viernes, 26 de junio de 2015

México SA

México, paraíso Forbes
Desigualdad galopante
Afores: la famiglia ataca
Carlos Fernández-Vega
L
os habitantes de esta bella República moderna, pujante y, sobre todo, justa, han sido informados de que 10 por ciento de los mexicanos concentra 64.4 por ciento de la riqueza del país, mientras 90 por ciento se reparte (también de forma por demás inequitativa) el restante 35.6 por ciento. Así, México destella en la comunidad internacional, pero como una de las naciones más desiguales del planeta.
Excelente noticia para el gobierno federal, cuyo discurso no deja de presumir el paradisiaco país de oportunidades para todos y el gran avance social alcanzado, gracias a las reformas (las actuales y las aprobadas en tres décadas).
Si las cifras citadas son para infartar al más plantado, la organización Oxfam (que las aporta en su informe Desigualdad extrema en México: concentración del poder económico y político) detalla que la concentración del ingreso y la riqueza en el país soporta un corte adicional: el uno por ciento de los mexicanos más ricos entre los ricos acapara 43 por ciento de la riqueza total, cuyas voluminosas fortunas, en la mayoría de los casos –por no decir en todos– están asociadas a la privatización y usufructo de los bienes del Estado.
Dicho informe da cuenta de la magnitud: México tiene mucha más desigualdad que el promedio de todos los países (considerados) en la muestra. De hecho, ocupa el lugar 87 de 113 países, lo que significa que más de 75 por ciento de los países del mundo son menos desiguales que el nuestro (La Jornada, Arturo Sánchez Jiménez).
De hecho, el informe de Oxfam cita cuatro casos concretos de ricos entre los ricos más ricos del país: Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Bailleres y Ricardo Salinas Pliego. Lo detalla así: en 2002, la riqueza de (esos) cuatro mexicanos representaba 2 por ciento del producto interno bruto; entre 2003 y 2014 ese porcentaje subió a 9 por ciento. Ello significa que mientras el PIB por habitante crece menos de uno por ciento anual, la fortuna de los individuos más ricos se multiplica por cinco (ídem).
En esa cuarteta hay dos júniors (Larrea y Bailleres heredaron la fortuna paterna, cuyos orígenes se remontan a los tiempos de (y a los asociaciones con) Miguel Alemán Valdés) y un par de los llamados self-made-man (Slim y Salinas Pliego) aunque –siempre ligados al poder político– su caja registradora comienza a sonar fuerte y permanentemente a partir del salinato y su venta de garaje de los bienes de la nación.
En 1991 (ya con Telmex en el bolsillo) Carlos Slim aparece por primera vez en la lista Forbes de multimillonarios, con una fortuna estimada en mil 600 millones de dólares. Veintitrés años después (el monto que se cita es de 2014), sus haberes habían crecido a 77 mil 100 millones billetes verdes, es decir, un incremento de 4 mil 800 por ciento en el periodo. En ese mismo lapso la economía creció a una tasa anual promedio de 2 por ciento.
El júnior Germán Larrea heredó de su padre (Jorge Larrea Ortega, El Azote, socio de Miguel Alemán Valdés en un cúmulo de negocios) una fortuna de mil 100 millones de dólares. En 1994 su progenitor apareció por primera vez en Forbes (ya con la Compañía Minera de Cananea y Mexicana del Cobre en el bolsillo, por cortesía de Carlos Salinas de Gortari). Sólo hasta 2000 (tras la muerte de su tata) Germancito aparece en la lista de multimillonarios con esa misma cantidad. Sin embargo, para 2014 (con cientos de concesiones mineras adicionales, los ferrocarriles nacionales, uno que otro aeropuerto y más bienes de la nación a su disposición) este inenarrable personaje (los negocios del hipódromo son aparte) apareció con una fortuna de 13 mil 900 millones de dólares, es decir, un incremento superior a mil 200 por ciento en lo que va del nuevo siglo, cuando la economía mexicana ha ido de mal en peor.
Heredero también de la fortuna paterna, Alberto Bailleres (zar de la plata, dueño del semillero de funcionarios que han llevado a México al despeñadero –pero a la luna a empresarios como él– y totalmente Palacio) en 1994 apareció por primera vez enForbes, con una fortuna estimada en mil 900 millones de dólares. A estas alturas sus haberes se aproximan a 11 mil millones de billetes verdes, con un incremento cercano a 600 por ciento.
Y Ricardo Salinas Pliego, dueño de la cadena de tiendas de los abonos chiquitos y los intereses de usura, saltó a la fama por la adquisición de lo que hoy es Tv Azteca, aunque según su dicho tuvo que pedir prestado (a Raúl Salinas de Gortari, entre otros) para cerrar la transacción. Ello le permitió aparecer (1994) por primera vez enForbes, con una fortuna de mil 200 millones de dólares. Hoy es el cuarto empresario más rico del país, con una fortuna estimada en 8 mil millones de billetes verdes, más de 600 por ciento de incremento en ese lapso.
Estos cuatro magnates registran fortunas conjuntas por cerca de 110 mil millones de dólares, es decir, alrededor de 10 por ciento del producto interno bruto para ellos solitos. Entre tantas otras cosas, todos tienen abundantes concesiones mineras y ahora van sobre el petróleo, sin olvidar que desde antes de la reforma hacen jugosos negocios con Pemex; controlan una buena rebanada del mundo financiero que opera en el país, de la industria de la construcción y de las obras de infraestructura pública, al tiempo que dos de ellos tienen una participación superlativa en las telecomunicaciones; otro hasta hace poco formaba parte del consejo de administración de Televisa y le ha dado por derramar tóxicos por toda la República, y una más domina el espectro público por medio del ITAM. Otros 12 magnates, todos ligados al poder público, o al revés, aparecen en Forbes con fortunas conjuntas cercanas a 35 mil millones de dólares.
Veinte años atrás 24 fueron los magnates que aparecieron en Forbes, con fortunas conjuntas por 41 mil 900 millones de dólares. Hoy sólo son 16, con 144 mil 500 millones. En dos décadas multiplicaron sus haberes por 3.5 veces. He allí, pues, una muestra fehaciente del México moderno, pujante y, sobre todo, justo.
Las rebanadas del pastel
Y de cereza, los famélicos pensionados y quienes aspiran a serlo deben saber que un selecto grupo de ex funcionarios y empresarios harán jugosos negocios particulares con el ahorro de las Afore. Lo disfrazan de proyectos de infraestructura derivados de las reformas estructurales, pero en los hechos le meterán la mano a dinero ajeno, sin consultar a los propietarios. Y a la cabeza aparecen el ex secretario foxista de Hacienda, Francisco Gil Díaz, y el ex presidente de la Consar, Mario Budebo. Lafamiglia, pues.
Twitter: @cafevega

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