Que siempre no
Ahora, la eurocrisis
Primero los pobres
Carlos Fernández-Vega
El secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, y el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, participaron ayer en la Convención Nacional de Aseguradores celebrada en el Distrito Federal Foto Carlos Ramos Mamahua
Que la economía mexicana siempre no va en caballo de hacienda, porque –eternamente dependiente como es– se vislumbran prolongados nubarrones en la Europa sacudida por la fragilidad fiscal, la depreciación del euro y la aún no apagada histeria en los mercados financieros, de contagio garantizado. De allí, que los fallidos encargados de prevenir la crisis mexicana ahora reculen sobre la inquebrantable solidez” nacional y hagan una atenta invitación a la “prudencia”, ante inminentes “riesgos no contemplados anteriormente”. Habrá que ver si en esta ocasión le atinan.
De cómo los gobiernos neoliberales en el viejo continente piensan resolver la crisis europea, da cuenta la “solución” (con indudable “tecnología” mexicana, “dolorosa, pero necesaria”) que encontró el gobierno español, la cual tiende a hacer escuela: “aprobado el recorte social; aplazado el impuesto a los ricos” (Público, 21 de mayo). Es decir, los primeros, que nada tuvieron que ver con el motivo de la sacudida, han sido democráticamente designados como pagadores oficiales de la factura; los segundos, con la batuta en la mano y para quienes trabajan los aguerridos gobiernos, una vez más salen limpios.
El rotativo español resumió así las medidas del gobierno español: “la lucha contra el déficit se limita, ‘por ahora’, a un duro ajuste en el gasto público. Las medidas que afectan a los impuestos, especialmente a ‘los que más tienen’, en expresión utilizada por José Luis Rodríguez Zapatero en los últimos días, queda para más adelante. El Consejo de Ministros aprobó ayer, como estaba previsto, el recorte en el gasto de este año y del próximo de 15 mil 250 millones de euros, equivalentes a 1.5 por ciento del PIB. Con ello se pretende reducir los números rojos en las cuentas públicas desde el 11.2 por ciento del PIB en que cerró 2009, hasta el 6 por ciento en 2011, prácticamente a la mitad”. El “plan” incluye “congelación de las pensiones en 2011; reformas en la regulación de la dependencia y de las jubilaciones anticipadas; eliminación de las ayudas por nacimiento o adopción (el llamado cheque-bebé); medidas de ahorro en el gasto farmacéutico, y medidas que afectan al control del gasto público, especialmente para las corporaciones locales (se les obliga a dedicar el ahorro del ajuste a reducir deuda o a más inversiones)”. ¿Y el “impuesto a los ricos”? “En el momento oportuno; no hay en este momento ninguna noticia sobre este tema”.
Muy bien, todo al estilo mexicano, porque aquí Calderón y sus brillantes pitonisos económicos (como antes Fox, Zedillo, Salinas y De la Madrid) rápidamente encontraron la misma salida a la bronca: sin lugar a dudas, primero los pobres, pero como pagadores de la crisis, que de los ricos ya se encargará el Altísimo. El problema, como siempre, es que el inquilino de Los Pinos se fue de boca, y anticipadamente declaró que México libró la crisis con toda tranquilidad, y que, por si fuera poco, él y su virtuoso equipo hicieron bien la tarea (cara dura es lo que sobra). Pero algo falló, pues entendieron que los 15 minutos de descanso eran el final del partido, pero se asoma el segundo tiempo con la crisis europea en plena carburación y encima del navío de papel que es la economía mexicana.
La tormenta europea permea los mercados internacionales, de tal suerte que en Estados Unidos ya se pusieron la gabardina para cualquier eventualidad. En México, los del “navío de gran calado” apenas si registran el grado de peligro, y tímidamente comienzan a recular, sin abandonar del todo el discurso triunfalista. Por ejemplo, el brillante amigo del amigo que hoy despacha en la Secretaría de Hacienda, Ernesto Cordero, reconoció ayer que “la economía nacional no está exenta de riesgos, (de tal suerte) que hay que actuar con mayor prudencia ante la situación de inestabilidad financiera que viven algunos países europeos”.
Un par de días antes, en un reporte del Banco de México, en cuya oficina principal ahora se sienta el doctor “catarrito” Agustín Carstens, se advierte que “es previsible que las políticas monetarias acomodaticias en las principales economías avanzadas pudieran prolongarse por un tiempo mayor que el que los mercados anticipaban hasta hace algunas semanas; la crisis europea se ha reflejado en una menor tolerancia al riesgo por parte de los inversionistas, lo que ha generado alta volatilidad y ajustes en los mercados financieros de la mayoría de las economías emergentes; en el caso de México (…) hacia adelante la incertidumbre asociada con la crisis europea plantea riesgos no contemplados anteriormente; (internamente) la reactivación del gasto doméstico ha sido débil, con tasas trimestrales de crecimiento del consumo privado relativamente bajas y aún sin respuesta de la inversión privada”.
Así, por lerda que sea, lo menos que los mexicanos esperan de la autodenominada autoridad es que algo, por poco que represente, haya aprendido de la crisis de 2009, de las múltiples advertencias que –desde finales de 2006– fueron divulgadas urbi et orbe sobre el advenimiento de la crisis (incluidas las de algunos funcionarios de la propia Secretaría de Hacienda a la hora del cambio de gobierno, como le llaman); de la sacudida de las hipotecas chatarra de 2007; de los innegables síntomas de comienzos de 2008. Todas ellas fueron ninguneadas por el inquilino de Los Pinos y su “brillante equipo económico, tal vez el mejor” (según su propio dicho en Davos), y allí están los resultados, como siempre: la crisis carcome al país y el supuesto gobierno se aferra a enfrentar la realidad a golpe de discursos (mientras más cursis, mejor) y propaganda.
Para redondear el panorama, la también alegre Cepal (ella misma promotora de que “lo peor ya pasó”), ahora advierte que “la crisis europea afectará a América Latina a través del comercio, la inversión, el flujo de remesas y los equilibrios fiscales; hoy somos menos competitivos por la depreciación del euro, enfrentamos una mayor volatilidad financiera y hemos gastado parte de los ahorros fiscales; América Latina crecerá fuerte este año y probablemente también lo haga en 2011, pero la duda es el futuro”.
Las rebanadas del pastel
Para lo anterior, valga el cruel ejemplo de los ratoncitos verdes: más allá del discurso y el bombardeo propagandístico (que los pinta como verdaderos tigres invencibles), ayer en el estadio Wembley se enfrentaron a la cruda realidad, mientras Javier Aguirre, disfrazado de servil agente de viajes, asegura que “nos va a venir muy bien ver” Calderón en Sudáfrica, pero con discursos tampoco se gana la Copa Mundial.
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