Realidad y lesa patria
“Hablar mal del país”
Felipe el “matemático”
Carlos Fernández-Vega
“Hablar mal del país”
Felipe el “matemático”
Carlos Fernández-Vega
Desde la óptica de Felipe en el país de las maravillas, la economía mexicana no podría estar mejor, pero lecturas más realistas documentan lo contrario. Sin embargo, esto último es tomado por Los Pinos como sinónimo de hablar mal del país” (léase del “gobierno”), lo que es catalogado como delito de lesa patria, por mucho que las cosas estén color de hormiga. Analizar la realidad, no imaginarla –como suele ser el ejercicio de Los Pinos– casi es causal de pérdida de nacionalidad, según el autoritario dedo flamígero del inquilino de la residencia oficial.
En este contexto, ¿realmente “vamos a tener un buen año en lo económico”? ¿“Tenemos todo para que 2011 sea un año de realizaciones”? ¿Hasta cuándo vamos a lograr la mayoría de edad en materia de nuestro proyecto económico? ¿Hasta cuándo nuestras posibilidades de crecimiento de 6, 7 u 8 por ciento van a estar en función de la evolución de la economía estadunidense?, se preguntan los integrantes del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, candidatos a delincuentes de lesa patria, quienes tuvieron la gentileza de enviar a este espacio su más reciente análisis (Momento Económico) sobre la realidad nacional, del que se toman los siguientes elementos.
México no forma parte de los países emergentes que durante 2011 representarán 80 por ciento del aumento global, con crecimientos promedio de 6.4 por ciento. Su incremento, en el mejor de los casos, sería de 3.9 o 4.2 por ciento. Es necesario insistir en la necesidad de transformaciones que se orienten a un nuevo modelo de desarrollo que cuente con los recursos para que la fuga de capitales mexicanos se detenga (en 2010 había crecido casi 68 por ciento frente a 2009); que la inversión extranjera deje de ser atraída por el mercado accionario; que la banca que opera en el país oferte financiamiento al sector privado; que la planta productiva contribuya con la generación de empleos en un número superior a 700 mil plazas (el doble de lo pregonado); que una parte importante de las reservas internacionales (casi 116 mil millones de dólares) se conviertan en motor del crecimiento y que no se sumen a los créditos flexibles negociados con el FMI (73 mil millones). En tanto no se proceda a reorientar el actual modelo de desarrollo, los pronósticos para 2011 no son optimistas.
Las pequeñas y medianas industrias trabajan a menos de 60 por ciento de su capacidad instalada; la banca de desarrollo (propiedad del Estado) reportó el menor crecimiento desde 2008 (tercer trimestre de 2010); en los cuatro años de este sexenio sólo se han generado alrededor de 800 mil empleos formales, frente a los casi 5 millones demandados; el peso de la seguridad pública alcanzó 4.3 por ciento del total del presupuesto de 2011 y la educación representa 6.7 por ciento (gran parte a gasto corriente y no para nueva inversión educativa o su mejora), de tal suerte que de continuar los incrementos en seguridad en poco tiempo el gasto en este renglón superará al de educación (Genoveva Roldán Dávila).
No es sorprendente que la economía crecerá menos en 2011. Una parte del incremento de 2010 fue el resultado de una economía que rebota después de un año muy malo y que fue arrastrada por el crecimiento de Estados Unidos por medio de las exportaciones a ese país. El país no tiene dinámica propia de crecimiento; depende de la toma de decisiones de las trasnacionales y del comportamiento económico estadunidense. México, ha dicho el Premio Nobel de economía Paul Krugman, no es una economía emergente, es un satélite de Estados Unidos.
Ante la poca demanda externa se plantea, de manera insistente, por la empresa privada del país, la necesidad de fortalecer el mercado interno. Esta parece la solución obvia, pero ¿es posible ampliarlo en las actuales condiciones estructurales de la economía y teniendo en cuenta las orientaciones del modelo neoliberal? No. El mercado interno se compone de inversión y consumo (privado y gubernamental). El primero representa alrededor de 70 por ciento del PIB, y su recuperación no logra alcanzar el nivel registrado en años previos a la crisis, ya que depende en gran medida de la masa salarial, misma que está en función directa de la cantidad del empleo disponible y del nivel medio de los salarios reales.
La apertura indiscriminada de la economía y su desregulación tuvo como efecto directo la ruptura de las cadenas productivas, un proceso de destrucción de la industria nacional volcada al mercado interno y su remplazo por una industria exportadora tipo maquila. Por ello, se da el remplazo de la producción local por las importaciones y por una parte sustantiva del consumo y de la inversión extranjera. La producción en México se transforma en importaciones ¿Dónde queda entonces el mercado interno?
El sector empresarial exige más inversión del Estado para lograr una “virtuosa asociación público-privada”, pero sólo puede invertir más si incrementa la recaudación fiscal (los empresarios no quieren pagar más) o si cambia el destino del gasto. Los empresarios creen que debería gastarse menos en sueldos y salarios o disminuir la inversión social. Supuestamente la asociación público-privada redundaría en más inversión, crecimiento, empleo y productividad, y con ello más mercado interno. Nada más lejano de la realidad, en tanto no aumente el consumo de los trabajadores, para lo cual se requieren mayores niveles educativos, mejoras en la salud pública. La productividad del capital continuará amarrada a la precarización del trabajo y, por lo tanto, en la profundización de las políticas neoliberales que han provocado que el mercado interno hoy se encuentre gravemente debilitado (Juan Arancibia).
Las rebanadas del pastel
Del matemático Felipe Calderón, egresado de la Universidad Cantinflas: “para la mitad de la gente, aunque tú cuando le preguntas cuál es su situación personal, familiar, sí se refleja que ha mejorado, pero la percepción es que seguimos, para el 70 por ciento de la gente, en crisis. Para la mitad; es decir, para el 35 por ciento, no sólo seguimos en crisis, sino en lo peor de la crisis y para el 25 por ciento de esos 35, o sea, casi para todos esos, no sólo eso, sino que no hay remedio para la crisis… que la gente que puede comprar, porque sí tiene dinero y sí tiene un ingreso no compra; si sabe que puede cambiar el refrigerador, no, espérate, no compres; si quiere y a ella se le antojó el coche el modelo 11, están padres. No, espérate, pero no compres coche, está muy fea la cosa; si quiere comprar casa, se la prometió a la señora, ya tuvieron otro niño, tiene con qué, puede ir al banco a pedir, no mejor ahorita no compro” (el susodicho en la reunión anual de industriales “por un México ganador”). ¿Alguna duda?
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