por ciento logró ocuparse, aunque con sus bemoles; de las 787 mil 618 personas que lograron esa hazaña, sólo 22 de cada cien, aproximadamente, se coló al sector formal de la economía (la mayoría en empleos eventuales); 26 de cada cien obligadamente terminó en la informalidad y el resto (52 de cada cien) en el desempleo abierto.
Entonces, todo indica que esta deprimente radiografía ni de lejos coincide con el discurso oficial y mucho menos justifica la eterna sonrisa del inquilino de Los Pinos y su triunfal discurso cuando se refiere al tema del empleo, y dista mucho de la cada día más complicada defensa a ultranza –un día sí y el otro también– que a traspiés realiza el afanoso Javier Lozano (y asociados) sobre la autodenominada política laboral del (ídem) gobierno de “para vivir mejor”.
Mientras el pianista poblano sale, envuelto en la bandera calderonista, a contradecir las más recientes cifras laborales, el Inegi aportó otros elementos en su Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, divulgada ayer y correspondiente al primer trimestre de 2010:
Al cierre de marzo pasado, la subocupación afectó a 4.1 millones de mexicanos, que representan 9.4 por ciento de la población ocupada, lo que significa un incremento de 652 mil personas al comparar los resultados del primer trimestre de 2009 con igual periodo de 2010. El Inegi señala que “al eliminar el factor estacional, la tasa de subocupación con relación a la población ocupada se incrementó 0.47 puntos porcentuales en comparación con la del cuarto trimestre de 2009”.
En cuanto a la población ocupada en el sector informal, la referida encuesta señala que un total de 12.5 millones de mexicanos, que representan a 28.6 por ciento de la población ocupada, se encuentran en esta circunstancia, habiendo aumentado en 365 mil personas respecto del dato de un año antes. De acuerdo con cifras desestacionalizadas, la tasa de ocupación en el sector informal se incrementó 0.11 puntos porcentuales en relación con el trimestre octubre-diciembre de 2009.
El Inegi precisa que la ocupación presenta “distintos grados de intensidad según sea la perspectiva desde la cual se le observe”. Una de éstas corresponde a la identificada como “población con trabajo cero”, que se ubica entre la población ocupada y la no económicamente activa; es decir, población desocupada, la cual no trabajó siquiera una hora durante la semana de referencia de la encuesta, pero manifestó su disposición por hacerlo e hizo alguna actividad por obtenerlo. La población ocupada se distribuye de la siguiente forma: 5.6 millones de personas (12.8 por ciento del total) trabajan en el sector primario; 10.6 millones (24.3 por ciento) en el secundario o industrial; y 27.1 millones (62.2 por ciento) en el terciario o de los servicios. El restante 0.7 por ciento no especificó su actividad económica. Los montos correspondientes que se presentaron en el periodo enero-marzo de 2009, fueron de 5.5, 10.6 y 26.6 millones de personas, en el mismo orden. Así es: un país que sirve, y cada día produce menos.
Por si no se entendió, lo anterior se traduce, según el discurso oficial, en “la mayor generación de empleo formal” en el país.
Las rebanadas del pastel
Volver al futuro: en la dictadura franquista el cuento de la Caperucita Roja no podía denominarse así; debía nombrarse, y enseñarse, como la Caperucita Azul, porque nada, ni nadie, podía ser rojo. Era pecado, y los pecadores eran asesinados. Pues bien, a 35 años de la muerte de este hijo de puta, los fascistas disfrazados de “caperucitas azules” van viento en popa, y lograron suspender a Baltasar Garzón, con la anuencia del Consejo General del Poder Judicial de España y el aberrante silencio cómplice de Zapatero y sus tristes compinches.
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