Pedro Salmerón Sanginés
D
el 9 al 15 de junio recorrí Tamaulipas del río Pánuco al río Bravo (por cuarta o quinta vez en años recientes). Y sentí, como otras veces, eso a lo que llaman guerra. Un queridísimo amigo acaba de padecer la muerte de un cercano familiar y el terror de varios más por la poderosísima razón de que cenaban en la taquería equivocada. A otros, les han secuestrado familiares. Ya casi no hay nadie que no cuente una historia así.
Las historias se repiten: cuando fui a presentar mi libro Los carrancistas a Ciudad Victoria, mis amigos me señalaron el lugar exacto donde dos semanas antesejecutaron a Rodolfo Torre Cantú, candidato del Partido Revolucionario Institucional al gobierno del estado, un hombre de quien nadie parece acordarse fuera del rincón nororiental de la República. Unos meses después, en San Fernando, me tocó hablar frente a una plaza repleta de ciudadanos, de lo que significa ser mexicano y de cómo encarar la vida y la vergüenza tras lo que había pasado. Era la noche del 15 de septiembre de 2010 y no hacía tres semanas que aquella población había salido en los titulares de todo el mundo por el brutal asesinato de 14 mujeres y 58 varones, hecho que los aterrorizaba y los llenaba de vergüenza.
Meses después recorrimos Tampico y Madero, desiertos a las ocho de la noche, con todos los comercios cerrados, por una balacera ocurrida en esa última ciudad y un presunto atentado contra el alcalde, del que nada o casi nada se dijo y que es casi imposible investigar. En ese mismo viaje, vimos a la Policía Federal custodiar el levantamiento de cadáveres en la Y que divide las carreteras de Victoria a Reynosa y Matamoros. Seis meses después la violencia nos obligó a cancelar varios actos culturales y presentaciones de libros. El año siguiente (29 de noviembre de 2011) denuncié una mentira flagrante de la Secretaría de Marina, pues me tocó ser testigo de un aparatoso operativo del que durante tres días nada se dijo (tres días en que pregunté insistentemente a esa dependencia sobre las docenas de hombres arrestados y no presentados). Finalmente, el día que feché mi nota se anunció que se detuvo al hijo de un peligroso capo y a otros cuatro criminales. Pero la noticia estaba plagada de mentiras, algunas de ellas innecesarias. Reproduzco dos párrafos de aquella nota, porque ilustra los modos que siguen vigentes:
“Las noticias aseguran que los marinos llegaron al inmueble –el hotel Residencial, a unos pasos del puente internacional– atendiendo a una denuncia anónima, según la cual estaban presentes en una fiesta varios miembros del cártel del Golfo. Al llegar los marinos al lugar, detuvieron a tres vehículos en que huían los cinco criminales –ya no añado presuntos, porque hace tiempo que en este país se nos olvidó la presunción de inocencia–, que fueron detenidos en posesión de varias armas de fuego.
“Pues, con perdón, eso no es exacto, o al menos, es sesgado e incompleto: me consta que marinos y policías realizaron un operativo que duró tres horas en el interior del hotel –donde, por cierto, se hospedaban numerosos oficiales de la PFP–. No sé qué ocurrió adentro, pero me consta también que no fueron cinco detenidos sino una veintena ¿Quiénes son? No sé, no los conozco, nunca los había visto ni creo verlos nunca, ni a sus esposas e hijos, a los que vi llorar, aterrorizados, cuando salieron en estampida del hotel tras la retirada de los marinos, pero, repito, no eran cinco los arrestados sino muchos más. A juzgar por lo que vimos, todos los varones asistentes a la fiesta en cuestión –un bautizo… ¿Por qué miente la Armada de México?”.
En estos días de 2015 sigue la violencia en el ambiente. Una violencia que se recrudeció (¿oportunamente?, se preguntaban muchos de mis amigos tamaulipecos) en vísperas de las elecciones del 7 de junio, lo que provocó un nivel de abstencionismo más alto que el nacional (y mucho más alto aún en las ciudades) y un resultado que ni los priístas más fantasiosos auguraban: el
carro completoque recuerda los años dorados a los que la actual administración parece querer volver, celebrados con bombos y platillos por algunos. Nueve años de un modelo de guerra que ensangrienta al país y a Tamaulipas, y en las altas esferas no notan aún que su estrategia ha fallado.
Pero la gente sigue viviendo esquivando los balazos y los asaltos y minisecuestros (dos amigos, dos, los vivieron en esa semana). Y siembra sus tierras, atiende sus tiendas, escribe sus libros. Y también vi cómo empiezan a surgir nuevas opciones, y también, cómo está naciendo una nueva forma de escribir la historia desde allá.
Twitter @PASalmeron
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