Parteaguas en Chiapas
Gloria Muñoz Ramírez
H
ace 19 años, el Estado dio una prueba más de su enorme poder para castigar a la población organizada. La masacre de Acteal, en Los Altos de Chiapas, no fue el inicio de la represión, pero sí marcó un parteaguas en la fisonomía de México frente al mundo. Una matanza anunciada como pocas, en la que todo estuvo predispuesto para el vil asesinato de 45 indígenas, la mayoría mujeres y niños, pertenecientes a la organización civil Las Abejas.
Hay una responsabilidad para no conjugar esta masacre en pasado. La impunidad es permanente, actual; no deja cerrar la herida y hace más que vigente la indignación, y por eso se sigue exigiendo castigo a los responsables intelectuales y materiales. A los asesinos confesos los dejaron en libertad y regresaron a seguir sembrando incertidumbre. Esto tampoco es pasado, sino presente puro.
El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, acompañante entonces y acompañante ahora, exige junto a las víctimas la reparación integral del daño. La lucha continúa mientras el crimen de Estado se mantenga impune. Demandan justicia verdadera, aunque saben que del Estado mexicano no vendrá. Las instancias internacionales siguen siendo la esperanza. Y que no se olvide nunca.
La estrategia de diálogo simulado que ofrece el Estado tuvo en esta comunidad tzotzil una de sus mayores expresiones. Si bien ese día no fueron masacradas bases de apoyo zapatistas gracias a que se resguardaron en la montaña, la paramilitarización de la zona correspondió a la rigurosa aplicación de una política de contrainsurgencia estipulada en el Plan de Campaña Chiapas 94, diseñado para aniquilar al Ejército Zapatista de Liberación Nacional. La negociación para los gobiernos siempre fue una farsa.
Tampoco se conjuga en pasado el daño sicológico de las y los sobrevivientes, pues, como dice el Frayba, un crimen de lesa humanidad impacta fuertemente el ámbito individual, familiar y colectivo. Y es actual también la organización y resistencia de Las Abejas. Su lucha no es sólo por la búsqueda de justicia, sino por autonomía y libertad. Son ejemplo de trabajo colectivo, de perseverancia y apertura hacia el mundo. Y, como parte activa del Congreso Nacional Indígena, participan también de las iniciativas lanzadas por los zapatistas.
El 22 de diciembre no es sólo de memoria y exigencia de justicia. Es de organización y lucha por la vida, de futuro y resistencia colectiva. Las heridas en los pueblos se acumulan, y la constante en todas es la participación directa del Ejército Mexicano, que tendrá que rendir cuentas. Hoy también por la corrupción que generó la explosión por pólvora en Tultepec.
No hay comentarios:
Publicar un comentario