jueves, 16 de diciembre de 2010

Astillero


Insurgencias anunciadas

La Familia, ¿narcoguerrilla?

“Una causa social”

AMLO-MEC, debatir

Julio Hernández López


ACTIVIDAD EN LA SUPREMA CORTE. Los ministros Arturo Zaldívar Lelo de Larrea y Salvador Aguirre Anguiano, así como el presidente Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala, previo al informe de actividades del magistrado Guillermo I. Ortiz Mayagoitia Foto Carlos Cisneros

La guerra electoral contra La Familia Michoacana está entrando en una fase de insurgencia como la advertida meses atrás por analistas y funcionarios estadunidenses. Al intento de aniquilamiento lanzado por Los Pinos en días pasados contra lo que se ha dicho que era una fiesta o reunión de mandos de la mencionada Familia se ha levantado una protesta abierta de ciudadanos que, a diferencia de lo sucedido, por ejemplo, en Monterrey, han concurrido a manifestaciones públicas con la cara descubierta y con notable participación de mujeres y niños. Ya antes se había advertido aquí lo que ahora se confirma: la peculiar organización michoacana tiene base social, un cierto sentido político y una clara estrategia de comunicación mediática, todo mezclado en un discutible batidillo de religiosidad, narcotráfico, autodefensa y, ahora, aires de reivindicación popular, al grado que uno de sus máximos jefes, Servando Gómez, apodado La Tuta, además de arengar a sus seguidores cual si de un batallón popular se tratara, se ha permitido la licencia académica de precisar: “...estamos en una causa justa, una causa social”.

La eventualidad de que La Familia se convierta en una narcoguerrilla metería al gobierno calderonista en un escenario aún más complicado, pues hasta ahora las confrontaciones con los cárteles tradicionales han parecido firmemente definidas en términos, por un lado, de delincuentes que desean mantener la viabilidad de su negocio enervante y, por el otro, de representantes armados de un Estado que desea restablecer un supuesto orden jurídico en el país. Ni siquiera el famoso Mayo Zambada ha dado, en la famosa y controvertida entrevista con Julio Scherer para Proceso, notas o tonos que busquen darle a la actividad de los narcotraficantes una presunta justificación política o ideológica, mucho menos el sentido de la reivindicación social. Pero no faltan los ingredientes para elaborar proclamas de ese corte, pues en el fondo del problema del narcotráfico está la brutal injusticia social, caracterizada por la falta de empleos, seguridad social y oportunidades de ascenso, frente al brutal, ostentoso y subversivo enriquecimiento de unas cuantas familias o, abriendo el abanico, de un segmento reducido de la sociedad que se beneficia groseramente de la desigualdad nacional y con ello genera resentimientos, sublevación y venganzas.

Porque así fuera de verdad su esencia, o porque las circunstancias le han colocado en esa tesitura, la mencionada Familia Michoacana parece encaminada a intentar la fabricación de ese estandarte rebelde. Al estilo de las guerrillas tradicionales, en Michoacán se han producido, después del gran ataque federal centrado en Apatzingán pero extendido a más de una docena de municipios, asaltos a bancos y a negocios con disponibilidad de dinero en efectivo, en un aparente aprovisionamiento forzado de recursos para continuar lo que La Tuta planteó, según una grabación dada a conocer ayer por Carlos Loret de Mola, como una suerte de resistencia popular que en caso de sostenerse podría llevar a los gobiernos, el mexicano y el estadunidense, a desatar una embestida proporcional al grado de peligro que plantea esa insurgencia, tal como Hillary Clinton advirtió el pasado 9 de septiembre, al hablar ante el Consejo de Relaciones Exteriores en Washington: “En México y Centroamérica, la amenaza del tráfico está en algunos casos transformándose en una causa común que nosotros consideramos como una insurgencia”.

Desde luego, las pinceladas de la Clinton tienen como objeto la creación de condiciones que faciliten la mayor injerencia de Estados Unidos en los asuntos de su vecino en llamas (un caso que impulsó a la jefa de la diplomacia gringa a hablar de “insurgencia” fue el estallido de un automóvil con explosivos en Ciudad Juárez). Equiparar a México con Colombia, y hablar de “insurgencia”, en el sentido de movimientos armados que buscan hacerse de un territorio y propiciar cambios de gobierno, ayuda a los propósitos de intervención abierta que ya se han manifestado durante el obamismo (el embajador Carlos Pascual es un impúdico opinante frecuente sobre asuntos internos de México, y Wikileaks ha confirmado el grado de control que las fuerzas gringas tienen sobre episodios clave de la “guerra” calderonista), pero que serán más fuertes a partir del rediseño del poder estadunidense con los triunfos del conservadurismo “asustado” por lo que pasa en el patio trasero y molesto por exabruptos de Calderón como aquella fanfarronería en el Capitolio al exigir que se cambiaran leyes de ese país para frenar el paso de armas a México. La Familia de los Republicanos tendrá en la de Michoacán un pretexto más para impulsar el asalto abierto de México.

Astillas

Marcelo Ebrard respondió “¿Por qué no?” a la pregunta de Carlos Puig, en W Radio, sobre la posibilidad de debatir con Andrés Manuel López Obrador, y con ello abrió la posibilidad de una confrontación de ideas y proyectos que desde ahora divide a la comunidad de izquierda. En un sondeo tuitero realizado ayer por este tecleador, la gran mayoría de los opinantes consideraron que el tabasqueño debe aceptar la propuesta del capitalino, y que un debate profundo y respetuoso podría ayudar al reposicionamiento de las opciones electorales correspondientes a esa franja ideológica. Pero otros, los menos, estiman que la de Ebrard es una propuesta envenenada, que pretende llevar a AMLO a una exposición de la que sus persistentes impugnadores mediáticos seleccionen o manipulen pasajes para continuar con la larga campaña de desgaste...

Especial prudencia deberían tener los padres de víctimas de la violencia criminal cuando son llevados por políticos en el poder a escenarios en que el drama individual o familiar es convertido en materia de discursos y nada disfrazados lucimientos de los mismos que por indolencia, incapacidad o irresponsabilidad deberían estar en el banquillo de los acusados institucionales, y no en el tapanco o la mesa de las ceremonias complacientes... ¡Hasta mañana!

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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