Adolfo Sánchez Rebolledo
C
omo es su inveterada costumbre, esa suerte de incontinencia verbal que lo lleva a decir cualquier cosa, sin respeto por los demás ni por él mismo, Fox, el ex presidente, lanzó una de sus frases escandalosas, ahora comparándose con Benito Juárez. Pero es un error suponer que se trató de una boutade, o de un simple descuido. Fox piensa así. La visión sobre Juárez y el significado del liberalismo en México constituye una de las piezas maestras del pensamiento conservador de la derecha mexicana, aunque hoy, ante la crisis ideológica acarreada por la llamada
modernizacióncapitalista, el debate de otros tiempos parezca haber perdido sentido y quien más quien menos dentro del poder reclame el fin de las ideologías y la muerte de la memoria.
Cierto es que no se trata de suplantar el juicio de la historia por el culto vacío a “los héroes, a los
tabúesque se invocan sin contexto crítico, sino de reconocer, justamente, que hay una línea de continuidad hasta el presente que nos permite entender qué somos y adónde vamos. Sin embargo, para gente como Fox, que no es tampoco un dechado de sabiduría, basta y sobra con sostener los más viejos prejuicios del catolicismo contra la Reforma para aterrizar en la que ahora se busca presentar como la opción moderna para el México del futuro. Esa suerte de híbrido entre el cristero y el brocker, protegido bajo el velo del discurso democrático, renace en todas las iniciativas donde la derecha quiere colocarse a la vanguardia. Se trata, como lo vivimos cotidianamente, del intento de superar en los hechos el laicismo para sustituirlo por una interpretación que favorece a la Iglesia católica, pero que no se detiene en las cuestiones de orden moral o religioso.
Así como Fox subvierte la intocabilidad de la mariguana cuando los vecinos descubren que un negocio de ese tamaño no merece desperdiciarse, también en el caso de los energéticos la primera ofensiva es contra el
tabú, es decir, contra el ordenamiento constitucional que aún impide la subasta del patrimonio y los recursos naturales. En ese terreno, Fox está fuera del PAN pero no de la línea argumental,
ideológica, que define a dicha formación, por enormes que sean las aparentes divisiones que dividen a sus tribus, las cuales aún resienten la pérdida de influencia y poder.
Visto de cerca, no existe patriotismo alguno en la exigencia de darle carta blanca a los capitales privados para que éstos se apropien de esa riqueza a cambio del pago de ciertos derechos (así se comenzó con la banca hasta que los inversionistas extranjeros se llevaron la parte del león, como corresponde a su naturaleza). Dicen que con una lanzada tan larga buscan negociar (de lo perdido lo que aparezca) sin reconocer siquiera que la apertura en estos terrenos sí implica
privatización, con lo que de plano buscan tomarle el pelo a la ciudadanía. A cambio de esa postura de entrega total quieren que se les concedan otras reformas que han elaborado a varias manos. Eso no es una negociación racional y responsable. El gobierno, que más de una vez se ha pronunciado por la “modernización rechazando las prácticas privatizadoras (sic), tiene ante sí la obligación de formular una propuesta que ya sabe –así se lo han repetido– contará con el apoyo del PAN, sin que importe el destino del llamado Pacto por México.
Preocupa que ante la tesitura de ir hacia una reforma hacendaria en serio, las fuerzas progresistas no aprovechen la ocasión para plantear el proyecto que el país requiere para avanzar en otro ciclo de desarrollo. La resistencia es necesaria pero debe ir un paso más allá, planteando con precisión las prioridades derivadas de nuestra sempiterna desigualdad social. La izquierda tendrá que remar contra la corriente bipartidista y el lobby de los intereses fácticos para impedir que se consume un atraco a la nación, afirmando, como se ha venido haciendo, una propuesta que, en efecto, consiga hacer el milagro de la modernización sin echar abajo el funcionamiento del Estado. Tendrá que superar las tendencias centrífugas y saber distinguir dónde es imprescindible la unidad de acción.
PS. (Leído en La Jornada.) Mientras en Brasil el papa Francisco subraya su acercamiento a los pobres, en México una parte del clero (y del personal político municipal y estatal) sigue viviendo en las nubes de la Edad Media con sus consagraciones y otros actos que anulan el laicismo del Estado. Hay curas tan insolentes como autoritarios, como el obispo de Aguascalientes, José María de la Torre Martín, quien lanzó toda su oronda humanidad contra los diputados locales por atreverse a desafiar que
el estado de Aguascalientes reconoce, protege y garantiza el derecho a la vida de todo ser humano desde el momento de la concepción, salvo las exclusiones que establece la normatividad penal. Tras llamarlos
bueyes, contrariado por el leve matiz introducido de última hora, el obispo aseguró que con él se permitiría
hacer manipulación in vitro, es decir, sinvergüenzadas, darle a
las niñas y señoritas... la píldora del día siguiente y utilizar el DIU (dispositivo intrauterino) como otras cosas. Según el señor obispo,
Ahí se ve la mano de un gusano perverso. ¡Viva la modernidad!
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