Devaluación: debacle que no cesa
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entro del cúmulo de saldos desastrosos que marcaron el año que hoy concluye, la debacle de la moneda nacional tiene un lugar preponderante. La depreciación del peso frente al dólar representa, pese a que las autoridades económicas se nieguen a admitirlo, una derrota mayúscula para el paradigma económico vigente, a cuya defensa se ha sumado sistemáticamente el balbuceante discurso oficial.
Durante este 2016, el peso se depreció 20 por ciento frente al dólar, lo que marca su peor año desde la crisis de 2008. Esta pronunciada caída de nuestra moneda no ha encontrado, por desgracia, respuesta efectiva de las autoridades, ni siquiera en brindar una explicación satisfactoria del fenómeno.
Cabe recordar que el ex titular del Banco de México, Agustín Carstens, abandonó intempestivamente la posición de honor de la tecnocracia monetarista sin poder articular una respuesta congruente e innovadora a las perspectivas de mayor retroceso de la moneda mexicana frente a la estadunidense, apalancada por la insospechada victoria de Donald Trump en los comicios de noviembre en Estados Unidos.
Pero, más allá de las explicaciones, el hecho es que el encarecimiento del dólar respecto del peso causa severos desajustes tanto a nivel macroeconómico como en la vida cotidiana de los ciudadanos. En un contexto en que México tiene enorme dependencia del exterior en temas tan cruciales como los alimentos básicos, los efectos inflacionarios de la devaluación dañan las finanzas, ya de por sí precarias, de la población en general. Otro hecho grave es que ante esta situación el gobierno federal no ha instrumentado otra medida que la subasta –a precios inferiores a los del mercado– de los dólares acumulados en la reserva internacional de divisas del Banco de México. Este recurso, además de minar las reservas estratégicas del país, es de carácter meramente coyuntural; beneficia principalmente a los especuladores cambiarios y no ofrece ningún alivio a las determinantes estructurales de las devaluaciones que enfrenta cíclicamente el país: la debilidad y dependencia de la economía nacional respecto de la estadunidense; la abdicación de potestades de soberanía monetaria como consecuencia de la instauración del modelo de libre cambio; las dificultades del país para hacerse de fuentes legales de divisas distintas del petróleo, las remesas y el turismo, y otros factores estrechamente vinculados a la imposición del modelo neoliberal en México.
En una economía postrada por la crónica falta de crecimiento, que enfrenta además la pérdida de control y potestades sobre su principal activo, el petróleo, y cuya población ve sus ingresos mermar año tras año, la devaluación conforma un factor agravante que debe ser atendido. Como se ha visto de forma aguda en tiempos recientes, desatender los problemas económicos con la expectativa de que el mercado los resuelva por sí mismo es una postura que entraña consecuencias catastróficas
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