martes, 18 de enero de 2011

México SA


Discurso y alza de precios

¿Sólo la palabra de Ferrari?

Alimentos: 50% importados

Carlos Fernández-Vega

De acuerdo con la FAO, en 2010 los precios de los alimentos se incrementaron 25 por ciento como promedio mundial, y 76 por ciento desde 2006. En el año que recién concluyó el precio de la carne creció 18 por ciento, 39 el de cereales, 56 el de aceites y grasas, y 19 el del azúcar, por citar algunos. En el último cuatrienio las alzas han sido de 33 por ciento en la carne, 62 en productos lácteos, 97 en cereales, 135 en aceites y grasas, 90 en azúcar. Sólo en enero de 2011 el precio del maíz aumentó 6 por ciento y 52 por ciento si se anualiza. Lo anterior, sin olvidar que alrededor de 50 por ciento de los alimentos que se consumen en México son de importación.

Las cifras son espeluznantes, en especial la última, pero sirven para documentar que el gobierno mexicano muy poco, por no decir nada, puede hacer para ir del dicho al hecho y cumplir con lo recientemente anunciado por el secretario de Economía, Bruno Ferrari, en el sentido de que “no vamos a permitir arbitrariedades” en lo que se refiere a incrementos de precios en alimentos. ¿El licenciado en Derecho Canónico, con posgrado en Ciencias de la Familia (lo que eso quiera decir), cree que una simple frase por él pronunciada en un medio de comunicación adepto al régimen (“lo que quiera decir, señor secretario que, nunca lo dude, esta es su casa”) puede contener la escalada de precios interna, cuando, más allá de la voracidad interna, cerca de la mitad de lo que se come en este país viene de afuera y depende de los precios que se fijan allende nuestras fronteras?

Tal vez podría contener dicha alza a golpe de subsidios, es decir, con recursos públicos, o lo que es lo mismo con dineros de los mexicanos, quienes de cualquier suerte pagarían la escalada, aunque otros serían los beneficiados. De no recurrir a esta práctica, ¿cree el funcionario que para detener los incrementos es suficiente con tomar el micrófono y sentenciar que “en México no existen condiciones ni justificaciones para aplicar aumentos desproporcionados”? Otro enunciado célebre: “no es el consumidor final el que tiene que verse afectado como siempre cuando pasan estas cosas, más bien es una oportunidad para revisar las estructuras de costos, para ver cómo se están comportando esas mismas estructuras, cómo podemos ser más eficientes en los negocios, cómo podemos hacerla más eficiente, cómo pueden aumentar su producción, cómo pueden utilizar su logística para no repercutir los precios en el consumidor”.

Puede que si el especialista en Ciencias de la Familia se instala en la realidad logre algo medianamente aterrizable en este asunto, pero en vía de mientras el director del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, José Luis de la Cruz Gallegos, pone el dedo en la llaga: en México “la demanda de alimentos se encuentra insatisfecha con la producción nacional, lo cual obliga a importar este tipo de bienes a precios internacionales pero que no garantizan que todos los mexicanos puedan comer diariamente de manera adecuada. Sólo debe recordarse que la población más pobre destina cerca de 40 por ciento de sus ingresos a la alimentación, aunque a pesar de ello no pueden satisfacer este requerimiento”.

El secretario de Economía asegura que “convenció” a los industriales agrupados en la Canacintra para que no aumentaran precios, como habían anunciado. Sin embargo, esta organización privada es un “invitado permanente” del Consejo Coordinador Empresarial, el que de plano está de acuerdo con lo dicho por Ferrari (“no existen condiciones ni justificaciones para aplicar aumentos desproporcionados”), y donde manda capitán no gobierna marinero, por muy licenciado en Derecho Canónico que sea. Así, el CCE advirtió que “las presiones inflacionarias generadas por los aumentos en los precios internacionales de las materias primas son la mayor preocupación que se avizora en el panorama económico para 2011. Las alzas podrían redundar en aumentos de precios al consumidor, incidir negativamente en el poder adquisitivo de la población (en especial entre los segmentos de ingresos medios y bajos) y en consecuencia deteriorar el consumo” (La Jornada, Juan Carlos Miranda).

¿La bienaventurada palabra del secretario de Economía alcanzará para detener el alza de precios y revertir la creciente dependencia alimentaria? Veamos, por ejemplo, qué dice el siempre pío grupo empresarial Bimbo: “algunos de nuestros insumos, como harina de trigo, azúcar, plásticos usados en los empaques de sus productos, aceites y grasas, están sujetos a fluctuaciones significativas en precio y disponibilidad. Los precios de algunos insumos han alcanzado niveles máximos históricos y los mercados de dichos insumos están experimentando una volatilidad sin precedentes. Cualquier incremento sustancial en esos precios que no se refleje en un aumento en el precio de nuestros productos podría afectar la situación financiera, liquidez y resultados de operación del grupo”.

Otro consorcio, Herdez, aporta lo suyo: “nuestros resultados de operación pueden verse afectados negativamente por la disponibilidad y precio de las materias primas utilizadas por el grupo en sus actividades productivas (…), los cuales se encuentran referenciados a precios internacionales y/o cotizan en mercados internacionales de mercaderías. Estos precios están sujetos a grandes fluctuaciones por cambios en los niveles globales y locales de suministro… En caso de escasez y fluctuaciones adversas en los precios de las materias primas y materiales de empaque utilizados por Grupo Herdez, el costo de producción se pudiera ver afectado así como los resultados de operación de la compañía”, lo cual obvio es, no lo permitirá.

Uno más (Maseca): “nuestras plantas utilizan grandes cantidades de electricidad, gas natural y otras fuentes de energía (…), además de cantidades considerables de diesel. El costo de las fuentes de energía podría fluctuar considerablemente debido a condiciones económicas y políticas (…) Un incremento en el precio del combustible u otras fuentes de energía podrían incrementar nuestros costos de operación, y por ende, afectar nuestra rentabilidad. Los precios del maíz nacional tienden a ser superiores a los internacionales, y típicamente siguen las tendencias del mercado internacional, sobre todo cuando los precios de maíz tienden a aumentar”.

Las rebanadas del pastel

Entonces, ¿suficiente con la beata palabra del titular de Economía para contener el alza de precios?

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