martes, 13 de marzo de 2018

México SA

Gurría, otra vez
Receta electoral
Saldo desastroso
Carlos Fernández-Vega
Y
a le agarró cariño al ejercicio, y, como sucede desde la elección presidencial de 2006 (cuando fue designado como secretario general de la OCDE), José Angel Gurría llegó a México para dar instrucciones sobre lo que, según él, debe hacer el próximo inquilino de Los Pinos y la agenda a seguir.
Gurría ahora despacha en París, pero como el grillerío mexicano está desatado y la elección presidencial prácticamente a la vuelta de la esquina, el tamaulipeco llegó a su país de origen para tirar línea, práctica que le resultó muy efectiva con el tal Jelipe y Peña Nieto.
El pretexto por él usado fue la inauguración del llamado Foro OCDE México 2018, durante el cual repitió –palabras más o menos– lo dicho años atrás en plena temporada electoral: México necesita más y más reformas, y cuidadito con echar para atrás las ya aprobadas.
Lo dijo así: es crucial avanzar hacia una segunda ola de reformas complementarias en otras áreas clave, como son el fortalecimiento institucional, el respeto al estado de derecho, la consolidación de la integración comercial, la calidad y transparencia del manejo de los gobiernos estatales y municipales, la puesta en práctica del sistema anticorrupción, el funcionamiento más expedito y transparente del sistema judicial y el combate a la inseguridad. El próximo gobierno de México tendría que partir de la base de las reformas planteadas, que las ajuste, las continúe y las implemente.
La Jornada (Julio Reyna Quiroz) lo resumió así: “el secretario general de la OCDE expresó que el organismo no ‘pretende decirle (a los mexicanos) qué hacer’, sino que coloca un ‘espejo para que (el país) pueda verse reflejado con objetividad, desnudo’. El gobierno ‘que emane’ del 1º de julio requerirá de un ‘liderazgo fuerte’ y de habilidades negociadoras para implementar el nuevo paquete de reformas sugeridas por la OCDE”.
Además, el documento Prioridades Estratégicas para México (marca OCDE) será entregado a los candidatos a la Presidencia de la República, dijo Gurría Treviño.
Pues bien, al ex secretario de Relaciones Exteriores y de Hacienda en tiempos de Ernesto Zedillo se le olvidó mencionar que desde su primer discurso público Miguel de la Madrid (léase desde la toma del poder por los tecnócratas) se comprometió (y cada uno de sus cinco sucesores en Los Pinos ratificaron el compromiso, a todas luces fallido) a lo que ahora Gurría pretende presentar como novedad.
De hecho, en su primer Informe de gobierno, el 1º de septiembre de 1983, Miguel de la Madrid subrayó que en estos años se define el perfil de nación que seremos en la próxima centuria. Aspiramos a la modernidad, pero a aquélla que se funda en los valores y principios que han consagrado nuestra historia; aquélla que se apoya en una economía racional, productiva, equilibrada y capaz de satisfacer las necesidades básicas de la población; aquélla que garantiza derechos y libertades en el marco de un estado de derecho democrático; a la modernidad de una nación reconocida y respetada por su seriedad y espíritu de trabajo.
Y advirtió que dar seguridad y tranquilidad a la ciudadanía es obligación primordial de las sociedades civilizadas. Nos seguiremos empeñando en prevenir el delito y en investigar y castigar el crimen con apego a derecho. Contraje ante la nación el compromiso de preservar y perfeccionar el estado de derecho.
Ese fue el banderazo de salida a la época reformista, de la modernidad, del avance sostenido y de la entrada al primer mundo (el gobierno perdió las llaves). Todo se reformó varias veces, pero 35 años después México es mucho más desigual que entonces (y miren que tres décadas y media atrás ya era dramáticamente desigual), más inseguro y violento, más corrupto, más deficiente, más impune y donde lo cotidiano es la sistemática violación del estado de derecho.
Treinta y cinco larguísimos años reformando todo para que el resultado obtenido sea inversamente proporcional al comprometido por seis maravillosos gobiernos neoliberales al hilo. Se supone (versión oficial) que todas las reformas y modernizaciones se hicieron, y se hacen, para que los mexicanos ascendieran rápidamente la escalera del bienestar y para que el país incrementara vertiginosamente su potencial ante la comunidad de naciones.
En los hechos el modelito impuesto tres décadas y media atrás con saña ha sacrificado a las nuevas generaciones de mexicanos (y refundido a las anteriores) en aras de un prometido futuro maravilloso que nunca llegó, salvo para los amigos del régimen que han visto incrementar sus fortunas y su poder político de una manera sólo vista en los cuentos de hadas.
En su nuevo intento de meter la mano en el proceso electoral, José Ángel Gurría asegura que el organismo al que sirve, o del que se sirve, como sea el caso, no pretende decirle (a los mexicanos) qué hacer, sino que coloca un espejo para que (el país) pueda verse reflejado con objetividad, desnudo.
Pues bien, si esa fuera la verdadera intención (que nadie se la cree), entonces en ese espejo del México desnudo lo primero que debe aparecer es no sólo el rotundo fracaso de las políticas públicas impuestas por organismos como la OCDE, sino la brutal consecuencia medida ésta en desigualdad, concentración del ingreso y la riqueza, impunidad y corrupción, por decir lo menos.
Y con la cara más dura que el concreto, Gurría (uno de los operadores de la legalización del “rescate bancario, vía Fobaproa) todavía exige que el gobierno que emane del 1º de julio requerirá de un liderazgo fuerte y de habilidades negociadoras para implementar el nuevo paquete de reformas sugeridas… por la OCDE.
Por cierto, en el mismo foro el secretario de Hacienda, José Antonio González Anaya, dijo que en materia de reformas no hay varitas mágicas, por lo que se tiene que seguir trabajando en ese rubro y en la implementación de las ya aprobadas, si bien se empiezan a ver los resultados de las reformas de EPN.
¿Qué raro?, porque dicha afirmación contrasta con las alegres declaraciones de las dos joyas del gabinetazo peñanietista (Luis Videgaray y José Antonio Meade, ambos ministros del d-año), pues durante sus respectivas estancias en la Secretaría de Hacienda no dejaban de presumir que tales reformas ya cuajaron y funcionan a plenitud.
Las rebanadas del pastel
El PRIAN es famoso por ser el dueño del tigre, que lo suelta cada que le da la gana, y le da seguido. Y como los mexicanos no reaccionan, entonces el felino se ha paseado con toda impunidad. Serán los ciudadanos los que decidan qué hacer con el gatito.

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