martes, 18 de enero de 2011

Astillero


Política entrampada

PRI: oficio corleonesco

PAN: continuismo sangriento

Izquierda: división inducida

Julio Hernández López


SUR DE MONTERREY. Familiares de tres jóvenes ejecutados intentan reconfortarse tras asistir al sitio donde sujetos armados tirotearon la mañana de este lunes a tres hermanos en el puesto de tacos de su propiedad, en la colonia Revolución Proletaria, en el sur de la capital neoleonesa Foto Reuters

No arranca la verdadera construcción política porque nada en firme se podrá tejer mientras el factor determinante y distorsionador de la actividad pública siga siendo la violencia derivada de la guerra”, ahora hipócritamente reclasificada como “lucha”, contra el narcotráfico. Los partidos, sus líderes y principales personajes aparecen en el foro político teñidos de colores diluidos a causa de la tonalidad extrema del rojo sangriento que domina la totalidad. De seguir las cosas como van, lo político y lo civil seguirán sumiéndose en las aguas engañosas de una supuesta legalidad vigente y de una auténtica suplantación militar, marina y policial de las funciones públicas.

Frente al fracaso de la segunda administración federal panista se levantan dos opciones que difieren respecto de la manera en que debe ser enfrentado el asunto del narcotráfico pero que convergen en cuanto al sostenimiento del actual sistema de privilegios, injusticias y exclusiones. El PRI ofrece el discreto encanto del retorno a los entendimientos mafiosos, mientras el PAN se fatiga tratando de convencer que tiene sentido y viabilidad el baño nacional de sangre. El oficio corleonesco sugiere la restitución de la vieja pax priísta, con arreglos bajo el agua, plazas y cuotas bien definidas; la criminal falta de oficio del calderonismo sugiere la continuidad falsamente épica de una “lucha” que en el fondo ha sido solamente la búsqueda de reacomodos comerciales favorables para empresas consentidas. Pero PAN y PRI postulan en esencia lo mismo, así sea operado ese conservadurismo gansteril mediante bandas, capos, nombres y apodos diferentes. Que todo cambie para que nada cambie, es la propuesta del partido tricolor. Que nada cambie para que nada cambie, es la descarnada confesión del panismo calderonista.

La elaboración de plataformas alternas a ese narcobipartidismo está resultando muy difícil porque, en el fondo, lo que han ido haciendo los belicosos estrategas pripánicos es desarmar el escenario tradicional de lo electoral (aquel en que aún con trampas y abusos era medianamente posible aspirar a pegar campanazos aislados que dieran poder mediante las urnas a corrientes o programas de cierto contenido social transformador), desilusionar y ahuyentar a los ciudadanos respecto de las posibilidades de lo comicial, y sumergir a diversas vertientes de esa oposición en las aguas teñidas de rojo de la violencia política desatada que, según eso, a cualquiera puede alcanzar, sobre todo si ese “cualquiera” enarbola o propone proyectos políticos de resistencia o de abierto combate político a la barbarie institucionalizada.

En ese contexto de aparente confrontación de priístas y panistas, que finalmente coinciden en lo básico, a la “izquierda” le está resultando particularmente difícil presentar una propuesta unitaria. Es ovbio que al bipartidismo inconfeso le favorece todo cuanto sea pulverización de los partidos cargados a la izquierda, y el calderonismo y el salinismo se han aplicado a la promoción de disensos, malos entendidos y choques entre agrupaciones y personajes de esa franja ideológica y política. Recuérdese, por ejemplo, el encumbramiento mediático de quien en esos momentos era grotescamente inflada hasta rozar presuntos niveles de estadista, la diputada federal perredista Ruth Zavaleta que mucho sirvió para golpear al movimiento de resistencia encabezado por Andrés Manuel López Obrador, a título de esa izquierda “moderna, civilizada y dialogante” que tanto gusta promover a la derecha y al oficialismo (hoy, por cierto, aquella figura rutilante del escenario nacional colabora con el PRI en Guerrero, en busca de consolidar el cacicazgo de René Juárez y Rubén Figueroa mediante el manejable Manuel Añorve).

Las arenas movedizas del calderonismo-salinismo pretenden constreñir lo electoral venidero solamente a las vertientes aprobadas. Es decir, PRI, PAN, y aliancismo concertado con Ebrard a la cabeza, pueden pelear por las posiciones electorales, en un esquema que pretende “normalizar” las contiendas a criterio de las cúpulas gobernantes. Así, el movimiento encabezado por AMLO, con PT y Convergencia, necesita ser excluido de ese cuadro de regularización forzada para que no afecte los entendimientos de reparto que se han tejido. Por ello es que, aún cuando hay barullo, declaraciones, actos públicos, mítines y aparente confrontación entre esos segmentos (PRI, PAN y perredismo chucho-marcelista), aún no prende ni prospera la auténtica construcción de opciones políticas sanas, claras, viables. Los controladores del aparato institucional pretenden asentar una secuencia política simple: si los de tres colores dieron paso al atribulado Calderón el 1º de diciembre de 2006 para que rindiera una toma de protesta precaria y forzada; a los de blanco y azul correspondería patalear cuanto sea necesario antes de devolver la cortesía y entregar el mando bajo la condición de taparse los unos a los otros.

Astillas

La consulta envenenada: las cúpulas del panismo y el perredismo apoyan la realización en el estado de México de un proceso de preguntas a la ciudadanía para saber qué piensan respecto de ir en alianza para enfrentar al PRI o emprender postulaciones por separado. El problema está en la alta capacidad de manipulación que poseen los poderes concurrentes en ese proceso: el peñanietismo, para impulsar la separación que dé mejores expectativas de triunfo al tricolor, y el calderonismo para tratar de forzar la alianza tan torpedeada. Una definición trascendente corresponderá a Alejandro Encinas, quien ha zigzagueado respecto a su sometimiento a los resultados de esa consulta, pues ha dicho que está claramente en contra de esas alianzas, con lo que ha complacido al segmento lopezobradorista, y en otras ocasiones ha declarado que respetará los resultados, sin precisar si además de respetarlos habrá de asumirlos, es decir, si será candidato de la alianza PAN-PRD, contra la que está personalmente, por “mandato” de esas urnas tan susceptibles de ser manejadas desde las alturas... ¡Hasta mañana!

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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