Crónica crítica de una catástrofe fallida
Por: Víctor Eduardo García (@Vegdelanoche)
27 de octubre 2015.- El viernes en la Ciudad de México imperó un cielo luminoso; su azul límpido se alternaba con abundantes cúmulos, cuyos tonos partían de un blanco purísimo hacia una rica gama de grises, que en ningún caso se resolvía en el negro amenazador, presagio de tormenta. Corría el aire helado característico de esta época de año. Era un día frío y agradable, hasta alegre, de ninguna manera lúgubre, a pesar de lo nuboso. Sin embargo, todos esperábamos que de un momento a otro, el panorama se oscureciera y comenzara a diluviar. Un gran huracán se aproximaba a la costa jalisciense y bien sabemos los defeños que esos fenómenos pueden producir lluvias abundantes en el Altiplano Central.
Pasaban las horas y más convencidos estábamos que llovería fuerte en nuestra ciudad; no era eso lo que gradualmente incrementaba nuestra preocupación, sino la suerte que iban a correr quién sabe cuántos miles de mexicanos en el sin fin de poblaciones que se verían afectadas por el cruel paso del súper-archi-recontra-mega-poderosísimo huracán Patricia. Yo leo, no veo tele… y últimamente lo que más leo son los post de las redes sociales y las publicaciones a las que éstos me remiten. Así, poco a poco fui cobrando consciencia del peligro que acechaba gran parte del territorio nacional. Me lo hizo saber, antes que nadie por chat, Beata una feis-amiga polaca radicada en Inglaterra. Relacioné sus comentarios, en los que había un dejo de sincero pésame y solidario apoyo, con la publicación del día anterior, hecha por una rubia tapatía arraigada en Puerto Vallarta, quién angustiada nos hacía saber a sus contactos feisbuqueros que habían empezado a evacuar a los turistas.
Avergonzado por desconocer la tragedia próxima a cernirse sobre vastos territorios de mi México lindo y creído, comencé a indagar y encontré razones suficientes para suponer, ¡no!, suponer, no: ¡asegurar! que tras una larguísima noche, el país amanecería tocado por la desgracia. Siguiendo en twitter las publicaciones agrupadas con la etiqueta #Patricia, me entero, primero, que no se trata de un huracán más, sino del mayor de los últimos 50 años; después, que es el huracán más poderoso y con mayor potencial destructivo, algo inédito, jamás habido en la historia. Buscando más información aquí y allá, me topo con imágenes que simulan vientos de 300 kilómetros por hora levantando automóviles; todo tipo de gráficos explicativos sobre las características, la fuerza, la velocidad, la trayectoria de fenómeno tan fenomenal; impresionantes fotografías del huracán tomadas desde una estación espacial; sé de súbito, que en un tiempo récord se convirtió de simple tormenta tropical en monstruoso huracán…
Debo separarme de mi escritorio para ver a Fati, mi hermana, quien además es mi jefa en el trabajo y compañera de lides comunicacionales en RadioAMLO. En el trayecto, me encuentro con un individuo que trabaja en protección civil del DF; alterado, me hace saber que se dirige al Zócalo a instalar un centro de acopio. “Viene duro el huracán, ¿verdad?”, le comento. “¡Sí! –me responde–. Es el más grande de la historia. ¡Va a llegar hasta Chihuahua!” “¡Ah, Chihuahua!”, pienso yo, mientras lo veo alejarse. Al pasar por el restorancito de la esquina, alcanzo a ver que el show mediático agarra ritmo, supongo a una velocidad próxima a los 350 kilómetros por hora con que Patricia se desplaza hacia su víctima, México, mi país.
Entre el montón de temas tratados con mi hermana-jefa-colega, el de la tragedia inminente cobra relevancia; minutos después, ella propondrá en el chat de RadioAMLO que quienes estén al aire hagan lo posible por informar sobre el paso del huracán.Yo, por mi parte sugiero subir lo que haya disponible al feis de la radio. De regreso a mi celda de monje loco, donde me esperan mi escritorio, mi computadora y, a través de ella, todo el mundo y hasta la estación espacial, constato en la tele del restorancito que el show mediático continúa a todo lo que da, tal vez superando ya la velocidad y la fuerza del huracán. Todavía no ocurre nada y las televisoras nazionales comienzan a sacar provecho de la tragedia; valiéndose seguramente de un discurso cursi y facilón, que versa sobre la reciedumbre, solidaridad y abnegación de los mexicanos, comercializan tiempos para spots aprovechando la gran audiencia de recios, solidarios y abnegados mexicanos.
Continúo navegando en persecución de Patricia. Twitter me conduce a todo tipo de publicaciones; desde El País, hasta otras que considero realmente serias, como BBC, coinciden en la inminencia de la nueva tragedia nacional. A través de la misma red, ¡oh, sorpresa!, ¡oh, gratitud!: Barack Obama se declara solidario con México y nos ofrece la ayuda de su nación. Conagua asegura que viene contra México el huracán más feroz de la historia; Peña Nieto hace eco a este mensaje, pide a la población no salir, mantenerse al tanto de la información oficial y declara que la prioridad de su gobierno es “proteger y salvar la vida de los mexicanos”; entre éstos, el temor cunde y alimenta rumores.
Marcela, una amiga que vive donde Tlajomulco de Zúñiga se conurba con Guadalajara, comenta que en la zona de altísimos rascacielos popis de Andares, en Zapopan (también parte de esa gran urbe a la que me place llamar Guadapopantonapaquemulco), han empezado a evacuar a sus habitantes, pues se esperan fortísimos vientos. La rubia tapatía radicada en Puerto Vallarta, presa de gran preocupación, postea que en su trabajo al fin suspendieron labores. Chateo con ella para desearle, a la manera de Las mil y una noches, que Alá la cubra con su manto protector; tras acordar mantenernos en contacto en tanto sea posible nos despedimos. Me preocupa el vago de mi amigo Pintor Mango de Guadalajara, quien lleva varios años en aquel puerto.
Sigo escudriñando en la red el avance inexorable de Patricia. Interactúo con quienes postean en el feis y en twitter. Le pregunto a Dinamarca, bella e inteligente escritora y académica de la Universidad de Guadalajara (U de G), cómo va todo, y para mi sorpresa me responde que bien, que el proceso para doctorarse transcurre sin contratiempos. ¡Vaya!, no todos están preocupados por Patricia. Y no sólo eso, también hay quienes hacen llamados a la calma y la mesura; “bájenle dos rayitas a su histeria”, conmina a los tapatíos en un tuit César Huerta, secretario de redacción de Polemón, aduciendo que el huracán pasará muy lejos de la Perla de Occidente.
Se aproximan las seis de tarde, hora calculada para que Patricia toque tierras nacionales. Encuentro sin buscarlo un video del canal 44 de la UdeG, en el que un elegante meteorólogo dice a su entrevistador que tanto el presidente municipal de Guadalajara, como el gobernador de Jalisco e incluso instancias superiores de poder, están mal informados sobre la fuerza y capacidad destructora del huracán; echándole crema a sus tacos da explicaciones verosímiles y hace un llamado a la calma. “¿Será?”, pienso. Por muy segura que se escuchara la voz del atildado científico es difícil considerarla ante el clamor que no cesa de lamentar la desgracia… que aún no ocurre, pero que está a punto de acontecer. Para mi sorpresa, no se interrumpe la comunicación por internet con las zonas próxima al arribo del huracán. Y ya son las seis…
Todos los videos a los que tengo acceso me sorprenden; dos de ellos, originados en Melaque y Tenacatita, Jalisco, por la fuerza que el viento ejerce contra las palmeras, cuyas grandes hojas ceden ante el empeño de las ráfagas, pero no salen disparadas, sus troncos, se doblan sin quebrarse ni ser arrancados de cuajo del suelo; los demás, porque de ninguna manera reflejan una situación que pudiera interpretarse como caótica o fuera de control, en uno transmitido desde Colima, se ven vehículos circulando, despacio, pero sin ser desestabilizados por el viento. Cuando establezco contacto con el Pintor Mango, está molesto, pues califica de farsa el jaleo armado en torno al huracán. “Nomás me hicieron perder a una clienta gringa que me iba a comprar un cuadro”, concluye.
El paso de las horas corrobora la información del meteorólogo de la UdeG. ¡Todo fue una exageración! A la Ciudad de México, la noche arriba benéfica, con un frío soportable y sin la lluvia pertinaz que esperábamos; en Guadapopantonapaquemulco sí llovió, pero sin ocasionar las increíbles inundaciones que la afectan un año sí y el siguiente también. Antes de abordar el sueño, consciente de que en esos momentos había personas expuestas al menguado, pero aún peligroso huracán, quien esto escribe no deja de alegrarse de que la fuerza de Patricia haya disminuido al entrar a tierra. Y le resulta imposible no preguntarse el por qué de información tan equívoca. ¿Fue una exageración o una farsa? Y abandona la vigilia concluyendo que, exageración o farsa, el manejo informativo por parte de medios y autoridades fue, sin asomo de duda, irresponsable.
El sábado, lo primero que veo en facebook es la publicación de mi amigo Alberto Lastra, quien se encuentra en Texas, y borda con su prosa comedida sobre Patricia, atribuyendo su degradación a un milagro producto de la suma de las oraciones elevadas pidiendo que se “detuviera la furia femenina de esa tormenta. Sólo queda aceptar que funcionó. Tal vez cuando sumamos –escribe– Dios escucha y atiende”. Un párrafo después, concluye con una idea bella: “Cuando somos Uno, no estamos solos”.
Respondo a su publicación afirmando que él es muy optimista y yo muy mala onda, pues veo lo que pasó como un acto irresponsable de autoridades que se cuelgan de lo que sea con tal de generarse protagonismos mediáticos para lavar su imagen y distraer a la opinión pública. Alberto no está de acuerdo: “No creo que se puedan colgar muchos méritos, pues no pasó a mayores”. Pone en duda que el manejo informativo haya sido un distractor: “Las imágenes de satélite están en todo el mundo… En cualquier caso, es extraño que pase de (categoría) V a I en unas horas”.
Le contestó que a partir de ello los medios se aceleraron y junto a las autoridades, Obama incluido, armaron un numerito, imperdonable para unos y otros, pues contra todo principio ético, el manejo de la información generó pánico en la población. “¿Tú crees que mintieron sobre la intensidad de la tormenta?”, me pregunta y asevera que ello sería muy irresponsable. “Pero más irresponsable –aclara–sería evitar el pánico y dejar a la gente atrapada. No sé, es complicado. Ayer (viernes), a esta hora la visión era apocalíptica, ciertamente”. Nos pintaron una visión apocalíptica, le digo. Coincido en el no saber y admito lo complicado del asunto. Concluyo el diálogo afirmando que no está por demás observar las cosas críticamente y seguir reflexionando sobre el poder, los medios y sus relaciones.
A manera de saludo, comparto en el feis una pintura de Vincent Van Gogh; la encabezo así: “Pues después de la farsa mediática y la creidota ciuDADAna de Patricia, pasen una linda tarde de sabadaba-dá sabadaba-dú”. Lo cual da pie para comentar el tema con dos amigas: Lety, quien nació y vive en la Ciudad de México, y Gloria Elena, la rubia tapatía radicada en Puerta Vallarta. Lo único que tengo claro es la irresponsabilidad con la que medios y autoridades atemorizaron a la población.
Intercambiar puntos de vista con las chicas me ayuda a afinar mis ideas y me proporciona información: Sí hubo pérdidas materiales en la costa, pero no hay muertes que lamentar. Además, por primera vez tengo noticia del rumor sobre el incremento del precio de la gasolina para principios de 2016, aprobado en la cámara de diputados. “Se pasaron –escribo en alusión al anuncio de una hecatombe ante un fenómeno natural inédito–. Y a la mejor, sí fue para ocultar un gasolinazo. Se me hace que me pongo a escribir una crónica crítica sobre una catástrofe fallida”.
Empiezo la tarde del sábado su redacción y lo comunico en el feis y en twitter. La información de que los diputados habían aprobado el gasolinazo, corre cada vez con mayor fuerza en las redes sociales. Los medios tradicionales, incluyendo las versiones digitales de la prensa escrita, de derecha y de izquierda, guardan silencio al respecto. Las autoridades tampoco dicen nada. Están demasiado ocupadas, atendiendo lo ocurrido, pensando tal vez en lo que estarían atendiendo si la catástrofe hubiera ocurrido como ellos había anunciado que ocurriría. O, quizá, evaluando los objetivos alcanzados y ocultados, tras haber afirmado tal ocurrencia.
Con lentitud exasperante avanzo, hasta que el sueño me tumba. El domingo, encuentro en el post sobre la escritura de la presente crónica un comentario de Alberto Lastra: “Teoría alternativa 2, la prueba secreta de una nueva arma que produce huracanes hasta de categoría 10, manejable para llevar agua al molino, sean las presas de California, el desierto de Sonora o la vulgar ‘caja china’ para ocultar las manos del mago. ¿Quién lo puede explicar mejor? También la posibilidad de echarle un mega huracán al vecino y estropearle la infraestructura. Quien tenga ese aparato controlará la economía mundial. Podría crear reacciones en cadena o devastar al otro. ¿Será tan fácil crear reacciones en cadena con la atmósfera? En fin, aporto material desmañanado para tu crónica”. La idea, que rondaba mi cabeza sin ser aterrizada, me parece increíblemente creíble; se lo hago saber a mi amigo y le advierto: “Se me hace que te cito (y queda pendiente un cafecito)”.
Por el chat del feis, Javier, un compa de Sonora que vive en Guadalajara, aporta otra idea: “Sospecho que la faramalla mediática armada en torno al huracán tiene que ver con las elecciones en Colima. Para que la lluvia lavara la mierda del PRI, fue necesario todo ese montaje, para reflejar la imagen de un gobierno salvador. ¿Qué hace el Peña en Colima? ¿Una maquiavelada más de Salinas?” A través del mismo medio, Dinamarca, la bella e inteligente escritora y académica de la U de G, llama la atención sobre la tragedia que viven los damnificados por Patricia; me escribe que podría ser de interés para la crónica que se escuchen todas las voces. Me comparte un video de El Diario NTR, de los afectados de Chamela, pueblo de la Costa Alegre jalisciense. Antes me pregunta: “¿Cómo decirles a ellos que fue manipulación mediática?”.
La imagen muestra en las ruinas de una casa a un hombre, Raúl Jiménez, desesperado y muy molesto, afirmando que el gobernador mintió al presidente, que ellos no han recibido ninguna ayuda. Enfático, dice: “No se vale que se alce el cuello en la tele, ante el pueblo, ante México. Son puras mentiras. ¡Ya estamos hartos!” Me parece y se lo hago saber a mi amiga, que aunque sea desde otro ángulo, el señor Jiménez y quienes lo rodean, sus familiares, sus vecinos, están conscientes de la manipulación mediática.
Más adelante, en el video, Raúl continúa su queja y corrobora que cuando la rata es brava, hasta a los de casa roba: “Somos priístas y nos da pena que se porten así con uno. Porque cuando (el huracán) Joba, no nos dieron nada tampoco. ¡Se robaron los cheques! No nos dieron nada”. Extendiendo los brazos pregunta dónde está la ayuda y afirma que el ejercito “nomás está pasando. ¿Y qué ganamos con que pase? Que mande una comida (…) una cobija”. “Una botella de agua cuando menos, ¿verdad?”, dice una mujer fuera de cuadro, y el hombre continúa: “Agua, algo… ¡nada! No es justo. No se vale. También pagamos impuestos”. A la pregunta de la reportera Priscila Hernández: “¿Dónde se van a quedar hoy?”, el señor responde: “¡Pues no sabemos! Lo más seguro es que donde nos den chanza; en una casa, por ahí, a ver dónde”.
Dinamarca y yo coincidimos: en ese país “no hay ni para dónde hacerse”; como siempre, los más afectados resultaron ser los pobres. “Las tareas de prevención más importantes se llevaron a cabo en los centros turísticos, especialmente en Vallarta –comenta ella. Y concluye categórica–: ¡Los olvidados siguen siendo los olvidados!”
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