sábado, 23 de enero de 2016

México SA

Bolivia, una década
Economía crece 5.1%
Onanismo petrolero
Carlos Fernández-Vega
E
vo Morales cumplió ayer una década en la presidencia boliviana, y va por más. En ese periodo la economía de la nación sudamericana no dejó de crecer, y en los hechos en no pocas ocasiones encabezó el rankingsudamericano en la materia, de acuerdo con información estadística de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La llegada de Morales a Palacio Quemado, la sede del porder Ejecutivo boliviano, significó no sólo el fin de los gobiernos blancos en un país de arrasadora mayoría indígena, sino el inicio de una etapa que acabó con la tradicional bancarrota de la nación y el usufructo de los bienes nacionales –especialmente los energéticos- por parte de una minoría abrazada a y al servicio de los intereses trasnacionales.
En esa década el gobierno del líder cocalero multiplicó por 3.5 el producto interno bruto de Bolivia, al tiempo que aumentó tres tantos el PIB por habitante. El ritmo anual promedio de crecimiento económico pasó de 3 por ciento en el periodo 1985-2005 a 5.1 por ciento en el lapso 2006-2015, de acuerdo con la información gubernamental, avalada por la estadística de la Cepal, lo que en esa materia coloca a esa nación en los primeros lugares sudamericanos.
Evo Morales recibió un país con una voluminosa deuda pública, la cual, muy al estilo mexicano, sólo crecía y crecía con cargo a los bolivianos y sin efecto positivo alguno en el crecimiento económico y el desarrollo del país. En 2006 tal débito representaba 73 por ciento del producto interno bruto, y para 2015 tal proporción se redujo a 26 por ciento, una de las más bajas de América Latina. En esos 10 años se triplicaron las exportaciones agropecuarias, manufactureras, minerales y de hidrocarburos, con lo que la balanza comercial del país –históricamente deficitaria– registra sólidos números positivos.
Los gobiernos previos al de Morales privatizaron la riqueza nacional a precios verdaderamente indignantes y en detrimento de los bolivianos, de tal suerte que el registro de inversión extranjera reportó raquíticos niveles durante muchos años que contrastaban con las gruesas ganancias de las trasnacionales beneficiadas. A partir de 2006 la autoridad del país recuperó buena parte de los recursos nacionales y con todo el registro de inversión extranjera productiva se duplicó, mientras la inversión pública se multiplicó por seis.
Otro aspecto positivo es el incremento al salario mínimo, que en esos 10 años se triplicó, a la par que la tasa de desempleo se redujo de 8 a 3.5 por ciento de la población económicamente activa, la menor de América Latina, de acuerdo con la información de la Cepal, institución que también documenta que en el periodo citado el nivel de pobreza extrema se redujo de 38.2 a 17.8 por ciento de la población.
Funcionarios gubernamentales han comentado que el gobierno de Evo Morales ha demostrado capacidad para salvar a Bolivia de la bancarrota neoliberal y de las crisis internacionales del capitalismo que ya hemos sufrido desde 2008: quiebra de bancos en el exterior, caída de bolsas, deudas, inflación. Pese a la crisis internacional, la economía boliviana sigue creciendo de manera sostenida desde 2006. Internamente, el terrorismo económico fue derrotado: no hubo corralitos bancarios, hiperinflación ni decrecimiento. Con el modelo económico en marcha, se garantiza estabilidad, fortalece el consumo interno y defiende el empleo. La producción y las inversiones tienen apoyo y se redistribuyen los ingresos entre la población. El éxito de la economía boliviana ha sido reconocido por organismos como el FMI, la Cepal y el Banco Mundial, entre otros.
Se trata, dicen, de mantener invariable la decisión de que Bolivia llegue a su bicentenario como nación independiente con un país diferente: industrializado, con extrema pobreza erradicada, consolidado como corazón energético, con soberanía alimentaria y con acceso a los océanos Pacífico y Atlántico.
No todo es miel sobre hojuelas, desde luego, porque como lo advierte la propia Cepal en 2015, por efecto del desplome de los precios internacionales de los principales productos básicos que exporta Bolivia, el crecimiento económico del país se ha ralentizado. Durante el primer semestre fue el sector de los hidrocarburos, que en los últimos años había sido el motor del crecimiento, el que supuso un lastre para la economía. La contribución de la formación bruta de capital fijo al crecimiento disminuyó, aunque permanece positiva.
De cualquier suerte, el organismo especializado de la ONU subraya que el crecimiento del PIB boliviano en 2015 ocupó la tercera posición latinoamericana, con 4.5 por ciento (el doble del mexicano y sólo superado por República Dominicana, 6.6 por ciento, y Panamá, 5.9 por ciento), respaldado por el consumo estable de los hogares, una política monetaria expansiva y el repunte de la inversión pública. La posición externa del país sigue siendo sólida, gracias a sus sobradas reservas y a su escasa deuda externa, y a pesar del déficit de su cuenta corriente y de la insuficiencia de las entradas de capital para cubrir la totalidad de la brecha.
Según las estimaciones de la Cepal, en 2016 el crecimiento de la economía boliviana permanecerá estable (4.5 por ciento, que la mantiene en la tercera posición latinoamericana). El alza de los salarios reales, gracias a la leve inflación, y la mayor disponibilidad de crédito probablemente sustenten el consumo de los hogares, principal motor de la economía. Se estima que la inversión se recuperará ligeramente a medida que durante el año vayan iniciándose proyectos relacionados con el gas natural, principalmente en lo que respecta a la exploración. No obstante, el país seguirá acusando los efectos del descenso mundial de los precios del petróleo, que constituyen uno de los factores fundamentales a la hora de determinar el precio de las exportaciones de gas natural a Brasil y Argentina. El impulso fiscal propiciado por la inversión y el consumo públicos seguramente perderá fuerza en 2016: ante su predicción de baja de los precios de los productos básicos, el gobierno ha sugerido que tal vez resulten necesarias ciertas medidas de austeridad.
Las rebanadas del pastel
Mientras la cúpula privada exige un nuevo recorte presupuestal, Alejandro Werner, ex subsecretario calderonista de Hacienda y actual director para el Hemisferio Occidental del FMI, presume que México claramente ya no es un país petrolero y que los mercados exageran la dependencia mexicana del precio del petróleo. Así es: onanismo mental puro, o lo que es lo mismo, ya nos despetrolizaron, no nos volverán a petrolizar… Y el billete verde a 18.80 micropesitos.
Twitter: @cafevega

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