El ataque de la desinformación
L
a empresa Facebook anunció ayer que instalará en su red social diversas herramientas para evitar que ésta sea utilizada en la divulgación de noticias falsas. Con tal propósito, la compañía propiedad de Mark Zuckerberg colaborará con medios periodísticos como la agencia Ap, ABC News y el sitio de verificación Snopes, los cuales etiquetarán como
cuestionadaslas entradas que consideren falsas e incluirán en ellas vínculos a textos explicativos sobre la falsificación. Asimismo, Facebook pretende limitar las parodias de nombres de medios informativos reales.
El anuncio es relevante porque la difusión de falsedades presentadas como noticias ha adquirido un volumen importante en las redes sociales, fenómeno que debe agregarse a los riesgos representados por piratas informáticos, defraudadores y entidades y dispositivos gubernamentales o privados de espionaje electrónico, como los que han puesto en peligro la seguridad de los datos de unas mil 500 millones de cuentas de Yahoo.
En cuanto a la información falsa, es pertinente señalar que en años y meses recientes han proliferado miles de sitios y páginas que aparentan ser medios periodísticos nativos de Internet que se dedican a propalar sucesos ajenos a la realidad y que en ocasiones logran generar impactos considerables en la opinión pública debido a la rapidez y a la extensión de las redes sociales. Con frecuencia tales sitios usurpan la información de portales, periódicos, revistas y otros canales de noticias profesionales, lo que les da una apariencia de seriedad que aprovechan para dar credibilidad a rumores, infundios y calumnias.
Tales actos de desinformación deliberada pueden tener motivaciones muy diversas: desde el propósito de impulsar en forma inescrupulosa el tráfico de las páginas en cuestión –las cuales pueden desaparecer de los servidores en forma tan súbita como aparecieron– con fines de lucro hasta formas desleales de acción política o promoción comercial. Lo cierto es que suelen encontrar un terreno fértil en incontables usuarios crédulos y acríticos que reproducen cualquier cosa que encuentren en sus navegadores.
Estos hechos ponen de manifiesto la necesidad de propiciar una cultura de navegación que proteja a los internautas de los riesgos de ataques informáticos de toda suerte –falsificación de identidad, virus, malware y robo de información con propósitos delictivos– y que los haga capaces de ponderar la fiabilidad de lo que aparece en su pantalla; pero la difusión de falsedades entre usuarios de buena fe también ratifica que las redes sociales no remplazan al periodismo profesional; por el contrario, éste resulta más necesario que nunca en el contexto de tecnologías que agilizan y masifican en grados nunca antes vistos la información, pero también la sobreinformación y la desinformación accidental o dolosa. En suma, en la era de las redes los medios informativos –nativos de Internet o surgidos en las tecnologías tradicionales de impresión o difusión por radiofrecuencias, públicos, privados o sociales– seguirán desempeñando una función imprescindible de sistematización y validación en el entorno de una masa de textos, sonidos e imágenes más vertiginosa, confusa y caótica que nunca.
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