martes, 30 de junio de 2015

Miguel Ángel: presencia y ecos

Teresa del Conde/ I
L
a muestra miguelangelesca del Palacio de Bellas Artes en buena parte proviene de Casa Buonarroti, en Florencia, así como de otras colecciones italianas. A ese rubro se adhirieron obras de artistas novohispanos o peninsulares asentados en el virreinato.
Una visión de conjunto que de algún modo ayude al tumulto de visitantes ya presentes o venideros durante su recorrido de la exposición iniciaría con el siguiente comentario: no es un espectáculo, no hay que esperar la posibilidad de tomarseselfies, lo que se debe hacer con calma durante el recorrido es, además de detenerse ante las obras, leer las cédulas.
La exposición tiene como puntales muy destacables, por su corporeidad, las esculturas. Abre con un busto en bronce: es uno de los retratos de bulto que se le hicieron y en este caso es obra de su asistente, Pietro Torrigiano. A este escultor se le atribuye el golpe que recibió el florentino que cuando joven asistía al taller del maestro Bertoledo en el jardín mediceo.
Por eso casi al inicio de la muestra, y cerca del busto en bronce al que aludo, encontramos un retrato casi de perfil de Lorenzo de Medici, obra de Giorgio Vasari. Se trata, por tanto, de una indicación biográfica. Miguel Ángel como pintor se entrenó en el taller de los Ghirlandajio, pero como escultor (y se consideró por encima de todo escultor) aun cuando entre 1508 y 1512 pintaba la bóveda de la Capilla Sixtina por encargo del papa Julio II della Rovere, cuyo retrato, copia del retrato que Rafael Sanzio le hizo al pontífice y que se encuentra en Londres. En una preciosa mesa con incrustaciones de cromolitografía se despliega la disposición de la bóveda de la Sixtina y algunos dibujos anatómicos originales, preparativos, simultáneos o posteriores a la misma.
Igualmente se exhibe el que acaso sea el único boceto que existe sobre la disposición general de El Juicio Final, además del despliegue de buriles efectuados por Giorgio Ghisi (1520-1582).
En cuanto a dibujos, para algunas personas la parte más interesante de la obra miguelangelesca exhibida está en torno a la arquitctura y no es este el espacio ni el momento para discutirla con pormenores, pero sí diré que contiene aunque sólo en imagen, lo que es un auténtico hallazgo que suscitará una visita a Atlixco, Puebla.
Yo sabía de la existencia de lo que es casi una réplica novohispana de la Port Piamiguelangelesca. Sabía de la misma a partir de una colega mía que la ha estudiado a fondo: Martha Fernández, en la muestra pueden verse en diapositivas proyectadas tanto la Porta Pia, como un sucedáneo de Atlixco, eso es lo mayormente miguelangelesco que puede observarse en la muestra respecto del influjo directo del maestro en artífices de nuestras latitudes, aunque hay obras de primerísimo nivel en este aspecto, así como también quedé pasmada al ver el San Sebastián procedente del ex convento de San Bernardino de Xochimilco, que ni yo ni otros pudimos ver tal como se aprecia ahora.
Otra colega mía: Clara Bargellini presentó hace tiempo una ponencia alusiva al que es sin duda el más cercano núcleo con resabios manieristas (o sea del Renacimiento tardío) en nuestro país. El reconocer provoca un disfrute muy especial. El San Sebastián de Xochimilco es una de las piezas maestras en el contexto de toda la exposición, aunque desde mi punto de vista puede ser un eco miguelangelesco tan intenso o tan débil como cualquier otra escultura de finales del XVI o principios del XVII, pero es una pieza de primer orden, aunque el artista haya provenido de España, que acogió por cierto a tantos italianos, al propio Torrigiano, entre otros muchos.
El título de la muestra, Artista entre dos mundos, aplicado a Miguel Ángel equivaldría a afirmar que estuvo presente en todos los mundos conocidos. Sus vertientes manieristas que él mismo glosó y reinterpretó, dándoles lecturas múltiples, fueron recicladas en varias latitudes y el México virreinal y posterior no es la excepción, pero yo dudo mucho que haya sido conocido en Nueva España a través de originales, si bien sus rastros pueden hallarse en tiempos posteriores, que llegan hasta Tolsá.
Lo digo porque la muestra se complementa, y muy acertadamente, con obras novohispanas, entre las que destaca una Santa Cecilia, de Andrés de Concha, artista peninsular muy influyente. Yo no le veo influjo o eco miguelangelesco, pero, como bien dijo Vasari, el arte viene del arte, o sea las formas provienen de las formas y hasta las vanguardias o aun después, los reciclamientos y lecturas que ocurren son más una continuidad o en ocasiones una contraposición (y viene a ser lo mismo) como punto de partida. Y eso concierne a los artistas mismos, al mismo dios artista de quien estamos hablando.

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