jueves, 11 de junio de 2015

¿Votar es útil?

Adolfo Sánchez Rebolledo
D
ecían que votar no tenía sentido, que era tanto como avalar la farsa o el desánimo, que nada cambiarían una cuantas boletas depositadas en un ambiente de crispación, provocación y violencia. Los hechos no ratifican esas amargas previsiones. En primer lugar, porque los grandes partidos, objetos de la oleada de hartazgo e indignación de los últimos tiempos, apenas si remontaron las cifras de su propio estancamiento, pero aumentó la votación. Ganan los grandes partidos, sí, pero no añaden ni la energía ni el optimismo de los contrincantes más pequeños o independientes. Y el 18 se metió por la puerta del domingo 7.
Se podrá decir que el reparto de los premios, en este caso las disputadas gubernaturas, le dio un poco a cada parte, en efecto, pero entre todos los resultados cabe subrayar el estado de Nuevo León, donde se produjo una victoria inesperada conforme a reglas distintas del juego. ¿Es esto intrínsecamente benéfico? Veremos más adelante. Con un discurso construido a la medida de un auditorio claramente antipartidista, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, abjuró de su pasado priísta e hizo resonar los cascabeles de un hombre independiente, forma de darle nombre al mantra de una difusa visión anticorrupta que se rinde al sentido común como bandera. Gracias a su exitosa campaña, El Bronco ganó, dejando en un predicamento la ruta que pasa por los partidos, entidades de interés público, como pilar de todo el sistema de lucha por el poder. Ni hablar de las ideologías o de los programas arrumbados a favor de la mercadotecnia; en lo sucesivo lo fundamental será el carisma del personaje ampliamente respaldado por un grupo empresarial dotado de expertos cuyo interés no puede ser otro que el de asumir directamente el control del mundo político.
A pesar del éxito, es difícil creer que el nuevo gobernador, que llega al poder sin una articulación elemental con el Congreso, podrá actuar a discreción, como si careciera de compromisos, aunque aparezca solo al frente del Ejecutivo. Guste o no guste, el arribo del popular personaje obligará al Congreso a realizar precisiones en la reforma electoral que tantos huecos dejó en el aire, ya que asuntos capitales como el relacionado con el financiamiento corren el riesgo de convertirse en la trampa para encubrir el acceso a los fondos privados. Y a partir de ahí desatar la carrera de los mal llamados independientes.
Por si todo eso no fuera bastante, lo más destacable es obviamente el éxito obtenido por Andrés Manuel López Obrador a la cabeza de su nuevo partido, Morena. No sólo se impuso en importantes delegaciones sino que logró algo más difícil: obtener la mayoría en la Asamblea Legislativa, lo cual le da verdadera capacidad de influencia en la capital, destrozando por completo las opciones que se daban por inamovibles. El jefe de Gobierno, dado el nuevo mapa pluridelegacional, tendrá que volver al diálogo e hilar fino si quiere llevar la fiesta en paz. Por lo demás, la crisis del PRD no por anticipable es menos notoria e irrecuperable: más que ganar nuevos votantes, Morena retomó una parte importante de la adhesión lopezobradrista que se congeló con la división, con la mira de gobernar espacios y asuntos conocidos. Y se puso en camino al 18, aunque para avanzar en ese terreno Morena tendrá que soltar amarras, buscar alianzas, convencer, y no sólo a los de siempre.
Las elecciones, pese a todo, trajeron vientos frescos en Jalisco, donde la perseverancia de un candidato creó las condiciones para la irrupción de fuerza nuevas, insatisfechas con la historia de corrupción acumulada en el estado. Frente a estas expresiones, digámoslo, el anulismo resultó políticamente marginal.
Sin duda la pobreza de los planteamientos y la frivolidad de las campañas, lejos de alentar a la ciudadanía contribuyeron, y mucho, al malestar (piénsese en el Verde), pero lo interesante es que más allá de la abstención o la indiferencia muchos ciudadanos supieron orientarse en el páramo del voto sin declinar sus aspiraciones a la simple y llana antipolítica. El grado de complejidad en el cual está inmersa está elección es inédito, dijo a Carmen Aristegui dos días antes Daniel Zovato, un reconocido experto en asuntos electorales latinoamericanos. Hoy, con los resultados a la vista, corren las interpretaciones, los balances en torno a los datos, las cifras de ganadores y perdedores. La situación sigue teniendo aspectos inéditos que merecen analizarse a fondo para saber si, como podría presumirse, estamos al comienzo de un nuevo ciclo político partidario o, como algunos indican, ante una recomposición irreversible. Pero hay algo que no puede soslayarse como si nada: el intento de imponer el boicot a toda costa no es un capítulo menor en la táctica de negociación-movilización enarbolada por encima de los derechos que ellos no pueden arbitrar sin confrontar. Es hora de exigir cuentas claras, antes de que sea demasiado tarde.

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