martes, 26 de agosto de 2014

Paranoia: la locura que hace la historia

Pedro Salmerón Sanginés
E
ste es el sugestivo título del más reciente libro del sicólogo y pensadoritaliano Luigi Zoja, con el que se propone mostrar la paranoia colectiva (histórico-cultural) como uno de los motores de las atrocidades de la historia moderna.
El autor explica la paranoia como enfermedad individual en 15 páginas: “1. Un trastorno sicótico caracterizado por delirios sistemáticos, sobre todo de persecución o de grandeza. 2. Una forma de desconfianza hacia los demás extrema e irracional. Y añade: el paranoico grave construye una teoría del complot porque de esta manera parece encontrarle un sentido a su sufrimiento, compensando sus debilidades. En su construcción del complot, el sistema delirante es lógico y está bien organizado.
El paranoico no tiene que probar la existencia del complot: le basta con argumentarla y saberse víctima: el verdadero paranoico parece haber recibido una iluminación interpretativa: las explicaciones que se da (a sí mismo) asumen las características de una fe. La idea delirante es verdadera porque tiene las mismas características que una revelación religiosa. Y la verdad revelada de una religión no se puede modificar, porque su modificación no sería una enmienda sino una herejía.
La novedad del libro consiste en la identificación de la paranoia colectiva, el contagio paranoico que, para Zoja, es un proceso que tiene enorme analogía con la cultura popular moderna y sus medios masivos de comunicación: el abandono de la reflexión crítica sobre los problemas individuales o colectivos, para buscar culpables en el exterior, en el diferente. En la historia, el contagio mental de las masas funcionó a menudo como un gigantesco multiplicador de actitudes paranoicas, que aparecen como: a) la intención de deshacerse preventivamente del enemigo, exterminando sin sentimientos de culpa a poblaciones que se conciben como diferentes y amenazantes; b) la fobia al acorralamiento que está en la base de, por ejemplo, el militarismo alemán del siglo XIX (y su herencia nazi) o el genocidio armenio durante la Primera Guerra Mundial, y c) el racismo y el darwinismo social (fundamento errado de una creciente paranoia colectiva de los blancos, donde se estaban gestando el hitlerismo y el estalinismo) que proclamaban que las razas inferiores debían desaparecer, y justificaba colonizaciones, expropiaciones, expulsiones y masacres.
Estos tres elementos están en la base de los crímenes colectivos: la agresión colectiva local o pogromo; la expulsión colectiva, hoy llamada limpieza étnica y el exterminio de una población o etnia, llamado genocidio.
Hay momentos de la historia en los que el clima paranoico es más fuerte, que permiten o preceden a grandes estallidos de paranoia colectiva: Hitler no habría sido jefe del Estado alemán si en el horizonte cultural de la Alemania de entreguerras no hubiesen estado presentes sentimientos colectivos tendientes a la fobia al acorralamiento y al racismo, así como el resentimiento y la teoría del complot.
Ahora bien: si la paranoia como enfermedad mental aqueja a una muy pequeña proporción de seres humanos, ¿cómo es que su contagio social puede ser tan devastador? Porque de eso trata el libro: del “contagio mental de las masas […] como un gigantesco multiplicador de actitudes paranoicas”. La identificación del mal como un complot que viene de fuera y que aparece en la forja de los nacionalismos europeos (y el invento ideológico de la raza); en el excepcionalismo y el destino manifiestode Estados Unidos; y por supuesto, como versión extrema, el nazismo. La clave no es si Hitler (o Stalin o Netanyahu) eran o son paranoicos, sino cómo son capaces de contagiar su paranoia a multitudes o despertar la paranoia latente en sus sociedades.
Seguimos viviendo en un clima de paranoia colectiva: cuando uno lee, por ejemplo, las justificaciones que esgrime el gobierno de Estados Unidos para su guerra contra el terrorismo, o las razones del gobierno de Israel para su criminal ofensiva contra Gaza, aparecen de inmediato la voluntad de aniquilar preventivamente, la fobia al acorralamiento y la superioridad racial o moral. De ahí al genocidio perpetrado hoy por el Estado de Israel, sólo hay un paso (sí: genocidio. Véanse “Las palabras correctas”).
Esa misma paranoia impulsa el antisemitismo. Paranoia fundada en terrores profundos inculcados durante milenio y medio por la Iglesia (y transmitidos a la mayor invención paranoica: la gran conspiración judía), de tal modo que la ofensiva israelí mueve terrores y odios profundos y se vincula con teorías que buscaron en la gran conspiración judía la razón última de todos los males. Esta paranoia se convierte en histeria judeófoba que, en la historia moderna, ha precedido al fascismo. Vemos en México algunas alarmantes señales de ello. De complots, hablaremos en siguientes entregas.

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