Asalto cotidiano a usuarios de bancos
En México el sistema bancario es un oligopolio
Carlos Fernández-Vega
Tanto se repite la historia, tantos son los discursos y exhortos” acumulados, que la conclusión lógica es que nadie, absolutamente nadie de los que (se supone) toman las decisiones en el país tiene la más remota intención de poner fin al asalto cotidiano de que son víctimas los usuarios del sistema bancario que opera en México. Año tras año crecen las utilidades bancarias por margen financiero –la diferencia entre lo que cobran a los creditohabientes y lo que pagan a los ahorradores–, y la única reacción, tanto de las “autoridades reguladoras” como de los “representantes populares”, es una andanada de discursos conciliatorios, peticiones, súplicas y “llamados de atención” a los barones del dinero, quienes ni siquiera se dan por aludidos.
Banco de México, Secretaría de Hacienda, Comisión Nacional Bancaria y de Valores, Senado de la República, Cámara de Diputados y demás autoridades y “representantes populares” se dan por satisfechos, toda vez que acumulan un voluminoso inventario de discursos, estudios, iniciativas truncas, exhortos, pronunciamien- tos, llamados de atención, puntos de acuerdo y conexos, todos ellos con la atenta súplica a los banqueros para que, si son tan amables, bajen las tasas de interés que cobran a su clientela y dejen de exprimirla. Hasta allí, no más.
Concluido el periodo ordinario de sesiones, ahora toca el turno a la Comisión Permanente del Congreso, y en los trabajos de ayer sus integrantes (¡sorpresa!) “exhortaron al Banco de México para que ordene a las instituciones bancarias disminuir el costo de las comisiones que cobran por el uso de cajeros automáticos a tarjetahabientes de otros bancos. El diputado federal del PAN, Ignacio Téllez, se manifestó a favor de que los bancos disminuyan el cobro en cajeros de otras instituciones, (porque) el Partido Acción Nacional también está a favor de este daño (sic) tan grave que causan las comisiones por uso de tarjetas, yo creo que es un tema que no escapa a ningún grupo parlamentario, eso saldrá por unanimidad sin duda alguna, pero sí es lamentable que la mayoría de las veces te entreguen contratos en letras muy pequeñas, dijo” (El Universal).
Desde la reprivatización bancaria (concluida 18 años atrás) se escucha el humilde ruego de legisladores y partidos políticos para que los banqueros reduzcan intereses y comisiones a los usuarios del crédito (especialmente en tarjetas de crédito), y durante igual periodo las trompetillas de los barones del dinero se escuchan incluso antes de que aquellos concluyan el discurso o terminen de redactar el punto de acuerdo. Lo mismo sucede con las autodenominadas autoridades reguladoras del mercado financiero, aunque sus exhortos, peticiones y conexos suelen ser más descaradas y terminar en un “qué le vamos a hacer, si así funciona este negocio”. Y entre unos y otras, la clientela bancaria ya no siente lo duro, sino lo tupido (no tanto de los discursos como de los intereses y comisiones, que sí son reales).
Dos semanas atrás el Banco de México se mostró feliz, porque, según dijo, logró “meter en cintura” a los agiotistas institucionalizados (léase los bancos y sus dueños), porque “a partir del 5 de mayo de 2010 entraron en vigor las disposiciones que emitió relativas al cobro de comisiones por operaciones de retiro de efectivo y consulta de saldo en cajeros automáticos, cuando la tarjeta utilizada ha sido emitida por un banco distinto al que opera el cajero”. Lo consideró un éxito rotundo, cuando en realidad lo único que logró fue que el asaltado conociera anticipadamente cuánto le robará el asaltante, es decir, no evitó el asalto; simplemente lo cuantificó. Y como ésta, decenas de “iniciativas” y conexos para “proteger” al usuario.
Por ejemplo, para comenzar bien el año la trasnacional HSBC decidió incrementar nueve puntos porcentuales la tasa de interés para tarjetahabientes cumplidos (de un plumazo), y lo hizo justo cuando el micrófono oficial no presume otra cosa que “lo peor ya pasó” y que la “recuperación es un hecho”. Qué bueno que sea así, porque ello fortalece la tesis de que México vive tiempos de bonanza –versión oficial–, por mucho que sea indiscriminado el aumento de intereses en las tarjetas de crédito, aunque, eso sí, aderezado con decenas de discursos, exhortos, peticiones y puntos de acuerdo para que la banca las reduzca. Y así han transcurrido 15 largos años, cuando menos, y la clientela ya presenta síntomas cianóticos.
Para documentar la efectiva acción de autoridades y legisladores, va el siguiente repaso temático elaborado –paradójicamente– por la Cámara de Diputados: la estructura del sistema bancario en México “presenta rasgos de un oligopolio, debido a que existen múltiples competidores en este mercado, pero los servicios financieros están concentrados en pocas firmas bancarias. Con el objetivo de maximizar sus utilidades, ha introducido dos factores que ponen en riesgo el sistema crediticio del país: el otorgamiento indiscriminado de tarjetas de crédito y, como consecuencia, el incremento de la cartera vencida. El análisis del otorgamiento de crédito bancario del mercado de las tarjetas de crédito nos revela que las familias y las empresas del país no han gozado de los beneficios de una eficiente intermediación financiera, porque el diferencial entre la tasa de captación del ahorro y la tasa de colocación del crédito permanece en niveles altos, comparados con los observados internacionalmente, es decir, son incompetentes”.
En el país, el mercado de las tarjetas de crédito opera bajo una estructura de mercado oligopólico, “que favorece la concentración de la colocación de este tipo de crédito en pocas instituciones de banca múltiple. Dicho mercado mantiene tasas de interés altas, incompetentes internamente y en comparación con las existentes en el mercado internacional. La banca es la única que puede emitirlas, porque goza de mucha protección. Esto ayuda a explicar por qué el margen de intermediación financiera de este servicio ha permanecido muy por arriba de los estándares internacionales”. Eso sí, por discursos no paran.
Las rebanadas del pastel
Si de improductivos exhortos se trata, allí está el de Felipe Calderón ante Barack Obama en materia migratoria; es igual a los expresados por sus antecesores en la residencia oficial a los ex inquilinos de la Casa Blanca, de tal suerte que los resultados no tienen por qué ser distintos.
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