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miércoles, 1 de diciembre de 2010
México SA
Que nada crece? ¡Falso!
¿Y dónde está la deuda?
Calderón te dirá cómo
Carlos Fernández-Vega
Si alguien cree que en este estancado país nada crece (más allá de los jugosos beneficios de las minorías), está totalmente equivocado. Cierto es que no avanza la economía, la generación de empleo formal ni el bienestar social, pero eso es lo de menos. Por ello, para despejar dudas y enfriar pasiones, la Secretaría de Hacienda documenta uno de los mayores crecimientos en el cuatrienio calderonista: el del débito público, que se ha incrementado casi al mismo ritmo que el número de discursos triunfalistas pronunciados por el inquilino de Los Pinos (alrededor de 3 mil 300 en el periodo).
En dicho cuatrienio, la deuda neta (interna y externa) del sector público federal registra un incremento superior a 10 puntos porcentuales del producto interno bruto, para significar a estas alturas más de 30 por ciento del PIB. El saldo de este débito pasó de un billón 985 mil 730 millones de pesos, el primero de diciembre de 2006, a 4 billones 40 mil 850 millones al cierre de octubre pasado, es decir, un crecimiento de 103.5 por ciento.
Si esta noticia fuera divulgada por el aparato propagandístico del inquilino de Los Pinos, los genios de la comunicación oficial la presumirían como una excelente buena nueva para los mexicanos, y como una muestra irrebatible de que el susodicho cumple sus promesas de campaña, toda vez que, producto de su exitosa política contra cíclica, de su indoblegable determinación de mantener sanas las finanzas públicas y etcétera, etcétera, por fin algo reporta crecimiento en el país. Sin embargo, tales genios sólo le entran a los temas de Wonderland, y el del débito público ni de lejos está incorporado al México rosa que promueven desde Los Pinos.
Cierto es: los maquillistas del aparato propagandístico de Felipe en el gobierno de las maravillas no caben aquí. A más de 2 billones de pesos asciende la nueva deuda contratada por el sector público (gobierno federal, organismos y empresas gubernamentales e instituciones de la banca de desarrollo) durante el cuatrienio calderonista (hasta octubre de 2010) de acuerdo con la información de la Secretaría de Hacienda. Lo anterior se traduce en un endeudamiento promedio de mil 407.6 millones por cada día de estancia en Los Pinos de Felipe Calderón, el mismo personaje que en campaña electoral se desgañitó para convencer a propios y extraños sobre el “peligro para México” que significaba endeudarse de forma voluminosa. Pues bien, el desgañitado registra lo que hace suponer un récord nacional: haiga sido como haiga sido, a la deuda pública le ha sumado casi un millón de pesos por minuto de inquilinaje en la residencia oficial.
Allá por los tiempos de su campaña electoral, a mediados de 2006, Calderón, su partido político (léase textual) y el gran capital que lo financió, pregonaban: “si llega a presidente nos va a endeudar más y vendrá una crisis económica, devaluación, desempleo. Estos son los grandes planes de López Obrador, un peligro para México… López Obrador juega con el futuro de México… sus grandes ideas sólo significan deuda y más deuda para todos… con López Obrador perdemos todos… hay formas de que México avance sin deudas… ¡Felipe Calderón te dirá cómo!”
Pues bien, Felipe Calderón nunca dijo cómo; no demostró que “hay formas de que México avance sin deudas”, y por lo visto, tampoco con deudas; los “grandes planes” y las “grandes ideas de deuda y más deuda” que según él proponían sus contrarios en los hechos no eran más que sus propias “ideas”, sólo que vergonzantes, y para rematar, sin López Obrador, el inquilino de Los Pinos endeudó al país, vino la crisis, la devaluación y el desempleo, de tal suerte que, a un elevadísimo costo, los habitantes de este país ya se dieron cuenta quién resultó ser el verdadero “peligro para México.”
La Secretaría de Hacienda lo explica así: “en lo que corresponde al saldo de la deuda interna neta del sector público federal, al cierre de octubre de 2010 se ubicó en 2 billones 802.1 mil millones de pesos, lo que significa un incremento de 208 mil millones de pesos respecto del saldo registrado al cierre de 2009. Ello obedece a un endeudamiento interno neto durante el periodo de 234.3 mil millones de pesos, a ajustes contables al alza por 26.5 mil millones de pesos y por un incremento en las disponibilidades del sector público federal por 52.9 mil millones de pesos. Por su parte, el saldo de la deuda externa neta del sector público federal fue de 99.1 mil millones de dólares, monto superior en 7 mil 300 millones de dólares al registrado al cierre de 2009. Este resultado se explica por un endeudamiento externo neto de 5 mil 400 millones de dólares, así como por ajustes contables al alza por 400 mil dólares y por una disminución en las disponibilidades del sector público federal por 1.5 mil millones de dólares”.
El primero de diciembre de 2006 el paquete completo de deuda pública sumó un billón 985 mil 730 millones de pesos; al 31 de octubre de 2010, 4 billones 40 mil 850 millones. En la primera de las fechas mencionadas la deuda por habitante ascendió a 18 mil 912 pesos; al 31 de octubre de 2010 cada mexicano (incluidos los recién nacidos) debía 37 mil 415 pesos (casi dos salarios mínimos anuales), prácticamente el doble que cuatro años atrás. Así, se derrumba el mito de que en México nada crece.
Dado el esfuerzo que implica contratar débito a la velocidad de la luz, era de esperar que una deuda pública mayor en 2 billones y pico de pesos tendría algún impacto positivo en el raquítico comportamiento económico del país, en la generación de empleo, en el bienestar de la población (en el desarrollo, pues), pero lamentablemente no se ve por ningún lado. Casi 200 mil millones de dólares adicionales en deuda, bien invertidos, bien canalizados a los sectores productivos, no sólo impulsarían el aparato económico, sino que permitirían generar suficientes excedentes para pagar, tranquilamente, ese mismo endeudamiento. No ha sido así, pero cada mexicano debe más. Entonces, ¿qué ha hecho con ese enorme volumen de recursos? ¿Dónde fueron invertidos? ¿Para qué fue contratado?
Las rebanadas del pastel
La duda ofende: dice Manlio Fabio Beltrones que Felipe Calderón debe definirse, porque “o se es presidente de México o se es presidente de un partido; no puede ser las dos cosas”. ¿Acaso México tiene presidente?
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