Deuda por mexicano: 100% más
Con Calderón, de 18 a 36 mil pesos
La insoportable levedad de Cordero
Carlos Fernández-Vega
Loco de contento estaba Ernesto Cordero critique que critique a los gobernadores por el sólido incremento de la deuda en sus respectivos estados, cuando alguno de sus desesperados cuan fallidos constructores de imagen le dijo al oído: espérate, delfín, que otra vez metiste la pata; frena tus ansias de torero, porque si alguien ha incrementado la deuda es, precisamente, Felipe Calderón, tu mentor, el mismo que en tiempos de campaña electoral se convulsionaba en público por el débito contratado por su rival con apodo de pez, que era un peligro para México”.
Pero al secretario calderonista de Hacienda la advertencia le valió un soberano pito, y siguió con su andanada en contra del endeudamiento de los estados de la República, tal vez como única tabla de salvación para evitar responder las múltiples cuan precisas preguntas que ayer le formularon los diputados (de las que no contestó ninguna), ante quienes supuestamente compareció como parte de la glosa del autodenominado cuarto Informe de gobierno.
Así, el Cordero del señor señaló que “de diciembre de 2008 a junio de 2010, el saldo de la deuda pública en los estados de la República se incrementó 33 por ciento, al pasar de 203 mil millones de pesos a 270 mil millones. Sí se han venido incrementando de manera importante los saldos de deuda que tienen las entidades federativas; en algunos estados el saldo de su deuda como porcentaje de las participaciones, que es la principal fuente de ingresos que se tiene, es de más de 100 por ciento, en algunos casos”. ¿Por qué limitó el periodo de comparación? Quién sabe, pero lo cierto es que de diciembre de 2006 a junio de 2010 el crecimiento de dicho débito ha sido de 68.5 por ciento, al pasar de 160 mil a 270 mil millones de pesos, es decir, de 1.6 a 2.1 por ciento del PIB.
En este contexto, según las cifras de la Secretaría de Hacienda, los gobiernos (de todos los partidos políticos) que mayores incrementos reportan en sus respectivas deudas públicas (diciembre de 2006-junio de 2010, es decir, desde el comienzo del calderonato) son los de Coahuila, con un aumento de mil 745 por ciento; Tamaulipas, mil 70; Chiapas, 900; Nayarit, 372; Michoacán, 275; Guanajuato, 210; Zacatecas, 207, y Tabasco, 202. Otros no lo han hecho nada mal (Oaxaca, 185 por ciento; Aguascalientes, 180; Yucatán, 163; Baja California Sur, 160; Quintana Roo, 155, y Jalisco, 138). Algunos más se han esforzado (Baja California, 96 por ciento; Puebla, 95; Chihuahua, 93; Sonora, 80; Nuevo León, 77; Hidalgo, 71; Veracruz, 69; San Luis Potosí, 67; Colima, 49; Durango, 39; Querétaro, 36; Guerrero, 32; Morelos, 23 y Distrito Federal, 12; Sinaloa, 8.5; estado de México, 2.8 y Campeche, que carece de punto de referencia).
Ese es el cuadro completo que motiva la preocupación de Ernesto Cordero, y es tanta que olvidó platicar del verdadero monstruo, el alimentado por Calderón que ya supera el 30 por ciento del PIB, contra 2.1 por ciento por parte de los estados de la República. El endeudamiento en sí no es un problema; el conflicto es que tales dineros no se ven por ninguna parte, ni en lo federal ni en lo estatal. ¿Dónde está, en qué se invirtió, cuál ha sido su impacto en el crecimiento económico, en la generación de empleo, en el beneficio social de los mexicanos? A esa parte ya no le entró el que estaba loco de contento.
Por ello, vale recordar que cuando Calderón se instaló en Los Pinos la deuda neta del gobierno federal (interna y externa) ascendía a un billón 980 mil 247 millones de pesos, equivalente a 20.2 por ciento del PIB; al cierre de junio pasado ese monto se había incrementado a 3 billones 227 mil 59 millones de pesos, igual al 24.9 por ciento del producto. Así, en el transcurso del calderonato el débito del gobierno federal aumentó 63 por ciento (un billón 468 mil 12 millones), o si se prefiere casi 5 puntos porcentuales del producto interno bruto. En esto no reflexionó el siempre sonriente Ernesto Cordero. Nada que presumir: en diciembre de 2006, a cada mexicano (incluidos los recién nacidos) le tocaba una deuda de 18 mil 860 pesos; al cierre de junio de 2010 esa porción se había incrementado a 29 mil 880 pesos por cabeza.
La cuenta no concluye allí, porque al anterior hay que añadir el débito correspondiente a los organismos y empresas controladas, así como la de la banca de desarrollo, lo que conforma la deuda del sector público federal (interna y externa). En diciembre de 2006, este adeudo sumaba un billón 985 mil 730 millones de pesos, equivalente a 20.3 por ciento del PIB; al cierre de junio de 2010 ese monto se había incrementado a 3 billones 913 mil 228 millones, igual al 30.2 por ciento del producto. Ya con todos los elementos incorporados, la deuda por habitante aumentó de 18 mil 912 pesos en diciembre de 2006, a 36 mil 234 pesos en junio de 2010, casi el doble en 43 meses. Como proporción del producto interno bruto dicho débito creció casi 10 puntos porcentuales (para dar margen comparativo, vale señalar que el “catarrito” económico de 2009 le costó al país 6.5 puntos; si fuera posible, que no lo es, prorratear la deuda de los estados entre los mexicanos, a cada uno de ellos le tocaría pagar mil 916 pesos, independientemente de los 36 mil 234 del débito federal).
Entonces, desconozco si Ernesto Cordero esté enterado de estas cifras (todas ellas, por cierto, de la Secretaría de Hacienda), si tiene el registro y las ha digerido, aunque todo hace suponer que no, que ni de lejos las ha visto pasar, porque de otra suerte no estaría tan sonriente ni utilizaría la deuda de los estados para justificar las barbaridades cometidas por el inquilino de Los Pinos y su “muy buen equipo económico, tal vez el mejor” (Calderón dixit).
Ya como postre, va el saldo de la deuda externa del sector privado bancario y no bancario al cierre de 2009: 68 mil 760.1 millones de dólares (cifra de Hacienda). Lo mejor del caso es que México está endeudado hasta los ojos, con todos los bienes nacionales regalados al gran capital (que no paga impuestos), con Pemex exprimido hasta la última gota y con una economía raquítica y destartalada que no picha, ni cacha y mucho menos distribuye. Entonces, ¿con qué se pagará el débito?
Las rebanadas del pastel
Hugo, Paco y Luis, más la patita Daisy, comparecieron ayer ante los legisladores; nada contestaron, de todo fingieron demencia, y se fueron felices. Faltan otros sobrinos de Felipe Mac Pato, con más patoaventuras de la “continuidad”. Entonces, ¿tiene algún caso mantener el esquema?, porque la nota del Congreso que mayor difusión obtuvo ayer fue la relativa a que un diputado dormía plácidamente en su curul mientras Cordero echaba choro (como si fuera novedad).
cfvmexico_sa@hotmail.com • mexicosa@infinitum.com.mx • http://twitter.com/cafevega
Pero al secretario calderonista de Hacienda la advertencia le valió un soberano pito, y siguió con su andanada en contra del endeudamiento de los estados de la República, tal vez como única tabla de salvación para evitar responder las múltiples cuan precisas preguntas que ayer le formularon los diputados (de las que no contestó ninguna), ante quienes supuestamente compareció como parte de la glosa del autodenominado cuarto Informe de gobierno.
Así, el Cordero del señor señaló que “de diciembre de 2008 a junio de 2010, el saldo de la deuda pública en los estados de la República se incrementó 33 por ciento, al pasar de 203 mil millones de pesos a 270 mil millones. Sí se han venido incrementando de manera importante los saldos de deuda que tienen las entidades federativas; en algunos estados el saldo de su deuda como porcentaje de las participaciones, que es la principal fuente de ingresos que se tiene, es de más de 100 por ciento, en algunos casos”. ¿Por qué limitó el periodo de comparación? Quién sabe, pero lo cierto es que de diciembre de 2006 a junio de 2010 el crecimiento de dicho débito ha sido de 68.5 por ciento, al pasar de 160 mil a 270 mil millones de pesos, es decir, de 1.6 a 2.1 por ciento del PIB.
En este contexto, según las cifras de la Secretaría de Hacienda, los gobiernos (de todos los partidos políticos) que mayores incrementos reportan en sus respectivas deudas públicas (diciembre de 2006-junio de 2010, es decir, desde el comienzo del calderonato) son los de Coahuila, con un aumento de mil 745 por ciento; Tamaulipas, mil 70; Chiapas, 900; Nayarit, 372; Michoacán, 275; Guanajuato, 210; Zacatecas, 207, y Tabasco, 202. Otros no lo han hecho nada mal (Oaxaca, 185 por ciento; Aguascalientes, 180; Yucatán, 163; Baja California Sur, 160; Quintana Roo, 155, y Jalisco, 138). Algunos más se han esforzado (Baja California, 96 por ciento; Puebla, 95; Chihuahua, 93; Sonora, 80; Nuevo León, 77; Hidalgo, 71; Veracruz, 69; San Luis Potosí, 67; Colima, 49; Durango, 39; Querétaro, 36; Guerrero, 32; Morelos, 23 y Distrito Federal, 12; Sinaloa, 8.5; estado de México, 2.8 y Campeche, que carece de punto de referencia).
Ese es el cuadro completo que motiva la preocupación de Ernesto Cordero, y es tanta que olvidó platicar del verdadero monstruo, el alimentado por Calderón que ya supera el 30 por ciento del PIB, contra 2.1 por ciento por parte de los estados de la República. El endeudamiento en sí no es un problema; el conflicto es que tales dineros no se ven por ninguna parte, ni en lo federal ni en lo estatal. ¿Dónde está, en qué se invirtió, cuál ha sido su impacto en el crecimiento económico, en la generación de empleo, en el beneficio social de los mexicanos? A esa parte ya no le entró el que estaba loco de contento.
Por ello, vale recordar que cuando Calderón se instaló en Los Pinos la deuda neta del gobierno federal (interna y externa) ascendía a un billón 980 mil 247 millones de pesos, equivalente a 20.2 por ciento del PIB; al cierre de junio pasado ese monto se había incrementado a 3 billones 227 mil 59 millones de pesos, igual al 24.9 por ciento del producto. Así, en el transcurso del calderonato el débito del gobierno federal aumentó 63 por ciento (un billón 468 mil 12 millones), o si se prefiere casi 5 puntos porcentuales del producto interno bruto. En esto no reflexionó el siempre sonriente Ernesto Cordero. Nada que presumir: en diciembre de 2006, a cada mexicano (incluidos los recién nacidos) le tocaba una deuda de 18 mil 860 pesos; al cierre de junio de 2010 esa porción se había incrementado a 29 mil 880 pesos por cabeza.
La cuenta no concluye allí, porque al anterior hay que añadir el débito correspondiente a los organismos y empresas controladas, así como la de la banca de desarrollo, lo que conforma la deuda del sector público federal (interna y externa). En diciembre de 2006, este adeudo sumaba un billón 985 mil 730 millones de pesos, equivalente a 20.3 por ciento del PIB; al cierre de junio de 2010 ese monto se había incrementado a 3 billones 913 mil 228 millones, igual al 30.2 por ciento del producto. Ya con todos los elementos incorporados, la deuda por habitante aumentó de 18 mil 912 pesos en diciembre de 2006, a 36 mil 234 pesos en junio de 2010, casi el doble en 43 meses. Como proporción del producto interno bruto dicho débito creció casi 10 puntos porcentuales (para dar margen comparativo, vale señalar que el “catarrito” económico de 2009 le costó al país 6.5 puntos; si fuera posible, que no lo es, prorratear la deuda de los estados entre los mexicanos, a cada uno de ellos le tocaría pagar mil 916 pesos, independientemente de los 36 mil 234 del débito federal).
Entonces, desconozco si Ernesto Cordero esté enterado de estas cifras (todas ellas, por cierto, de la Secretaría de Hacienda), si tiene el registro y las ha digerido, aunque todo hace suponer que no, que ni de lejos las ha visto pasar, porque de otra suerte no estaría tan sonriente ni utilizaría la deuda de los estados para justificar las barbaridades cometidas por el inquilino de Los Pinos y su “muy buen equipo económico, tal vez el mejor” (Calderón dixit).
Ya como postre, va el saldo de la deuda externa del sector privado bancario y no bancario al cierre de 2009: 68 mil 760.1 millones de dólares (cifra de Hacienda). Lo mejor del caso es que México está endeudado hasta los ojos, con todos los bienes nacionales regalados al gran capital (que no paga impuestos), con Pemex exprimido hasta la última gota y con una economía raquítica y destartalada que no picha, ni cacha y mucho menos distribuye. Entonces, ¿con qué se pagará el débito?
Las rebanadas del pastel
Hugo, Paco y Luis, más la patita Daisy, comparecieron ayer ante los legisladores; nada contestaron, de todo fingieron demencia, y se fueron felices. Faltan otros sobrinos de Felipe Mac Pato, con más patoaventuras de la “continuidad”. Entonces, ¿tiene algún caso mantener el esquema?, porque la nota del Congreso que mayor difusión obtuvo ayer fue la relativa a que un diputado dormía plácidamente en su curul mientras Cordero echaba choro (como si fuera novedad).
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