Supongamos que AMLO ya es presidente: ¿vamos a Venezuela o a Suecia?
Por: Jaime Avilés (@Desfiladero132)
A mi amigo, el gran Chicharrenko
25 de abril 2017.- Vamos a suponer que hoy no es hoy. Vamos a suponer que ya estamos en diciembre del año entrante. Vamos a suponer que AMLO ya es presidente. Alguien llama a la puerta y te toca abrir. La persona te dice: “¿cuántos jóvenes hay aquí?”. Tú sabrás qué respondes. “Nada más yo”, por ejemplo.
—¿A qué te dedicas?
—Juego mucho Nintendo
—¿Te gusta trabajar?
—No sé qué es eso…
La persona dice: “mira este catálogo”. Y descubres que el nuevo gobierno es una bolsa de trabajo. Brigadas de la secretaría de desarrollo social van casa por casa ofreciendo contratos. Un alud de nuevos proyectos requiere mano de obra pagada. Te ofrecen tres mil y pico de pesos. El único requisito para que consigas un puesto es que seas nini. ¿Ah sí? Perfecto. Ya estás contratado.
Pero si has presentado cuatro veces tu examen para entrar a la UNAM porque quieres estudiar medicina, pero las cuatro veces te quedaste sólo tres puntos abajo de la calificación perfecta y por eso te rechazaron, el nuevo gobierno te ayudará a estudiar la carrera, y si mantienes un promedio aceptable, te pagará al mes dos mil y pico de pesos.
Esta es una de las propuestas estratégicas de AMLO. Absorber a los 300 mil rechazados de las universidades al año y por otra parte darle trabajo a dos millones 700 mil ninis. ¿Por qué son cada día más numerosos los empresarios que firman el acuerdo de unidad nacional por la prosperidad y el renacimiento de México? Tal vez porque durante la administración de AMLO al frente del GDF, en la obra pública, por cada peso que invirtió el gobierno los empresarios aportaron 30.
O tal vez porque cuando Felipe Calderón se robó la presidencia y frenó la obra pública, los empresarios comprendieron que o le entraban al moche con los mochos o cerraban sus changarros, o perdían todo con tal de pagar el rescate de un pariente, o tenían que irse de sus ranchos porque el cartel de La Última Letra en Coahuila (los Zetas), el cartel de la Caja De Galletas (el CDG en Tamaulipas), y Zetas y Cártel del Golfo y el Chapo y demás en Veracruz, estaban desplazando a la gente de sus ranchos y de sus pueblos para que los amigos de Humberto Moreira en Coahuila, Tomás Yarrington en Tamaulipas yFidel Herrera y Javier Duarte en Veracruz, se quedaran con las tierras donde había gas de (pe)lutitas.
¿Parece el guión de una película, quizá la próxima de Luis Estrada? Por lo pronto es la historia de cada día para millones de personas, desde que Felipe Calderón desató una matanza llamada Guerra contra el Narco para desalojar territorios ricos en gas natural y abrir pozos de fracking en Coahuila, Tamaulipas y Veracruz, gracias a la privatización de Pemex.
Cuando Salinas de Gortari impuso este proyecto, en 1988, Héctor Aguilar Camín y Jorge G Castañeda, fans del neoliberalismo que Estados Unidos implantaba en la patria de Allende con la ayuda de Pinochet (y la tía de Pablo Hiriart), predijeron: “Por este camino México llegará a Chile”. Castañeda, incluso, estaba casado con una chilena, la Myriam Morales, que le tijereteó todos los trajes de su ropero cuando supo que Georgie le ponía los cuernos con Adela Micha.
Yo escribí en El Financiero, en la sección que dirigía Víctor Roura: “Si México va en dirección a Chile, tendrá que hacer una larga escala en Colombia”. ¿Qué fue lo que sucedió? Las noticias de todos los días lo confirman. En el idílico “viaje” a Chile, México se atascó y se pudrió en Colombia. Se pudrió de manera tan asquerosa que Colombia se avergüenza de que la comparen con México, y con generosidad propone: ahora a México le toca colombianizarse en el buen sentido de la palabra.
¿Qué es colombianizarse en el buen sentido de la palabra? En Colombia los capos de la corrupción estructural fueron procesados por jueces sin rostro, los fondos de los narcos fueron confiscados, la mitad de los miembros de la Cámara de Diputados hoy está en la cárcel. Por desgracia, México no se puede permitir esos lujos: su prioridad es sofocar la violencia con políticas de alto impacto para quitarle agua al pez: tres millones de jóvenes que hoy no hacen nada van a estudiar y van a trabajar y van a tener dinero para sus gastos, sin que el ocio, la mota, las chelas, la envidia o la mala vecindad, los tienten.
Para que este programa funcione se necesitan 110 mil millones de pesos, ya lo dijo AMLO, ya está presupuestado, no es un gasto, es una inversión. Una manera de destinar el dinero público al bienestar social. Muy bien. Desde el primer año del próximo sexenio este programa estará vigente. Sin embargo, para que el segundo año continúe, será necesario que la economía crezca.
Para que la economía crezca, por ejemplo, se debe suspender la construcción del absurdo aeropuerto que Peña edifica sobre un pantano y aprovechar el dinero para reparar las refinerías, que nos ayudarán a importar menos gasolina y en consecuencia bajar el precio de los combustibles.
Para que la economía crezca, se planea una magna obra de 300 kilómetros en línea recta que unirá el puerto de Salina Cruz en Oaxaca y el puerto de Coatzacoalcos en Veracruz, mediante una carretera y una ferrovía, para que los barcos que vienen de California o de Alaska ya no bajen hasta Panamá para cruzar al Atlántico y llevar su carga a Nueva York o Hamburgo.
Con el corredor Coatzacoalcos-SalinaCruz, los barcos no tendrán que bajar ni siquiera a Nicaragua, donde Daniel Ortega, el nuevo Somoza, está trabajando con China para quitarle clientes al canal de Panamá y adelantarse a brindar el servicio que ofrecerá México. Con el corredor CSC los barcos regresarán más rápido a sus puertos de origen.
Es increíble que, a estas alturas del sexenio, un empresario se atreva a meterle dinero alabsurdo aeropuerto que Peña Nieto está haciendo sobre unos llanos pantanosos, fértiles en maíz porque crecen sobre los vasos comunicantes del lago de Texcoco. Una magna obra que se va a hundir porque se va a hundir, y se va a hundir —quizá cuando Peña ya esté lejos— porque a Peña nunca le han salido ni le saldrán bien las cosas: todos sus éxitos —la palabra “éxito” significa resultado— han sido catastróficos. Por suerte, no pocos empresarios están descubriendo las ventajas comparativas que obtendrían votando por el corredor internacional Asia Europa vía México.
O por desarrollar una franquicia en el gigantesco Duty Free que será la frontera norte: una franja de tres mil kilómetros de ancho, donde primará el libre mercado. En las principales ciudades de esa franja habrá estaciones para trenes que en el reino de Felipe VI —ese país más pequeño que Chihuahua— llaman AVE (alta velocidad española), en Francia TGV (trenes de gran velocidad) y que en China son los más rápidos del mundo.
Tijuana tendrá una estación para el TVM (tren vuelto madre) que pasará por Guerrero Negro y llegará a La Paz. Mexicali tendrá una ferrovía que la unirá con Guadalajara y el DF. Monterrey será como siempre, escala técnica entre el DF y Laredo. Etcétera…
¿Por qué priístas, panistas, panales y verdes de abajo, amarillos de conciencia limpia, personas de arriba, de en medio y del hoyo; empresarios, banqueros, estudiantes de derecho o de marketing, por qué tanta gente está firmando el acuerdo de unidad con AMLO por la prosperidad y el renacimiento?
El proyecto de AMLO es una Guía Roja para escapar del infierno. Quienes nos devoran y devastan pero sólo saben clamar por la mano durísima de la que medran, plantean lo opuesto: para salir de Colombia hay que poner al ejército a impartir la justicia, y no hagamos caso a quienes dicen que la presencia del ejército en las calles no ha servido para nada. La inseguridad pública es cada día peor, y tiene que seguir siendo peor.
Que se sigan traicionando, encarcelando y matando entre ellos; que se vaya a Londres la esposa de Duarte, que Javier Duarte esté muerto (como me vaticinó el propagandista Antonio Sola), pero muerto de risa (como acotó, para variar, Belaunzarán), que el ex secretario de Gobernación, Gómez Mont, defienda a los narco ex gobernadores presos que son amigos de Calderón… Que nada cambie si AMLO no es presidente en 2018. La dictadura salinista ofrecerá más violencia para terminar con la violencia. Y repetirá que es la única forma de salir de Colombia…
Pero la gente ya lo ha entendido. Una manera más agradable de alejarnos de la Colombia mexicana, es voltear hacia los países escandinavos, tal como sugiere el proyecto de AMLO. Administración honesta, bienestar social, imaginación creativa, un sistema tributario como el de Noruega, donde paguen más los que ganan más. (Y termómetros en todas las ventanas, como en Suecia.)
Ahora bien, o como quien dice por último, supongamos lo contrario. Hoy sí es hoy. Hoy todavía estamos en 2017. Alguien toca el timbre. Ni modo: en esta hipótesis también te toca abrir la puerta. Sorpresa: una bayoneta, un piquete de soldados rasos y un sargento te forman el cuadro. De la manera más atenta, el sargento dice: “Es mi deber informarle que ya entró en vigor la Ley de Seguridad Interna, promovida con desesperación por Margarita Zavala”.
Una pregunta me abruma con sus insistentes repeticiones. Para escoger quién queremos que toque el timbre de la puerta de nuestra casa en un futuro cercano, ¿debemos salir a tocar el timbre de otras casas?
AVISO: Está es la tercera y última parte de la serie “Morena: migración, éxodo, fuga”. Polemón publicara las tres partes juntas ( y mejoradas) en breve.
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