Bernardo Bátiz V.
F
rancisco Toledo, el artista y líder social, resaltó, al inaugurar en el Museo de Arte Moderno su exposición de cerámica Duelo, una frase en la que debemos reflexionar:
Hay una gran inconformidad en todo México y mucha pobreza, que también empuja a las personas(La Jornada 23/10/15). Como pocos, este oaxaqueño admirado y respetado por la gente es un clarividente, percibe al país que conoce y ama, con dolor y duelo, pero sin encerrarse en la desesperanza.
La sentencia:
también empuja a las personas, es el reconocimiento de que la realidad de los hechos negativos: injusticia, pobreza, corrupción de funcionarios, no mata ni cancela la esperanza de cambios, es un aviso de que el pueblo puede reaccionar en cualquier momento y algo nuevo puede suceder.
La gente pobre, oprimida, engañada, de pronto se mueve, despierta, estalla como un volcán con energía guardada hasta el momento preciso e inesperado en que reclama sus derechos y los reivindica sin formalidades jurídicas y sin miramiento alguno, a como sea, con razón o sin ella, con la cordura hecha a un lado y como una fuerza más de la naturaleza.
Los sociólogos estudian los conglomerados sociales, distinguen claramente a un auditorio en que cada quien ocupa su lugar pacíficamente, sin conflictos ni roces, de otra multitud informe que marcha con cierto orden, se expresa con gritos y consignas, con bravos y aplausos o con silbidos y abucheos, pero a fin de cuentas, sin ser tan tranquila como un auditorio, es controlable.
Estudian también a la turba, que como el auditorio y la multitud, es una pluralidad de personas cercanas, en un espacio común, sólo que ésta se encuentra conmovida por una pasión incontrolable que comparten los que la integran; puede ser el miedo o la euforia, pero también el rencor y la ira.
Una turba causa destrozos, atropella al huir o al atacar, nadie la para, encausa ni controla, se mueve violentamente y no respeta reglas, policías o leyes vigentes. El fenómeno de una turba en acción es un espectáculo aterrador por incontrolable; sucedió en Ajalpan hace unos días, ha tenido lugar antes en otros lugares y momentos y los extremos a que se llega en el actuar de una turba, producen siempre estupor y preocupación.
Lo que pasó en esa, generalmente tranquila, población de la mixteca poblana, pueblo pobre como muchos de la región entre Tehuacán y Huajuapan de León, puede suceder en cualquier parte; es una muestra de exasperación social que responde a incentivos negativos acumulados en la conciencia compartida. Hechos reales, consejas, agravios recibidos, mal ejemplo de la violencia de la televisión, quizá alcohol de por medio, todo converge y las causas posibles son varias y difíciles de identificar.
En el Distrito Federal ya hemos tenido en el pasado casos similares; esperemos que no se repitan, pero pudieran suceder. En una de esas antologías de filosofía barata pero ingeniosa, cercanas a la literatura de superación personal, leí alguna vez uno de los principios de Murphy que, si no recuerdo mal, reza así:
Si algo malo puede pasar, pasa.
El gobierno y, en general, el sistema en la ciudad deben cuidar todo aquello que exaspere a la gente; estamos viendo casos extremos que no sucedían aquí: un colgado en un puente, robos masivos, indignación en contra de parquímetros y grúas de tránsito, y ahora lamentablemente, un hecho de cinismo político que causa asombro e indignación. En la Asamblea Legislativa se eligió como presidente de la Comisión de Vigilancia a otro Toledo, de nombre Mauricio, ex delegado en Coyoacán, donde dejó pésimo recuerdo, acusado de múltiples abusos y tropelías.
Toledo el bueno, el de Oaxaca, lo dijo:
Mucha pobreza e inconformidad empujan a las personas. El pueblo usa un antiguo refrán que el gobierno citadino debe recordar:
Si ves las barbas de tu vecino rapar, pon las tuyas a remojar. Se juega con fuego cuando hay cinismo en la política, el pueblo puede en cualquier momento y de forma inesperada manifestar su hartazgo.
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