Luis Javier Garrido
Los papeles del Departamento de Estado sobre México revelados por Wikileaks abren una crisis política de enormes dimensiones, aunque nadie se atreva por el momento a reconocerlo.
1. La histórica filtración de documentos hecha este diciembre de 2010 por el portal de Wikileaks incluyó un número significativo de documentos sobre México que aún no acaban de ser divulgados plenamente por los medios y que son difíciles de consultar, en particular por la guerra cibernética que el gobierno estadunidense ha desatado en su contra, pero que hasta ahora ponen en grave entredicho al gobierno panista, a la “clase política” mexicana en su conjunto, a las fuerzas armadas y muy en especial a Felipe Calderón, quien aparece en ellos como un individuo que ha atentado contra los intereses fundamentales de México, y que de existir en el país un régimen de derecho, de inmediato sería separado del cargo.
2. Las revelaciones de Wikileaks no hacen más que confirmar en torno a la supuesta “guerra contra el narco” de Calderón lo que durante meses hemos sostenido en esta columna, y en particular que desde los inicios de su gobierno de facto, ansioso de alcanzar una legitimidad y un control material sobre el territorio y la población, el panista pidió a Washington su ayuda e intervención para enfrentar la situación; que la extrema violencia que se manifiesta en el país fue deliberadamente buscada por el gobierno calderonista, bajo la dirección de las agencias de seguridad estadunidense, en la mira de crear un clima de terror en la República, y que la consecuencia de todo esto no es sólo que las fuerzas armadas mexicanas se hayan sometido al control estadunidense, sino que éste asuma que es la única fuerza capaz de enfrentar desde México a los cárteles del narcotráfico, que constituyen una amenaza para sus fronteras.
3. Las filtraciones –de las que dio cuenta La Jornada el 3, 4 y 5 de diciembre– van en buena medida a caracterizar al Ejército Mexicano con señalamientos tanto de funcionarios estadunidenses como de los propios panistas, diciéndose que “es torpe y con aversión al riesgo”, que sus miembros no están capacitados para ejercer tareas policiales domésticas ni mucho menos labores de inteligencia y, lo que es de enorme gravedad, que al no tener posibilidad de actuar en un marco de respeto a los derechos individuales, solicitaron que se expidiera una ley de suspensión de garantías individuales en términos del artículo 29 constitucional, como en 1943, lo que les fue negado, para, siguiendo el ejemplo de la Secretaría de Marina, solicitar sus mandos a los agentes estadunidenses que se les diera una mejor capacitación.
4. Los documentos del Departamento de Estado hablan de un sinnúmero de reuniones –entre 2008 y 2010– en las que los funcionarios calderonistas, carentes de cualquier noción de soberanía nacional, se dedicaron a demandar en todos los términos la ayuda de Estados Unidos, a sabiendas de que esta actitud no podía dejar más que una salida. Las revelaciones de estas reuniones bilaterales no conducen más que a demostrar cómo la subordinación del Ejército y de la Marina Nacional a Washington fue buscada de manera deliberada por el gobierno de Felipe Calderón, a sabiendas de que iba a conducir a un escenario en el que el Departamento de Estado asumiera que ante la incapacidad de las fuerzas de seguridad de nuestro país para controlar la situación, la única seguridad para sus fronteras, desde México, era la que las propias fuerzas estadounidenses le propiciaran.
5. Los documentos muestran, en todo caso, no la falta de dignidad de la diplomacia mexicana, sino la inexistencia misma de una diplomacia mexicana y, sobre todo, el desastre interno del gobierno calderonista de facto que ha hecho perder por completo el rumbo al país. “¿Con quién acuerda Genaro García Luna?”, se preguntaba hace días el diputado Porfirio Muñoz Ledo. “¿Con Felipe Calderón o con Carlos Pascual?” (La Jornada, 4/12/10)
6. La caracterización que hacen los agentes diplomáticos estadunidenses del gobierno de Calderón es, a pesar suyo, en extremo crítica, pues señalan que éste solicitó la ayuda de Washington porque estimó hallarse en peligro de “perder el control” de varias zonas conflictivas, como les reiteró durante más de dos años la Secretaría de Gobernación, reconociendo que “no es eficaz el aparato de inteligencia” del gobierno mexicano, a lo que se agrega otro elemento: “las pugnas en el interior del gobierno de Calderón”, que según los agentes estadunidenses obstaculizaron en estos años toda labor.
7. Las mentiras continuas de Calderón y la descalificación permanente que hizo en estos años de las fuerzas de oposición mexicana ante los agentes estadunidenses son objeto también de múltiples documentos que llevaron a una decisión. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, ordenó un informe sobre el perfil sicológico e íntimo de Calderón, sobre sus costumbres y sobre las relaciones y disputas de su grupo cercano.
8. El desconcierto del gobierno panista ante el golpe recibido lo está demostrando su incapacidad de respuesta a pesar del malestar creciente que hay por las revelaciones en las fuerzas armadas y otros sectores. La cancillería se limitó a señalar que son divulgaciones “parciales e inexactas” (La Jornada, 2/12/10) y la Sedena a difundir un texto de “militares retirados” que señalan que el Ejército ha servido a los gobiernos panistas con la misma lealtad que hizo con los del PRI, pero en el que afirman se busca desprestigiar y destruir al Ejército al hacerlo “entrar en competencia desleal con otra fuerza armada”, que es la Marina (Milenio Diario, 8/12/10), todo ello mientras en Los Pinos se están dedicando a buscar que los medios reduzcan y minimicen las informaciones filtradas y den prioridad a hablar de ecología.
9. La reacción más acorde con la gravedad de lo revelado fue la del embajador de Estdos Unidos en México, Carlos Pascual, puesto en una situación comprometida, pues las filtraciones provienen en lo esencial tanto de funcionarios de la embajada como de las múltiples agencias gubernamentales dependientes de él, por lo que al ser entrevistado por Televisa –el miércoles 8– expresó su deseo de que lo acontecido no afecte las relaciones entre los dos países, lo que ya no cabe duda de que no va a ocurrir. Calderón y los panistas, que por su reacción de azoro aparentan desconocer el doble discurso diplomático, van a reaccionar como hasta ahora lo han hecho: con profundo servilismo e indignidad. El problema para Washington se halla en las demás fuerzas políticas, que si tenían alguna duda sobre las dimensiones del desastre en que Calderón y las políticas estadunidenses han hundido a México, ahora tienen que actuar en consecuencia. Y, desde luego, en el pueblo mexicano que no quiere esta guerra impuesta ni este tipo de relaciones con Estados Unidos.
10. La saga de Julian Assange y de Wikileaks sigue evidenciando la dificultad que existe hoy en día para informarse de lo que en realidad acontece. Las revelaciones de este portal abren una nueva época en las relaciones entre los pueblos y el poder económico y político que asfixia al mundo, en particular en América latina y en México constituyen una nueva señal de alerta sobre la naturaleza totalitaria del proyecto que se pretende imponer al continente.
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