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miércoles, 26 de mayo de 2010
México SA
Escándalo mata realidad
Bazbaz versus desempleo
Carstens ataca de nuevo
Carlos Fernández-Vega
El secretario del Trabajo, Javier Lozano, acompañado del director del Instituto Mexicano del Seguro Social, Daniel Karam, en la conferencia de prensa ofrecida en las instalaciones del IMSS Foto Carlos Ramos Mamahua
Es innegable la efectiva sincronización que tiene el régimen político para manipular situaciones socialmente críticas, que en países más civilizados hubieran sido causa más que suficiente para la caída deshonrosa de un gobierno. Pero ¡alegraos!, que estamos en México y el circo es primero, pues para tapar una pésima noticia real siempre hay un escándalo de ocasión que permite evaporar, en la telaraña informativa, asuntos delicados que afectan a la nación. Entonces, celebremos, porque la renuncia que ayer presentó el ahora ex procurador mexiquense, Alberto Bazbaz, no sólo convirtióse en orgásmico follón, sino contribuyó a la causa del fallido inquilino de Los Pinos al ser utilizada como eficiente cortina mediática que llevó a un lejanísimo segundo plano, si no es que más lejos, el documentado fracaso laboral del calderonato.
¿Cuánto durará la batahola del ex funcionario de Enrique Peña Nieto (finalmente, coautor de las barrabasadas de Bazbaz)? ¿Qué nuevo follón lo sustituirá? Quién sabe, pero lo cierto es que la delicada situación laboral en el país, amén de ser permanente, tiende a ser socialmente explosiva. Así, la más reciente encuesta del Inegi en materia laboral (divulgada ayer poco después de la citada renuncia) pasó de noche, no obstante documentar no sólo el incremento del desempleo abierto en el país, sino la falacia del discurso oficial en lo que se refiere a la creación de puestos de trabajo a ritmos “nunca antes vistos”, de acuerdo con la versión oficial.
Al desempleo, así sea momentáneo, habrá que sumar al propio Bazbaz (se incluirá en la estadística de mayo), pero además de él alrededor de 2.5 millones de mexicanos –hasta abril pasado– se encuentran en tal situación, o lo que es lo mismo casi un millón más (63 por ciento de incremento) que el primero de diciembre de 2006, supuesto arranque del sexenio calderonista, cuya cabeza visible días atrás sonriente presumía “cifras históricas” en generación de puestos de trabajo. Pues bien, sólo en abril pasado, de acuerdo con el Inegi, alrededor de 280 mil paisanos se quedaron sin chamba y se sumaron al ejército de reserva.
El resultado de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) correspondiente al cuarto mes de 2010 arrojó, entre otros, los siguientes resultados: la tasa oficial de desocupación fue de 5.42 por ciento de la población económicamente activa, superior a la registrada en abril de 2009 (5.25 por ciento) y mayor a la de marzo pasado (4.81 por ciento). La subocupación (aquellas personas con necesidad y disponibilidad para trabajar más horas), afectó a más de 4 millones de mexicanos (más hombres que mujeres presentaron características de subocupación en abril de 2010: 10.5 y 7.6 por ciento, respectivamente), mientras alrededor de 13.2 millones adicionales sobreviven en el sector informal de la economía. Casi 20 millones de mexicanos en precarias condiciones laborales.
Cuando Calderón se instaló en Los Pinos el registro oficial documentaba un millón 533 mil 892 desempleados; 41 meses después, ese universo se incrementó a 2 millones 498 mil 113, es decir, un aumento de 964 mil 221 mexicanos en las filas del desempleo abierto, a razón promedio de 23 mil 517 por mes (hasta abril). En contrapartida, la estadística oficial (la que le gusta a la Secretaría del Trabajo, la del IMSS) registra 427 mil 628 empleos formales en igual periodo (43 por ciento permanentes, 57 por ciento eventuales), a razón promedio de 10 mil 430 por mes (cuando la demanda real se aproxima a 100 mil puestos mensuales). Por el lado de la informalidad, un millón 341 mil 425 mexicanos (32 mil 718 por mes) se han visto en la necesidad de incorporarse a este floreciente sector. Ese es el éxito, igual de real que de contundente, del calderonato en materia de empleo, sin considerar a quienes emigraron, ni la misteriosa “desaparición” de casi un millón de personas en el inventario de la población económicamente activa en el primer trimestre de 2010.
El anterior es un resumen socialmente aterrador, explosivo, del grave problema laboral en el país. Se supone (aunque regresamos al concepto de país civilizado, que no es el caso) que los partidos políticos (autodenominados representantes de la ciudadanía) y sus legisladores (ídem) deberían estar más que ocupados y preocupados en resolver esta nefasta circunstancia, en busca de soluciones reales, eficientes y de corto plazo, que no sólo aligeren la pesada carga para los desempleados, subempleados e informales y sus familias, sino para reactivar el aparato productivo, con su efecto fiscal y su impacto en el nivel de bienestar de los mexicanos. Sacar al país del prolongadísimo letargo que reporta, en síntesis.
Pero no, porque para ellos lo importante es el follón, la piñata, la evasión de la responsabilidad, el nembutal electrónico para la sociedad, la cortina de humo para mantenerse en el cochupo, de tal suerte que esos partidos y esos legisladores, sin dejar a un lado a los gobiernos estatales y, por supuesto, federal, están volcados en el caso Bazbaz (el chivo expiatorio de Peña Nieto), para el que ahora cocinan “juicio político”, porque la renuncia no les pareció suficiente (y el señorcito de la residencia oficial, feliz con el numerito) y se requiere leña verde. Cuando este caso ya no dé para más, agarrarán otro, y si no hay de dónde, pues lo inventan, que de eso se trata.
En realidad, si justicia es lo que buscan, si ése es el objetivo real, entonces hay que sumarse a la demanda de juicio político, pero tendrá que ser integral, es decir, del inquilino de Los Pinos al más pequeño integrante de la clase política (en su más amplia acepción, barones e Iglesia incluidos), sin ningunear a nadie. Qué bueno que Bazbaz ya renunció. ¿Para cuándo todos los demás? ¿Para cuándo el juicio político a quienes han desmantelado el país?
Las rebanadas del pastel
¡Cuidado!, mexicanos despistados y fanáticos de los ratoncitos verdes. Agárrense de donde puedan, que el doctor “catarrito” ataca de nuevo: Agustín Carstens, ahora en el Banco de México, retoma su terminología 2008 (como secretario de Hacienda) para “explicar” el alcance que tendría la crisis europea en estas tierras sin memoria. Vuelve a hablar de “baches”, “blindajes” y conexos, y sólo hay que recordar cómo le fue al país en 2009, con su mayor desplome en ocho décadas. Y mientras hablaba y hablaba de las “fortalezas”, el tipo de cambio del peso frente al dólar se fue a 13.32 por billete verde.
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