Pedro Salmerón Sanginés
"¿P
or qué nadie ha dicho que Pancho Villa se casó 28 veces y tuvo 27 hijos?”, pregunta Francisco Martín Moreno. En todos lados repite este tipo de barbaridades: por favor, si Paco Ignacio Taibo II habla de los matrimonios de Villa en todas sus conferencias y en su magnífica biografía; si Guadalupe y Rosa Helia Villa, nietas del general, escribieron una novela sobre el tema; si el propio don Federico Katz, a quien la vida privada de su biografiado no le interesaba mucho, también lo deja claro. Lo mismo podríamos decir de muchas otras de sus preguntitas (como la relativa, en esa misma entrevista, a la edad de Carmelita Romero Rubio): basta leer un poquito.
Sería banal si no se tratara de una de las herramientas retóricas de Moreno en suMéxico engañado, donde exige libros de texto gratuitos regidos por la manía conspiranoica, el enciclopedismo y la nula comprensión histórica. Un libro montado sobre errores graves, manipulaciones groseras y la presunción de descubrir a cada paso el agua tibia y mostrar como novedad lo que es bien conocido por cualquier lector de historia.
¿Ejemplos de errores o mentiras? A puños. Una rápida selección tomada de las páginas 332-348: asegura que Pablo González se levantó en armas contra Madero antes de la Decena Trágica (absolutamente falso). Pregunta
es decir ¿que Carranza tardó cinco semanas en darse cuenta de que Victoriano Huerta era un tirano ilegítimo?,[puesto que proclamó el Plan de Guadalupe hasta el 26 de marzo], omitiendo por completo que desde el 19 de febrero los tres poderes de Coahuila desconocieron a Huerta y llamaron a derrocarlo. Una página después dice que Zapata
también reconoció a Huerta como presidente(¡¡!!). Ante esas mentiras, que le permiten descalificar interesadamente a los caudillos y los movimientos revolucionarios, asentar que Abraham González también fue asesinado
durantela Decena Trágica; que a la caída de Huerta, Carranza ocupó interinamente la Presidencia; que Rodolfo Fierro se ahogó cruzando un río; o que Obregón perdió su brazo en Celaya, son errorcillos menores.
¿Del descubrimiento del agua tibia o la falsa pregunta?: en mitad de un ataque al cardenismo tan virulento como los que endilga a la Iglesia católica (que en Moreno juega el papel que en otras historias conspiranoicas tienen los judíos, el comunismo internacional o los reptilianos), lanza dos afirmaciones fantásticas: Cárdenas es
intocable,
al extremo de que se torna difícil o casi imposible encontrar textos críticos de su obra en bibliotecas o librerías; y
¿Por qué nadie, o muy pocos, se han atrevido a dar otro punto de vista con evidencias numéricas de su gestión como presidente de la República?¿No sabrá que en cualquier biblioteca universitaria o librería de viejo puede encontrar decenas de libros anticardenistas, desde Luis Cabrera hasta Salvador Abascal?, ¿cómo decirle que en cualquier supermercado de libros están bien a la vista las obras de los falsificadores de la historia, todos ellos anticardenistas? Y sobre las historias bien fundamentadas sobre petróleo y soberanía, habrá que recomendarle todos los libros que no leyó Peña Nieto. ¿Será Francisco Martín Moreno el
historiadorque no encontrábamos detrás de la desaforada mentira de Peña Nieto?.
¿Para qué la estridente conspiranoia, la mentira y el falso combate a la
historia oficial? Como mercadotecnia, le ha funcionado. Pero además, como todos los falsificadores, tiene una postura política que no sólo se hace presente en su descarada defensa del modelo salinista y la reforma energética de Peña, sino en su rabiosa descalificación de toda oposición. Un ejemplo:
Nunca se sabrási en 1988 hubo fraude electoral.
Lo que sí se sabees que de haber ganado Cuauhtémoc Cárdenas
lo que acontece en Venezuela sería un juego de niños en comparación con lo que habría sido de México en manos de este siniestro personaje de la dinastía Cárdenas, que tanto daño ha infligido a la nación(p. 512, y sigue el elogio del TLC, de Solidaridad, de la
trascendentalreforma al artículo 27 y hasta de la parcial
democratizacióndel país durante el salinato, en fin, de sus
exitosas y audaces reformas(pp. 512-517 y 537). Esta descalificación biliosa y sin fundamentos palidece ante la acumulación de adjetivos llenos de hiel en los tres párrafos que le dedica a Andrés Manuel López Obrador en las páginas 513, 514 y 532.
Cada capítulo de su libro de
crítica histórica, como cada una de sus novelas conspiranoicas, despierta en cualquier conocedor de nuestra historia la reacción de Lorenzo Meyer, Josefina Vázquez o Paco Ignacio Taibo II que reseñamos hace un mes. A mí, me da asco y vergüenza. Y salvo que responda (que no lo hará), termino.
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