¿Provocaciones a AMLO?
Hostigamiento, retenes
Pide renuncia de EPN
Endurecimiento riesgoso
Julio Hernández López
ENCUENTRO CON CONNACIONALES EN EU. El presidente Enrique Peña Nieto se reunió ayer en el hotel Millenium Biltmore, de la ciudad de Los Ángeles, con representantes de varias organizaciones de residentes mexicanos en Estados Unidos. En la imagen, el titular del Ejecutivo federal aparece flanqueado por el gobernador de California, Jerry Brown, y a su izquierda, por la señora Angélica Rivera, su esposa Foto Ap
E
l último reducto de oposición innegociable que queda frente al avasallamiento y cooptación del peñismo está en Morena y específicamente en su dirigente real, Andrés Manuel López Obrador. Esa unicidad hace que en las alturas del poder se vea con atención la eventualidad de que pueda tener un crecimiento electoral importante a pesar de los tropiezos y errores que se han cometido en el proceso de construcción de ese nuevo partido (entre otros, los dedazos múltiples y constantes para candidaturas a cargos de elección popular) y de los desatinos y reacciones hepáticas que luego tiene el jefe máximo.
En medio de la gran victoria mafiosa que ha alcanzado el peñismo al imponer casi sin oposición real sus controvertidas reformas estructurales, resalta el poco tacto político (a menos que sea una directriz oficial) con el que se está tratando a ese partido. Martí Batres, presidente del comité nacional de Morena, denunció ayer hostigamiento hacia militantes de esa organización, en una oleada que hace recordar la embestida del salinismo contra el Partido de la Revolución Democrática en sus primeros años. Batres recordó que en Chiapas fue detenido el secretario estatal de organización, Nemesio Hernández, acompañante de luchas campesinas y, aunque luego fue liberado, se le mantiene bajo proceso. En Quintana Roo también han recibido cárcel dos dirigentes municipales que participan en manifestaciones relacionadas con demandas de agua.
Destaca lo acontecido el pasado domingo en la comunidad de San Juan Atezcapan, en Valle de Bravo, estado de México, donde, según reporte de Israel Dávila en La Jornada, ‘‘la camioneta de López Obrador fue detenida en un retén del Ejército Mexicano y sujeta a revisión’’. No es la primera vez que acontece un cateo así, y es evidente que el carácter insólitamente itinerante del tabasqueño lo coloca en situación de sufrir los incidentes que de manera cotidiana padecen quienes viajan por caminos y carreteras nacionales. Pero sería terrible que por falta de coordinación entre mandos civiles y militares (que conocen al dedillo los movimientos de AMLO) o porque así se buscara o permitiera, pudiera producirse algún incidente provocado justamente para pretender nuevas oleadas de descalificación o satanización contra el dos veces candidato presidencial. Revisar el vehículo en el que se transporta López Obrador y los de sus acompañantes podría tener como desenlace sembrado, tal como le ha sucedido a muchos mexicanos, el ‘‘hallazgo’’ de sustancias estupefacientes o algún otro tipo de objetos presuntamente constitutivos de hechos delictivos. ¿Los servicios de inteligencia del peñismo creen necesario indagar en las vestiduras y el motor del vehículo que usa ese dirigente para ver si encuentran allí algún indicio de infracción que pueda servir para someterlo a proceso?
Incidente o plan de provocación federal, lo cierto es que López Obrador endureció su discurso horas después, cuando escribió en su página de Facebook que ‘‘Peña debería renunciar a la Presidencia antes del primero de diciembre. Por su ignorancia o mala fe está dañando gravemente al país’’. Acompañando esa publicación internética con una fotografía en la que posan Carlos Salinas de Gortari y el ex gobernador del estado de México, el tabasqueño fundamentó la súbita demanda de que Peña Nieto deje el cargo dentro de poco más de tres meses: ‘‘Los hechos demuestran que la economía permanece estancada, agobia el desempleo, prevalece la violencia y el gobierno se ha corrompido por completo. Lo peor de todo es que con las reformas impuestas en materia fiscal y energética, se corre el riesgo de una mayor degradación de la vida pública en su conjunto y de un estallido social. En razón de lo anterior y por el bien de todas y todos los mexicanos, la renuncia de EPN, antes del primero de diciembre, permitiría, como establece la Constitución, convocar a nuevas elecciones y enfrentar, por la vía pacífica y democrática, la ingobernabilidad y la crisis de México.
Al momento de cerrar esta columna no se conocía algún plan detallado de lucha al que López Obrador estuviese convocando para dar fuerza y densidad al descomunal llamamiento a Peña Nieto para que deje el poder en menos de cien días, declinación que, es de suponerse, el mexiquense no estaría dispuesto a obsequiar solamente a partir de una emisión feisbuquera (ni él, ni el conjunto de factores de poder que confluyen en torno a él, incluso generando la impresión de que son los que realmente deciden y gobiernan, y mucho menos las fuerzas trasnacionales que van tomando posesión de la riqueza energética mexicana y que de ninguna manera permitirían un cambio de timón que les afectara, así fuera en cuotas mínimas).
Ese endurecimiento de posiciones es preocupante en las condiciones actuales. Peña Nieto debe desechar la tendencia cesarista que parece encantarle y le es alentada por su socialmente insensible círculo cercano. La batalla reformista ganada de manera arrasadora gracias a la colaboración de los dos partidos presuntamente opositores y al desmoronamiento operativo de la opción lopezobradorista (concentrada en lo electoral, es decir, en el proyecto de Morena) no significa de manera automática que Los Pinos tenga carta abierta para continuar con un proyecto de exterminio político de la oposición subsistente. Ni siquiera aunque a esa cúpula federal le parezca alcanzable la perspectiva de apabullamiento económico en 2015 (la etapa superior del monexismo-sorianismo) para alcanzar una mayoría más amplia en la Cámara de Diputados y manejar las elecciones de gobernadores con criterios tianguistas, repartiendo algo a los marchantes opositores pactados, PAN y PRD.
Tampoco ayuda a la izquierda electoral morena el exhorto a tareas mayores (la renuncia del ocupante de Los Pinos en un plazo de menos de cien días) si ello proviene solamente de una respuesta a una provocación o de un deseo personal sin fuerza ni organización sociales suficientes. Y, mientras Cuauhtémoc Gutiérrez queda listo para seguir trabajando en favor del PRI en el Distrito Federal, ¡hasta mañana!
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