Otra crisis de la tortilla
Alzas de 50 a 67 por ciento
La cuesta de diciembre
Carlos Fernández-Vega
Alzas de 50 a 67 por ciento
La cuesta de diciembre
Carlos Fernández-Vega
El sexenio foxista concluyó, entre tantas otras gracias, con un explosivo aumento de precios de los alimentos básicos (especialmente de la tortilla y la llamada leche popular”, de Liconsa) y los combustibles (gasolinas, diesel, gas), así como el incremento sostenido de las tarifas eléctricas. De la misma forma comenzó el calderonato, con la crisis de la tortilla, y a lo largo de sus cuatro años en Los Pinos los precios de los alimentos se han incrementado (versión oficial del Banco de México) 1.5 veces más que la inflación en general.
Lamentablemente el constante deterioro del poder adquisitivo no termina allí. Con bombos y platillos empezó el quinto año de “gobierno”, como le llaman, y para celebrarlo de nueva cuenta aumentaron los precios de los combustibles, se reforzaron los incrementos de los precios de la canasta básica y, de regalo navideño, se adelantaron los correspondientes a refrescos y cigarros, los cuales, supuestamente, deberían entrar en vigor a partir del próximo enero.
Por si fuera poco, de nueva cuenta se registra un explosivo aumento al precio de la tortilla, cercano a 50 por ciento, llevándolo a 12-15 pesos por kilogramo, según la zona geográfica de comercialización, sin que autoridad alguna meta la mano, porque está en plena fiesta por los diez años panistas al frente de Los Pinos y muy contenta por lo bien que han hecho las cosas, de tal suerte que los sempiternamente desamparados mexicanos de a pie deben prepararse para afrontar una mayor pérdida de poder adquisitivo por el impacto inflacionario de la escalada de precios que a guisa de “bienvenida” por el quinto año les obsequia el calderonato.
De nueva cuenta aumentaron los precios de gasolinas, diesel y gas (con un crecimiento anual tres veces por arriba que la inflación general), jugada que repetirán en el primer mes de 2011 (sin olvidar los 11 restantes); el kilogramo de tortilla alcanza precio de caviar Beluga, y el litro de refresco de viuda de Clicquot; en noviembre los precios de alimentos, bebidas y tabaco fueron los que, junto con los de vivienda y tarifas eléctricas, reportaron las mayores alzas, y en diciembre lo volverán a hacer; agua, predial, peajes, impuestos por doquier y lo que falte y se acumule. Todo ello “para vivir mejor”, según reza la propaganda oficial.
La crisis de la tortilla del fin sexenal del foxiato se agudizó en el primer mes del calderonato; nadie metió la mano, el gobierno se mantuvo pasivo. En enero de 2007 estalló, y en ese entonces, Eduardo Sojo, primer secretario de Economía del “nuevo gobierno” (lleva tres) aseguró que “no hay justificación para el aumento; tampoco existe posibilidad de que el gobierno controle el precio de la tortilla… a medida que sube el precio y hay más incentivos, van a sembrarse más hectáreas, habrá más producción como respuesta al incentivo del mercado… Mientras, la Procuraduría Federal del Consumidor estará atenta para que no haya abusos en las ventas… para detener la escalada de precios en maíz y tortilla existen otras medidas más efectivas. Acciones como el control de precios siempre traen problemas, siempre desincentivan la producción; siempre traen problemas en toda la cadena productiva. Entonces, nuestra posición es que hay medidas mucho más efectivas para resolver el problema, que tiene que ver más con incrementar la producción y la competitividad, y no el control de precios. Son “factores coyunturales”.
La “coyuntura” (Sojo dixit) llevó a “resolver” artificialmente la escalada de precios, mediante la entrega de jugosos subsidios públicos a los acaparadores y especuladores privados, los cuales se “comprometieron” a mantener el precio de 8.5 pesos (casi 7 por ciento por arriba del aumento previo) por kilogramo en tortillerías y supermercados a granel (con notoria merma de la calidad), aunque paralelamente modificaron la presentación de sus productos al público (nuevo empaque, por ejemplo) y de cualquier forma aumentaron el precio. Por el contrario, el Banco de México advirtió que se trataba de “un problema de especulación, acaparamiento y de un modelo poco competitivo; los aumentos no se justifican.”
Pues bien, la “coyuntura” va por su quinto año consecutivo, y ayer el dirigente de la Unión Nacional de Industriales de Molinos y Tortillerías, Lorenzo Mejía, hizo público el aumento al precio de la tortilla: “en el Distrito Federal se incrementa de 8 a 12 pesos el kilogramo, y en los estados de 9 a 14 o hasta 15 pesos” (50 por ciento de incremento en el primero de los casos, 55 a 67 por ciento en el segundo”. La única “respuesta” oficial (por llamarla de alguna manera) ha sido la del procurador Federal de Consumidor, Antonio Morales de la Peña: “no hay justificación alguna (Sojo redivivo) para aumentar los precios de productos de consumo básico, entre ellos la tortilla, como ya ocurre en ciertas zonas del Distrito Federal y del interior del país”. ¿Qué hará la Profeco? Absolutamente nada, por la sencilla razón, dice el funcionario, que “no hay precio oficial”.
Lorenzo Mejía aseguró que “los costos de producción nos han orillado a tomar la determinación de incrementar el precio de la tortilla. En mayo la tonelada de maíz a pie de molino se cotizaba en 3 mil 150 pesos, y aunque actualmente está en 3 mil 700 pesos, se teme que la cifra llegue a 4 mil pesos en enero próximo” (17.5 a 27 por ciento de incremento). Si es real lo que dice este dirigente, entonces qué justifica un aumento hasta de 67 por ciento en el precio al consumidor, es decir, hasta 2.5 veces más que el incremento en la tonelada de maíz.
Lo mejor del caso es que en la primera crisis de la tortilla del calderonato, la de diciembre-enero de 2006-2007, el inquilino de Los Pinos aseguró: “no toleraremos a especuladores ni acaparadores; vamos a aplicar la ley con firmeza y a castigar a quienes busquen aprovecharse de la necesidad de la gente”. Para ello firmó el denominado “acuerdo para estabilizar el precio de la tortilla”, y lo hizo flanqueado por los principales especuladores y acaparadores de maíz, a los que por obvias razones nunca se le ha aplicado la ley “con firmeza”, ni mucho menos castigado por “aprovecharse de la necesidad de la gente”.
Y en este festivo ambiente de aumentos de precios, ya llegó, ya está aquí el generosísimo “incremento” al salario mínimo, que una vez más no alcanzará ni para un chicle.
Las rebanadas del pastel
A finales de 1999, si la memoria no falla, los tecnócratas decidieron “liberar” el mercado de la tortilla porque, según decían, dicha acción “favorecerá a los mexicanos de menor poder adquisitivo”. Pues bien, en poco más de una década, el precio de la tortilla se ha incrementado cerca de mil 500 por ciento. Antes, como ahora, “para vivir mejor”.
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